Contexto histórico

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El arte paleocristiano

Contexto histórico

La expansión territorial romana propició la difusión por todo el imperio de ciertos cultos orientales muy extendidos en sus lugares de origen. En ese mismo contexto y circunstancias se enmarca la propagación del cristianismo. Tras la crisis del siglo II, el imperio romano empezó a desmoronar económica y políticamente. Los malos tiempos y la inseguridad empujaron a amplios grupos de población a buscar refugio y consuelo en estos nuevos cultos orientales, que ofrecían al hombre una espiritualidad y una esperanza de las que carecía la religión oficial.

 El cristianismo, por su carácter igualitario y su mensaje de salvación, fue bien recibido, pero su negativa a rendir culto al emperador y su rechazo de las instituciones condujo a la clandestinidad a estos primeros cristianos, que fueron víctimas, durante los tres primeros siglos de su existencia y de algunas persecuciones.

 Sin embargo, en el siglo IV la situación del cristianismo experimentó un cambio radical, pues pasó de la clandestinidad y la persecución a la legalidad y la protección imperial. Las causas inmediatas fueron tres edictos imperiales:

 Edicto de Tolerancia: autorizaba todos los cultos religiosos, incluido el cristianismo Edicto de Milán: ordena la restitución a los cristianos de los bienes que les habían sido confiscados Edicto de Tesalónica: establecía el cristianismo como religión oficial del imperio.

La periodización del arte paleocristiano

Los comienzos del cristianismo se circunscriben al ámbito territorial romano es su etapa imperial, desde la época de Jesucristo hasta la caída del Imperio de Occidente. Las manifestaciones artísticas cristianas anteriores al siglo III son muy escasas por varias razones: el número reducido de cristianos en el conjunto del imperio, la marginalidad en la que se movían e incluso su inicial rechazo a las imágenes por influencia de la tradición judaica.

 Se puede afirmar, que el arte paleocristiano fue contemporáneo del arte del Bajo Imperio, con lo que convivió en un intercambio muto de influencias. Pero en él se distinguen dos periodos separados entre si por los Edictos de Tolerancia de 311 y 313.

 el periodo de la clandestinidad, esencialmente el siglo III el de la libertad de culto y posterior ascenso del cristianismo a religión oficial.

 Características generales del arte paleocristiano

El paso de la clandestinidad a la legalidad acarreó profundos cambios en el arte paleocristiano, que pasó de la pobreza y la austeridad al lujo y la ostentosidad.

 Sin olvidar esta circunstancia, se puede señalar las siguientes características generales:

 Adopto modelos, técnicas y estilo del arte tardorromano. careció de una arquitectura distintiva durante la etapa de la clandestinidad y, tras la legalización, adopto a sus propias necesidades de culto. En las artes figurativas se interesó más por la clara identificación y comprensión de los temas. Se recurrió con frecuencia al repertorio de temas del mundo clásico pagano pero asignándole un carácter cristiano

 Los artistas y los clientes

En la etapa anterior a los edictos de tolerancia la población cristiana era urbana, humilde y de bajo nivel cultural. El arte se limitaba a la pintura mural en determinados lugares de enterramiento o de culto, y es presumible que muchos de sus autores ni siquiera tuvieran una adecuada formación artística.

Tras la legalización del cristianismo y tras su proclamación como religión oficial del Imperio, la iglesia experimentó un rápido enriquecimiento económico y una profunda transformación cultural. Los nuevos clientes del arte eran los emperadores y las familias más aristocráticas de la sociedad romana, de las que procedía también el alto clero.

 LA ARQUITECTURA

 Los lugares de la clandestinidad

Durante el periodo anterior a los edictos de tolerancia los cristianos  no disponían de una arquitectura propia para su culto y se congregaban en casas particulares o en los cementerios donde estaban enterrados sus correligionarios.

Se denomina Tituli a las casas donde las comunidades de creyentes se reunían y celebraban sus actos litúrgicos. Estas domus ecclesiae debían tener suficiente amplitud y condiciones de seguridad para poder acoger a los grupos cristianos y no levantar sospechas, por lo que solían pertenecer a algún miembro rico de la comunidad.

 Dada la importancia que el cristianismo otorgaba a la vida de ultratumba, fueron muy importantes también en esta época los cementerios, en especial los subterráneos o catacumbas. Los cristianos acudían a estos recogidos lugares para rendir culto a los difuntos y en ocasiones para celebrar diversos actos religiosos, como la eucaristía.

 No parece lógico pensar, que las catacumbas se utilizaran como refugio frente a las persecuciones, idea muy difundida sobre todo por el cine. La situación de los cementerios era conocida por todos, ya que la inhumación podía haber sido lugares seguros para esconderse.

 La Basílica

 Tras los edictos 311 y 313 todo cambió y los cristianos al poder salir a la luz y practicar su religión sin impedimentos ni persecuciones, decidieron crear una arquitectura propia adaptada a las características y necesidades de su culto. Se requería un tipo de  edificio con capacidad suficiente para acoger a una numerosa comunidad de fieles, la asamblea o iglesia y con un lugar destacado para el oficiante del culto.

 El resultado fue la basílica cristiana, cuyo modelo pudo ser la basílica del foro romano. En cualquier caso, se inspiró en los edificios romanos destinados a reuniones y audiencias.

 Constantino, el emperador que promulgó el Edicto de Milán de 313 mandó también levantar las primeras basílicas cristianas. La más antigua fue la de San Juan de Letrán de Roma, a la que siguió poco después la de San Pedro del Vaticano. Fuera de Roma, decidió destacar dos de los escenarios más significativos de la vida de Jesucristo con la construcción de la basílica de la natividad en Belén y la de Santo Sepulcro en Jerusalén.

 Algunos de los elementos de las basílicas paleocristianas varían según la zona geográfica o su importancia, pero en general presentan una relativa homogeneidad que hace pensar en una estructura previamente acordada:

 La planta es rectangular y está dividida en tres o cinco naves longitudinales. La nave central es mas alta y mas ancha, c0on cubierta a dos aguas. En la cabecera, la nave central se prolonga en un ábside semicircular con bóveda de horno, reservado al obispo y al clero mayor.

 A esta estructura básica se solían incorporar en las basílicas de Occidente algunos espacios adicionales:

 Una nave transversal o transepto antes de la cabecera.  Un atrio porticado, precediendo el acceso de la basílica, con fuente en el centro y un nartex en la entrada, reservado a los catecúmenos.

 El espacio interior se articula a partir de un eje direccional que conduce desde la entrada hacia el altar y la ábside, principales centros visuales de interés. Su recorrido es un simbólico camino de salvación, reforzado por la orientación que adoptan las basílicas a partir del siglo V: se ingresa en ellas por el oeste y se avanza hacia el altar de la cabecera.

 El exterior apenas preocupa, pues se pretende tan solo aislar el recinto sagrado mediante un muro inexpresivo. En este sentido la basílica paleocristiana va incluso más allá que la arquitectura romana, pues ni siquiera se resalta la parte de la fachada.

 Baptisterio, Mausoleo Y Martyria

 Además de basílicas, los primeros cristianos construyeron también baptisterios, mausoleos y martyria que tiene algunos rasgos en común:

 Todos ellos adoptan plantas centralizadoras. Suelen estar cubiertos por cúpula, que refuerza el simbolismo de la planta. En los edificios de planta circular y en algunos de planta octogonal el espacio central está rodeado por un deambulatorio.

 Los baptisterios son de planta octogonal, por el significado del número ocho en la simbología cristiana: dios había creado el universo en siete días. Por tanto, el ocho simboliza la resurrección de Cristo y el bautismo.

 Los mausoleos y los martyria eran de naturaleza y características similares. Los mausoleos se erigían en conmemoración de algún personaje destacado, cuya tumba se albergaba en su interior. Los martyria se consagraban a un mártir o a un santo y contenían sus restos o se levantaban en el lugar del martirio.

 Los martyria eran típicos de Oriente, donde solían formar un conjunto con una basílica, como es el caso de la Natividad de Belén o del Santo Sepulcro de Jerusalén.



 LAS ARTES FIGURATIVAS

 La casi total ausencia de pintura y escultura cristiana hasta finales del siglo II se debió a la condena bíblica de la representación antropomórfica de la divinidad y del culto a las imágenes sagradas. Por otra parte, el arte paleocristiano es ante todo un arte simbólico, e el que la calidad formal de la obra se supedita al mensaje que se pretende transmitir.

 La Iconografía

 Durante la clandestinidad era importante para los cristianos poder manifestar sus creencias sin delatarse. Por ello, entre los temas más antiguos predominan los de origen pagano, pero reinterpretados a la luz de la nueva fe. En este sentido eran normales las representaciones de Jesús bajo la apariencia de algunos dioses, héroes o tipos clásicos.

 También se utilizaron diversos motivos del mundo real, a los que dotó de un significado específicamente cristiano: el pez es el acrónimo de Jesús Cristo Hijo de Dios Salvador, el ancla simboliza la esperanza y por su forma recuerda la cruz y la espiga y la vid simboliza la eucaristía.

 Un motivo de la naturaleza distinta fue el anagrama de Cristo o crismón, que adoptó diversas formas a partir del siglo III. Sus elementos más habituales son las dos primeras letras de la palabra cristo en griego.

Más explícitos eran los temas bíblicos, tanto de l Antiguo como del Nuevo Testamento, que se extendieron sobre todo a partir de la legalización del cristianismo. Entre ellos, mencionaremos dos que con frecuencia se representaba junto por compartir el mismo mensaje sobre la misericordia divina.

 La Pintura y El Mosaico

 En el arte paleocristiano, tanto en la pintura como en el mosaico se destinaron a la representación mural de temas religiosos en los lugares de reunión y culto.

 La pintura mural al fresco se desarrolló desde finales del siglo II hasta comienzos del siglo IV, esencialmente en las catacumbas y su estilo presenta en la mayoría de los casos la tosquedad propia de artistas poco cualificados.  Desde el edicto constantiniano de tolerancia, el mosaico tendió a sustituir a la pintura en la decoración de basílicas, baptisterios, mausoleos y martyria. Su mayor complejidad técnica y coste económico, así como su brillantez y colorido, se corresponden con la nueva etapa de aristocratización de la Iglesia, que se reflejó tanto en la calidad  de las obras como en el tratamiento de las figuras.  No obstante, en ambos procedimientos se perseguía ante todo una finalidad didáctica, que primaba la claridad del mensaje sobre la corrección formal. Ene se sentido, pintura y mosaico presentaba varios rasgos en común:

 Hieratismo y rigidez de las figuras humana. El esquematismo de la composición. La simplificación de las escenas, con una reducción al mínimo de lo elementos secundarios, en particular los paisajísticos o espaciales.

 La Escultura

 La estatuaria fue muy escasa en el arte paleocristiano, ya que se temía que su similitud con el modelo propiciara el culto a las imágenes, condenado por los textos bíblicos. Para evitar la idolatría, la imagen debía tener exclusivamente un valor simbólico y abstracto.

 En consecuencia, la escultura figurativa se redujo casi exclusivamente al relieve y a los frontales de sarcófagos. Sus características formales son similares a las señaladas para la pintura y el mosaico y en cuanto a los temas, abundan los paisajes del Antiguo y en Nuevo Testamento, en especial los relacionados con la salvación y la resurrección.

 En general, se ajustaba a dos tipos principales:

 El sarcófago inspirado en los modelos paganos, son escenas o personajes que ocupan todo el frontal, en un desarrollo continuo o separados por columnas en un marco arquitectónico. El sarcófago propiamente cristiano, con escenas mínimas o personajes dentro de un rectángulo o medallón central, flanqueado a ambos lados por series de estrígilos.

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