Diana de versalles

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19. DIANA DE VERSALLES Copia romana de un original griego del siglo IV a. C. Museo del Louvre- París. Es una estatua de mármol de la diosa griega Artemisa (Roma: Diana) con un ciervo. La estatua tiene un tamaño mayor al natural, es una copia romana perteneciente al siglo I o II de un original griego en bronce que se perdió y es atribuido a Leocares, alrededor del 325 a. C. Diana es representada como una cazadora esbelta y masculina, acompañada por un ciervo macho de tamaño menor que el natural. Ella mira hacia la derecha, mientras que con el brazo derecho toma una flecha de su aljaba. Se puede observar que la mano derecha sostiene parte de un arco, aunque falta la totalidad. Diana viste un corto quitón dorio, un peplo alrededor de la cintura y sandalias. Diosa griega de la castidad y de la caza, a menudo también de la luz lunar. Hija de Zeus y de Leto, es hermana de Apolo, a quien ayuda a nacer en la isla de Ortigia, desde entonces llamada Delos la brillante. Zeus le ofrece un arco y unas flechas que su hija le había pedido; Pan le regala una jauría de feroces perros. Bella y ágil, le gusta recorrer los bosques y selvas de la Arcadia, las cumbres y cima de los montes Táigeto y Erimanto, persiguiendo a las presas que asaetea con sus flechas. Acostumbra a bañarse con las ninfas en los ríos, fuentes y lagos, rodeada de ciervas, conejos y leoncillos cuya libertad protege. Su reino es la naturaleza virgen y salvaje. Diosa orgullosa y arisca, desea permanecer virgen y protege la castidad de los jóvenes y de las doncellas, a quienes intenta apartar de la influencia de Afrodita, que constituye su figura antitética. Artemisa es la protectora tradicional de las amazonas. Hipólito será uno de sus más fieles servidores. Este es hijo de Teseo, rey de Atenas, y Antíope, hermana de Hipólita, la reina de las amazonas; su nombre significa “el de los caballos desbocados”. Después de la muerte de Antíope, Teseo se casó con Fedra, hija del rey cretense Minos. Cuando Teseo fue expulsado de Atenas por haber matado a su rival Palante, se instaló en Trecén. El joven, desdeñado por un padre amante de aventuras galantes, se había refugiado en una castidad arisca y en una devoción exaltada por la diosa Artemisa. Es más, desdeñaba a Afrodita, negándose a interesarse por el amor y las mujeres. Para vengarse, la ultrajada diosa hizo concebir a Fedra una pasión devoradora por su hijastro, desencadenando así una terrible venganza de la que Hipólito sería la primera e inocente víctima. Durante la larga ausencia de Teseo en los Infiernos, Fedra se ofreció a Hipólito, pero este la rechazó. Al regresar Teseo, Fedra acusó falsamente al joven de haber intentado violarla. Rechazando las protestas de inocencia de Hipólito, Teseo pidió a Poseidón que castigara a su hijo y el dios envió entonces un monstruoso toro marino que emergió de las aguas cuando Hipólito conducía su carro por la playa. Los caballos, espantados, emprendieron una loca carrera y el joven cayó del carro, muriendo aplastado contra unas rocas. Al saber su muerte, Fedra se ahorcó. Ártemis castiga a su compañera Calisto, que había cedido a los requerimientos amorosos de Zeus, la transforma en osa y la abate con sus flechas. Mata a Orión, el gigantesco cazador que solía acompañarla. La versión más extendida de la muerte de Orión es la siguiente: al tratar este de violar a la propia Ártemis, la diosa le envía un escorpión, que le picó en el talón. En pago de este servicio, el animal fue transformado en constelación, y lo mismo le ocurrió a Orión. Por eso, la constelación de Orión huye eternamente de la de Escorpión. Artemisa transforma en ciervo al desdichado Acteón, un joven cazador que la había sorprendido desnuda mientras se bañaba. Este joven fue perseguido por sus propios perros y, después de darle caza, lo despedazaron y devoraron. Sus flechas le sirven también para vengar la honra de su madre Leto, que había sido insultada por Níobe. Esta era hija de Tántalo y tenía siete hijos y siete hijas. Orgullosa de su numerosa descendencia, se jactó con insolencia de haber superado a Leto, que sólo había tenido a Apolo y Artemisa. Estos decidieron vengar el honor de su madre y mataron a los hijos de Níobe con sus flechas; Apolo se encargó de los hijos y Artemisa de las hijas. Zeus, conmovido por el dolor de Níobe, la convirtió en una roca de la que mana una fuente: las lágrimas de la madre que ha visto morir a sus hijos. Cuando la flota griega se dirigía hacia Troya a las órdenes de Agamenón, una extraña calma la mantuvo inmovilizada durante mucho tiempo en el puerto de Áulide, en Beocia. El adivino Calcante, que había sido consultado, anunció que la diosa Artemisa, irritada porque Agamenón había matado una de sus ciervas sagradas durante una cacería, exigía el sacrificio de Ifigenia para permitir la salida de la flota. Presionado por sus guerreros impacientes por combatir, Agamenón terminó aceptando la terrible decisión. Hizo venir de Micenas a su esposa y a su hija pretextando un matrimonio de esta con Aquiles. Este último, furioso por haber sido parte involuntaria del engaño, intentó en vano salvar a la muchacha. Ifigenia aceptó morir con valentía pero, en el momento en que iba a ser inmolada, Artemisa la salvó, sustituyéndola por una cierva, y la llevó consigo a Táuride, donde la convirtió en sacerdotisa de su culto. Los vientos regresaron entonces, permitiendo que la armada griega prosiguiera su viaje. Ifigenia permanecerá largos años al servicio de la diosa. En Roma será asimilada a Diana, antigua diosa itálica. Más que la diosa cazadora, los romanos veían en ella a la hermana gemela de Apolo; para ellos era sobre todo la diosa de la castidad y de la luz lunar, simbolizada por el cuarto creciente que adorna su cabellera.

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