Generacion 27 y 98

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La Genaracion del 27: La generación del 27, llamada así por el homenaje en honor a Góngora que celebraron en 1927, es una de las generaciones literarias más importantes de la historia de la literatura española. Es sobre todo una generación de poetas, pues con excepción de Federico García Lorca que cultivó el teatro con gran brillantez, lo mejor de la obra del resto está en su poesía. La generación del 27 tiene una primera etapa anterior a 1936 en la que casi todos sus miembros discurren por caminos paralelos. Esta generación, eco de numerosas corrientes, cultiva la vanguardia en sus distintas versiones: el ultraísmo y el creacionismo con Gerardo Diego, Manual de espumas, el futurismo en Cal y Canto de Alberti, el surrealismo de Lorca en Poeta en Nueva York, Cernuda, Un río un amor o Aleixandre, Espadas como labios. Salinas y Guillen se inclinan hacia una poesía pura, depurada de todo aquello que no sea emoción lírica en La voz a ti debida del primero o Cántico del segundo. Además cultivan en estas primeras etapas una poesía neopopular Alberti con Marinero en tierra, y Lorca con El Romancero Gitano entre otros, o bien una poesía de raíz clásica inspirada en Garcilaso, Lope o Góngora como Gerardo Diego con Versos humanos. Después de la guerra la trayectoria de estos poetas es muy diferente. Lorca ha muerto, Alberti, Guillén Cernuda y Salinas están en el exilio, los dos últimos morirán en él. Allí continúan escribiendo una poesía alejada del entusiasmo de sus primeras horas. Para Guillén ha llegado la hora de Clamor, Salinas espera volver algún día en El confiado, Alberti tiñe de melancolía Baladas y canciones del Paraná y a Cernuda le obsesiona el final en Con las horas contadas o Desesperación de la quimera. Dámaso Alonso, que antes de la guerra había cultivado la poesía sólo de manera tangencial, pública en 1944 Hijos de la ira que, junto con Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre, constituyen un punto de inflexión en la poesía de posguerra y tendrán una influencia decisiva en los poetas de las generaciones siguientes. Generacion del 98: Podemos definir la generación del 98 de una manera amplia, como un conjunto de escritores, pensadores, científicos, artistas etc., que se sienten profundamente afectados por la crisis de valores de fines del XIX; y, que creen que la guerra de 1898, y la pérdida de los últimos restos de lo que había sido el imperio español, es un momento adecuado para la regeneración moral, social y cultural del país. En este sentido forman parte de la generación del 98 médicos como Santiago Ramón y Cajal, historiadores como Ramón Menéndez Pidal, pintores como José Gutiérrez Solana o escritores como Miguel de Unamuno. A los escritores de la generación del 98 les interesa la renovación formal del arte que proponen los modernistas , pero se diferencian de ellos porque buscan un estilo sencillo y antiretórico, renuevan y enriquecen la lengua con neologismos, pero prefieren recuperar léxico tradicional castellano caído en desuso, a introducir las muchas palabras exóticas, sonoras, cosmopolitas, que encontramos en cualquier texto modernista. Si el modernismo encuentra en la poesía su género literario más representativo, el grupo del 98 cultivará la prosa, la novela y sobre todo el con ensayo, como género adecuado para dar rienda suelta a sus inquietudes. Dos son los temas que preocupan fundamentalmente a esta generación: el tema de España y el sentido de la vida humana. La reflexión sobre qué es España, las razones de su ininterrumpida decadencia desde el siglo XVII, son temas de amplia tradición en la literatura española, desde los escritores barrocos como Baltasar Gracian o Saavedra Fajardo, a los ilustrados como Cadalso o Jovellanos, o los románticos como Larra


Unamuno forma parte del grupo de intelectuales que pretenden sacar a España de su progresivo hundimiento sin recurrir a soluciones políticas. En un primer momento, que puede representar su ensayo En torno al casticismo, cree que el falso patriotismo, el militarismo, los malos políticos y la incuria de los intelectuales ha propiciado la decadencia de España, que puede encontrar solución abriéndose a Europa y conservando lo mejor de la raíz española, que perdura en el común de los hombres que con su quehacer diario va marcando el paso de la historia, lo que él llamaba la intrahistoria. Más tarde Unamuno rechazó esa apertura a Europa y en otro ensayo Vida de Don Quijote y Sancho, ensalza al hidalgo manchego como paradigma de los valores morales y espirituales españoles frente al racionalismo europeo. Azorín en sus primeros escritos también hacen una aguda crítica de la España contemporánea. Azorín el personaje que protagoniza sus novelas, Antonio Azorín o La voluntad, se angustia por encontrar un sentido a la vida y por la miseria moral y social que percibe a su alrededor. Está convencido de que el anarquismo sería la forma más rápida de alcanzar la justicia social. Azorín mitiga bastante su ideario a partir de Las confesiones de un pequeño filósofo, cuando cree que sólo la educación y la cultura harían posibles las reformas que España necesitaba. Pío Baroja vierte su preocupación por España en sus novelas, en especial en La busca, la primera de la trilogía La lucha por la vida. Presenta una imagen terrible de la realidad social de su tiempo, de los que luchan por la vida desde el arroyo, denunciando la corrupción, la injusticia y el egoísmo de la sociedad española .
Al preguntarse por
el sentido de la vida y no encontrar respuestas estos escritores viven una profunda crisis vital y existencial. Todos ellos han superado la religiosidad tradicional, han sido profundamente influidos por los primeros filósofos existencialistas y se han separado de la ortodoxia católica. Unamuno se siente desgarrado entre la imposibilidad de reconciliar fe y razón, el deseo de creer en la inmortalidad y la idea desgarradora de que tras la muerte no hay nada. Ante la imposibilidad de usar la razón para obtener respuestas satisfactorias recurre al irracionalismo, la razón es enemiga de la vida terminará diciendo. Estos temas se exponen en sus ensayos Del sentimiento trágico de la vida, La agonía del cristianismo; en sus novelas San Manuel Bueno Mártir, Niebla; o en alguna obra teatral como El pasado que vuelve. La respuesta barojiana al sentido de la vida es negárselo, la vida carece de sentido, el fuerte triunfa siempre sobre el débil, que debe luchar siempre, aunque sepa que la lucha está condenada al fracaso, en este sentido es El árbol de la ciencia la novela de Baroja más inmersa en la corriente existencial. Otro aspecto claramente noventaiochista son la admiración por Castilla y su austero paisaje, al que contemplan de forma subjetiva y más que reflejar de manera realista tierras y gentes, proyectan en él su propio espíritu, Castilla de Azorín o Viajes por tierras de Portugal y España de Unamuno, son libros que responden a esta tendencia. Además de Unamuno, Azorín y Baroja, suelen incluirse en esta generación literaria a Valle-Inclán y a Antonio Machado. El esteticismo de Valle en las Sonatas le acerca a los presupuestos del modernismo; la dureza y el sarcasmo de sus esperpentos o de las novelas del Ruedo Ibérico van mucho más lejos, en su crítica feroz a la situación social y política de su época que la mayoría de los postulados reformistas de la generación del 98. El interés por el paisaje y los tipos castellanos, la crítica social de algunos poemas de Campos de Castilla de Machado le acercan a este grupo, aunque se diferencia de ellos por el intimismo simbolista de Soledades, galerías de otros poemas, el popularismo de Nuevas canciones o por los poemas militantes que Machado escribió en plena guerra civil, cuando las circunstancias mostraron. que las ideas del 98 habían quedado ampliamente superadas por los acontecimientos que desencadenaron la guerra civil del 36.


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