Crónica de un drogadicto

Clasificado en Lengua y literatura

Escrito el en español con un tamaño de 6,78 KB

CRONICA DE UN DROGADICTO

José Arturo Cárdenas y William Ricardo Arenas, dos hombres a los cuales la droga les ha arrancado la  vida, son compañeros de infortunio, ellos  se conocieron hace dos años, en la calle 10 con carrera 12, lugar famoso por alojar muchas personas de su misma condición y donde se obtiene fácilmente la droga.

Lucen una vestimenta muy descuidada, la cual evidentemente no ha tenido contacto  alguno con el agua y el jabón durante un largo y prolongado tiempo, al igual que sus dueños, José Arturo lleva puesto blue jeans roto en una de las rodillas y en la culminación de las botas, el cual le queda un poco olgado debido a su contextura delgada por la mala alimentación que ha tenido desde hace 3 años que cayó en el terrible y despiadado vicio de la droga; una camiseta larga la cual llega a la altura de las caderas, esta posee un cuello en forma de u y en ella se evidencia un color que algún día fue amarillo, pero que ahora se torna marrón,  una chaqueta negra impermeable desgastada por el uso y unos zapatos mocasines con la suela desgastada.  William Ricardo lleva puesto un pantalón de sudadera  de colegio los cual se evidencia en las líneas laterales de colores verdes y blanco oscurecidos por el mugre  con el cual han tenido contacto últimamente, porta una camisa a cuadros rojos, azules y blancos y una coqueta que tiene los colores de la bandera de Colombia, algo contradictorio dada la situación que está viviendo; por último unas zapatillas negras rotas en los laterales.  En sus rostros se evidencia la pobreza, sus mejillas se encuentran manchadas por la suciedad y sus ojos son lo único que sobresale de esta imagen deplorable, tienen el cabello largo y enmarañado de un color negro y un olor desagradable.


En la mañana del 10 de enero de 2010 José Arturo y su compañero William Ricardo salen como todos los días de la parte baja de un puente de flujo automovilístico, situado en la calle 26 con carrera 10, en el centro de la ciudad de Bogotá, salen en búsqueda de desechos reciclables con el fin de obtener recursos para subsistir y subsidiar su vicio.  Mientras  caminan el largo trecho ven pasar a una familia compartiendo un rato agradable, lo que genera un sentimiento de añoranza por parte de José Arturo, el cual trae a su mente momentos agradables de su vida, los cuales perdió por ingresar a ese mundo, sacando el tema a colación, en la conversación con William Ricardo debido a la necesidad que ha tenido de hacerlo desde hace un largo tiempo.  Inicia comentando que él pertenecía a una familia prestante de Bogotá, era socio y gerente de una firma de arquitectos y obtenía muy buenos ingresos y una familia feliz, constituida por Aurora, una esposa amorosa y comprensiva y dos hijos el mayor, Camilo de quince años, y el menor Felipe de 10 años, los cuales disfrutaban de una familia a la cual se encontraban orgullosos de pertenecer.  Esta realidad de familia perfecta de desvaneció, cuando Jorge Arturo se enfrentó a una crisis económica y uno de sus subalternos como salida fácil y con el fin de mitigar sus problemas, le ofreció cocaína, droga que marcaría su vida desde ese preciso instante ya que por momentos lograba evadir sus problemas económicos pero también lo alejaba de su realidad  y contradictoriamente su problema ya no era tan sólo económico sino que cada vez dependía de esta droga para enfrentar el día a día, con estos sus relaciones familiares se deterioraron, llegando al punto en que su esposa no aguantó más esta situación y decidió echarlo de su hogar.




Continuando con la conversación William Ricardo sintió la necesidad  de comentar su vida pasada diciendo que él pertenecía a la clase media baja y era estudiante de sexto semestre de empresas de la Universidad Central de Bogotá, en cuanto a su familia vivía con sus padres y cinco hermanos menores en el barrio Simón Bolívar ubicado en el nor-occidente de Bogotá, su padre era un alcohólico el cual llegaba  siempre a la madrugada y maltrataba a su madre tanto física como psicológicamente y con ella a él y sus hermanos.  Un anoche su grupo de amigos lo invitó a una fiesta en un sitio cercano a la universidad, en ella le ofrecieron unas pastillas las cuales supuestamente lo harían pasar una noche más alegre, él aceptó sin pensar que éstas estarían relacionadas con el éxtasis, pero posteriormente ya no tuvo salida debido a que las siguió consumiendo,  pero cada vez sentía la necesidad de algo mas fuerte que los distrajera de sus problemas familiares, por lo cual buscó como alternativa el basuco el cual determinó su futuro como drogadicto.  Al terminar  de contar cada uno su historia ya han llegado a la parte posterior del Hospital San José, donde comienza la zona comercial de San Andresito denominado con el mismo nombre  del Hospital.  Estando allí buscando los desechos reciclables, otros tres indigentes de su misma condición, los acorralan dejándolos sin escapatoria alguna, les dicen que no hay lugar para ellos en esta zona, argumentando que ellos son los dueños.  Al ver esta situación William Ricardo se avalancha sobre el líder de los tres hombres, sin percatarse que estaba armado, en este intento de agresión el hombre saca un puñal de su pantalón y se lo entierra en la espalda, en un brazo y en la nuca, posteriormente sale corriendo con una risa maliciosa  junto con sus compañeros.  Cuando José Arturo ve a su amigo postrado en el suelo, se despierta en él un sentimiento de tristeza, el cual le carcome el alma y le provoca un llanto desesperado.  La gente del sector rodea el cuerpo y una mujer llama una  ambulancia, al llegar esta con los paramédicos ellos informan que el herido desafortunadamente falleció,  derribando las esperanzas que tenía José Arturo dentro de sí.

Después de los respectivos trámites legales, el cuerpo de William Ricardo se encuentra a disposición de las personas que lo quieran reclamar en medicina legal, para lo cual el único que asiste es José Arturo su fiel amigo, quien días antes de esta entrega pide ayuda económica a los vecinos del sector donde William Ricardo fue cruelmente asesinado, para conseguir un entierro digno para él.  Logra recolectar lo suficiente para la compra de un ataúd muy modesto y un lugar en el cementerio de chapinero.  El día de su entierro, el único acudiente fue José Arturo  quien le da el último adiós entre lágrimas y sollozos jurándole salir de este vicio, el cual indirectamente los llevo a desembocar en esta triste situación.


Entradas relacionadas: