Historia de la Antigua Grecia y Roma: Periodos, Evolución y Decadencia
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En el siglo VIII hallamos ya signos claros de recuperación en todos los órdenes: es el siglo de Homero, reapareció la escritura, y se produjo la segunda colonización griega, en esta ocasión en el Mediterráneo occidental y en torno al Mar Negro. Durante esta etapa, que denominamos PERÍODO ARCAICO (siglos VIII a VI a.C.), las polis aparecen definidas como asentamientos al amparo de una elevación natural del terreno, la Acrópolis. Además, durante los siglos VII y VI a.C. muchas de ellas evolucionaron hacia formas de gobierno democráticas, aunque hubo excepciones tan significativas como Esparta. Pero todas ellas, a pesar de su independencia política, tenían la conciencia de pertenecer a una cultura común, con una misma lengua y unos mismos dioses.
En el siglo V a.C. las ciudades griegas se sublevaron contra el imperio persa que las oprimía con tributos. La consecuencia fue el enfrentamiento entre griegos y persas en las llamadas Guerras Médicas. Los griegos, unidos ante el peligro común, resultaron vencedores y Atenas, dirigida por Pericles, se convirtió en la polis hegemónica del mundo helénico. Es el comienzo del PERÍODO CLÁSICO (siglos V y IV a.C.) en el que la atmósfera de autoconfianza que genera en Atenas la victoria contra los persas, la prosperidad y el poder que trajo consigo, y la inclinación antropocéntrica de los griegos, centrada en la sociedad humana, explican la creencia en que el ser humano, mediante su pensamiento y acción racionales, puede perfeccionar su entorno, hasta el punto de que la comunidad y sus valores se exaltan hasta alcanzar rango divino.
El período clásico termina con la conquista del territorio griego por parte de Filipo II, rey de Macedonia, culminada en 330 a.C. por su hijo Alejandro Magno. El PERÍODO HELENÍSTICO (323 -31 a.C.) es una etapa de importantes cambios políticos, sociales, culturales y artísticos, que abarca desde la muerte de Alejandro Magno hasta la incorporación de Egipto y Oriente al Imperio Romano. Este nuevo período de decadencia se deja sentir en el arte, que busca expresar el sentimiento.
Con Augusto (30 a. C.) comenzó la etapa política conocida como Imperio. El sistema político estaba organizado como una amplia red de ciudades que seguían el modelo de la capital, Roma, y que se relacionaban entre sí por una amplia red de comunicaciones.
El Imperio necesitaba mantener un proceso permanente de conquistas, ya que su funcionamiento dependía de las riquezas y esclavos que proporcionaban los nuevos territorios incorporados.
Pero a partir del siglo II d. C. la situación se invirtió: habían cesado las conquistas y eran cada vez mayores las presiones de los bárbaros sobre las fronteras del Imperio. El ejército, imprescindible para contener la amenaza exterior, se convirtió en el árbitro de la vida política y los generales, apoyados en sus legiones, disputaron entre sí para tomar el poder por la fuerza.
Se inició así el proceso de decadencia del Imperio. Se produce el colapso del comercio y la ruina de muchas ciudades. El sistema urbano se desmoronaba y se avanzaba hacia una progresiva ruralización. Por estos motivos, el emperador Constantino traslada la capital a Bizancio (Constantinopla, Estambul) en el año 330. En un último intento de salvar el Imperio, Teodosio lo divide entre sus dos hijos en el 395. A Honorio le asigna la parte occidental con capital en Roma y a Arcadio la oriental con capital en Constantinopla.
En el año 476 el rey godo Odoacro depone al último emperador de Occidente mientras que la parte oriental se convertiría en Imperio Bizantino y permanecería hasta 1453.