Juan rulfo

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La novela y el cuento latinoamericanos desde la segunda mitad del XX hasta nuestros días: Juan Rulfo
En la narrativa hispanoamericana del siglo XX se distinguen dos grandes orientaciones relacionadas con
la visión del mundo de los autores: la realista y la innovadora, que llegó a su esplendor con las obras de la nueva
narrativa.
La ruptura con el realismo tradicional implicó un cuestionamiento del mundo percibido como real y del
concepto de verosimilitud; la obra de Jorge Luis Borges y la influencia del surrealismo fueron fundamentales
en este proceso de cambio.
En la década de los años cuarenta se publicó una serie de obras que mostraban el cambio operado, pero
su consagración definitiva no llegó hasta los años sesenta. Sin embargo, anteriormente se habían escrito algunas
obras que anticipaban esta orientación, como El juguete rabioso (1926), de Roberto Alt, o No toda es vigilia la
de los ojos abiertos, de Macedonio Fernández.
En la nueva narrativa se observan distintas tendencias, aunque destacan especialmente el realismo
mágico
, que incorpora elementos maravillosos, y el realismo fantástico, que introduce en la aparente normalidad
lo irracional, lo inexplicable, o que presenta la realidad como una ficción, una ilusión.
Dentro de la diversidad de las últimas tendencias destacan tres líneas: la literatura testimonial de
protesta y denuncia, que surge a fines de los años setenta: Si me permiten hablar (1977) de Domitila Barrios de
Chungara; la posmodernista, que continúa con el experimentalismo en las técnicas y el antirrealismo:
Respiración artificial (1980), de Ricardo Piglia, y la línea mayoritaria, en la que se observa un regreso al
realismo, un estilo más accesible al lector, la presencia del humor y una preferencia por temas como el amor o el
feminismo: De amor y de sombra, de Isabel Allende, Como agua para chocolate ,o Malinche de Laura Esquivel, El
cartero de Neruda, Soñé que la nieve ardía o El baile de la victoria de Antonio Skármeta.
La nueva narrativa hispanoamericana se configuró con rasgos temáticos y formales propios de una
peculiar visión del mundo.
En los aspectos temáticos pueden destacarse ciertas constantes:
1. La magia. La razón no es suficiente para dar cuenta de la realidad. Las historias incorporan lo mágico
y lo maravilloso como otras parcelas de lo real. Lo extraordinario no solo es admisible, sino habitual. Ésta es la
línea del realismo mágico.
2. Lo fantástico. Se percibe una realidad compleja, desordenada, ambigua, que se refleja, bien en la
irrupción de lo misterioso, lo inexplicable o lo irracional en la vida cotidiana, bien en la creación de mundos
ficticios en los que se especula acerca de la realidad y la posibilidad de conocerla.
3. La condición humana. Se plantean los grandes problemas del ser humano en la sociedad
contemporánea, enraizados en la situación histórica, social y física de Hispanoamérica. Destaca la búsqueda de
identidad de los protagonistas, simbolizada, en ocasiones, mediante el viaje geográfico o los hechos históricos
que han marcado la cultura hispanoamericana. La visión, en general, es bastante pesimista: predominan el
fatalismo y la desesperanza (Rulfo), la derrota y la infelicidad de los protagonistas (Cortázar, Onetti), y la
soledad y la circularidad de la historia ( García Márquez).
4.La literatura. Los narradores muestran en sus obras la preocupación por la creación literaria y
exponen sus opiniones (Borges, Cortázar).
5. El humor. Presenta diversas expresiones: la burla divertida (Cabrera Infante), la sátira (García
Márquez, Vargas Llosa) y el humor metafísico o trágico (Borges, Cortázar).
6.El erotismo. Forma parte de la condición humana y aparece relacionado con las circunstancias
sociales y culturales de los personajes, aunque, en general, el amor no constituye una salida de la angustia
existencial.
Desde la perspectiva del discurso, hay que destacar algunas características:
1. El narrador. El narrador omnisciente deja paso al narrador protagonista, personaje o testigo, y se produce
la multiplicidad de perspectivas.
2. El tiempo. Se rompe la linealidad temporal por medio de recursos como la inversión temporal, las historias
paralelas intercaladas, los saltos temporales o el caos temporal, que se obtiene combinando todos los
procedimientos mencionados unidos al sueño, el recuerdo y la alucinación.
3. El lenguaje. Entre los nuevos narradores existe una gran preocupación por la elaboración lingüística, por el
ritmo de la prosa y por el empleo de imágenes y sugerencias, hasta tal punto que se ha hablado de una tendencia
barroca en el estilo de estas novelas. La propensión al neologismo, propia del español de América, se convierte
en literatura en la invención de un idioma como el gíglico de Rayuela, de Julio Cortázar.
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En los inicios de la nueva narrativa fue determinante la influencia del surrealismo, que puso en cuestión
la noción de realidad de la época. La renovación se manifestó fundamentalmente en dos tendencias: el realismo
mágico y el realismo fantástico.
El realismo mágico es una poética que integra lo maravilloso en el universo narrativo sin que produzca
extrañeza o se perciba como opuesto o distinto de lo real. Es la búsqueda de una realidad propia a través de la
naturaleza, el mito y la historia, para afirmar el sello de la originalidad y de la unicidad americana en el mundo.
Los escritores que iniciaron el camino del realismo mágico fueron el guatemalteco Miguel Ángel Asturias y el
cubano Alejo Carpentier.
La narrativa fantástica introduce hechos extraordinarios o inexplicables que perturban el orden
cotidiano
o crea mundos irreales que indagan en el enigma de la existencia. En la década de los años cuarenta
surgió el maestro indiscutido de los nuevos narradores: el argentino Jorge Luis Borges.
La concepción idealista de Jorge Luis Borges lo llevó a construir mundos de ficción que cuestionan la
lógica de la realidad. Obras suyas son Ficciones, El Aleph, El libro de arena, además de otros relatos recogidos
en diferentes publicaciones.
Paralelamente a las aportaciones de los escritores mencionados, surgen grandes obras que confirman la
búsqueda de nuevas formas de expresión. A modo de ejemplo citaremos La vida breve de Juan Carlos Onetti, El
túnel de Ernesto Sábato, Rayuela de Julio Cortázar, Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante, La
muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes, La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa, Cien años de
soledad
de Gabriel García Márquez, una de las obras cumbre hispanoamericanas, de las que mejor conjuga los
elementos técnicos que sintetizan los rasgos del realismo mágico.
La irrupción de Juan Rulfo en el panorama literario supuso la confirmación de una nueva narrativa.
Juan Rulfo (1918-1986). Nació en Sayula, localidad de Jalisco (México), en el seno de una familia de
terratenientes arruinada durante los años de la revolución. Realizó diferentes trabajos antes de llegar a ser
director del Departamento Editorial del Instituto Nacional Indigenista.
Su obra se reduce prácticamente a dos libros: El llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955). Publicó también un
guión cinematográfico, El gallo de oro y otros textos para cine (1980).
El llano en llamas reúne cuentos ambientados en zonas rurales que anticipan rasgos del realismo mágico de
Pedro Páramo. Rulfo utiliza técnicas realistas e incorpora la visión mágica y misteriosa de un mundo desolado. Los
temas principales son la fatalidad, la miseria, la violencia, la muerte y la culpa. La mayoría de las historias se narran
en primera persona y se caracterizan por su concisión. El lenguaje incluye rasgos dialectales y populares del
discurso oral de los campesinos y enunciados breves en los que irrumpe lo poético.
Pedro Páramo ofrece novedades que la convierten en punto de referencia de la nueva narrativa: estructura
fragmentaria, desorden temporal, complejidad de planos narrativos e interrelación de historias.
La narración gira alrededor de un personaje, Pedro Páramo, muerto ya en el tiempo del relato. La historia se
inicia con la llegada a Comala de un hijo natural suyo, Juan Preciado, al que nunca había conocido. Juan encuentra un
pueblo deshabitado, lleno de fantasmas. Al darse cuenta de que está en un mundo de muertos, él mismo muere de
terror; mientras los difuntos narran los hechos acaecidos en Comala en vida de Pedro Páramo.
Pedro Páramo se presenta en una doble vertiente: como cacique violento y ambicioso, y como enamorado
desconsolado de Susana San Juan; todo lo que ha hecho en vida ha sido para conseguirla, pero ella fallece. También
en Comala se oponen dos realidades: un pueblo ideal, bello, recordado por los personajes; y un Comala infernal, en
ruinas, al que llega Juan Preciado.
La novela incorpora aspectos de la tradición mexicana de la muerte, considerada como algo cotidiano, y
creencias populares como las de las almas en pena. Este ambiente muestra la soledad y desesperanza de unos
personajes que nunca logran hacer realidad sus ilusiones. Tampoco se cumple la promesa de salvación de la religión
cristiana: los personajes siguen vagando en un mundo de muertos, en el que sufren, al negarles el representante de
la Iglesia, el padre Rentaría, la absolución de sus pecados.
La novedad de Pedro Páramo reside en el tratamiento del tiempo, con el que se logra crear un mundo en el
que se confunden lo real y lo fantástico. La novela, de estructura fragmentaria, superpone planos diferentes: el
diálogo de Juan Preciado con Dorotea, en el que cuenta su llegada a Comala y sus sensaciones, y la interrelación de
historias correspondientes a distintos narradores, que son, muchas veces, recuerdos o alucinaciones de muertos.
Juan Rulfo representa con su breve obra la culminación de la novela de la revolución mexicana. Pero la
intensidad narrativa de Rulfo, su depuración estilística y su capacidad de penetración en lo humano hacen que
sobrepase las limitaciones del género

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