La guerra de Cuba y la semana trágica de 1909

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5.-LA LIQUIDACIÓN DEL IMMPERIO: LA GUERRA DE CUBA
A pesar de la poca extensión de Cuba sus productos (azúcar, café, tabaco) eran de gran interés para el comercio español, que además encontraba en la colonia un mercado favorable para los productos españoles. España monopolizaba el mercado colonial en su beneficio y en contra de los intereses isleños. Esta situación favoreció el nacimiento de un sentimiento independentista entre los hacendados cubanos, puesto que vieron en la independencia política la única vía para la independencia económica.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, Estados Unidos había aumentado sus intereses en la isla, puesto que era el principal receptor de la exportaciones azucareras y había invertido capital en la modernización del proceso de obtención de azúcar. Así pues ofreció su apoyo a los sectores independentistas, con la pretensión de vincular la isla a su mercado económico.
Desde 1.868 las insurrecciones cubanas habían sido casi permanentes y fueron sofocadas tanto por la vía militar como mediante pactos políticos. La Paz de Zanjón (1.878) puso fin a la guerra iniciada diez años antes y en sus principales estipulaciones hacían referencia a la concesión de una amplia amnistía para los vencidos y a la aplicación de un estatuto similar al que ya disfrutaba Puerto Rico, pero no consiguió terminar definitivamente con el movimiento independentista.
En 1.895 se iniciaron las definitivas revueltas independentistas en Cuba encabezadas por José Martí, líder del Partido Revolucionario Cubano. Las guerrillas y las epidemias empezaron a causar bajas en el ejército español. El año 1.886 fue crítico, pues no sólo fracasó la política represiva llevada a cabo por el general Weyler, sino que la guerra hizo también su aparición en Filipinas.
Estados Unidos intentó comprar secretamente a España la isla de Cuba siguiendo su política expansionista. Finalmente los norteamericanos decidieron dar su apoyo a los grupos insurgentes e independentistas y provocaron una declaración de guerra cuando el acorazado Maine se hundió en la Habana en extrañas circunstancias.
El gobierno español, apoyándose en una campaña de patriotismo belicista lanzada por la prensa, se lanzó a una guerra para la que no estaba preparada. La guerra tuvo dos frentes: Cuba, en el Caribe, y Filipinas, en el sureste asiático.
En Filipinas desde 1.871 existían movimientos nacionalistas que propugnaban la independencia del archipiélago. La insurrección de 1.896 fue pronto dominada, pero al estallar la guerra entre España y Estados Unidos cambió el rumbo del conflicto.
Frente al potencial bélico de los norteamericanos el ejército Español tardó poco en perder la guerra. En la batalla de
Cavite (Filipinas), la flota norteamericana deshizo prácticamente la escuadra española y poco después en el puerto de Santiago de Cuba liquidaron el resto de la armada española.
España se vio obligada a firmar el
Tratado de paz de París en el que se reconocía la independencia formal de Cuba, aunque bajo el control político y económico de Estados Unidos, que se anexionaron Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam (en el archipiélago de las Marianas) a cambio de una indemnización económica.
La pérdida del imperio español se completó con la venta a Alemania (1.899) del resto de las Marianas, del archipiélago de las Carolinas y de las Palaos. Sólo restaba como colonias algunos pequeños enclaves en África.
6.-LAS REPERCUSIONES DEL CONFLICTO
La crisis del 98 dejaba al descubierto las limitaciones del régimen de la Restauración (no sólo por la derrota militar y la pérdida de las colonias) para afrontar los problemas de la modernización y el progreso de España, y señalaba las cuestiones y problemas sociales que iban a marcar la historia del siglo XX. Existe una honda repercusión colectiva que se traduce en un examen de conciencia que el desastre despertó en la sociedad española.
El llamado “desastre del 98”, si bien no generó una crisis política inmediata, provocó una gran conmoción en todo el país, que se tradujo en una fuerte
corriente revisionista promovida los mismos políticos del sistema, como Francisco Silvela que había sucedido a Cánovas al frente del partido conservador, y que proponía reformar la monarquía parlamentaria y la Restauración desde el propio régimen.
Por otro lado los opositores al régimen y un nutrido grupo de intelectuales capitaneados por Joaquín Costa proponían un hondo
regeneracionismo que incluía transformaciones más profundas que sacasen a España de su crisis y atraso económico, cultural y social. El regeneracionismo del país suponía el saneamiento de la Hacienda, el crecimiento económico, la mejora de la educación.... que Costa resumía en la frase “despensa y escuela”.
Económicamente la pérdida de las colonias supuso una disminución del comercio exterior y un proceso inflacionista que agravó la crisis económica que pronto repercutió en el campo social con huelgas y un aumento de la actividad violenta anarquista. Al igual que la inflación las pérdidas humanas del conflicto (50.000 combatientes) afectaron a los sectores más humildes de la sociedad, ya que las clases acomodadas se libraron del servicio militar mediante un pago en metálico.
La pérdida del imperio provocó una crisis cultural de gran trascendencia, de la que ha dejado testimonio la
Generación del 98, que planteó también la necesidad de regenerar la sociedad española. Se trataba de un grupo heterogéneo aglutinado alrededor de la exaltación del nacionalismo español y de los valores de España. Fueron miembros destacados Unamuno, Ortega y Gasset, Maeztu, Pío Baroja.


LA SEMANA TRÁGICA DE 1.909.
Con el nombre de Semana Trágica o Semana Roja se denominan los violentos acontecimientos sucedidos en julio de 1.909 en Barcelona y Cataluña, los mayores núcleos industriales de la Península.
Entre los motivos destacamos la protesta contra la guerra colonial de Marruecos, al producirse el llamamiento del gobierno a los reservistas catalanes para partir en expedición militar a África. Estos reservistas, muchos de ellos casados y con hijos, habían finalizado su servicio militar seis años atrás. Por todo ello, las clases obreras sentían un profundo rencor hacia un gobierno y una monarquía que enviaba a los pobres de España a morir a Marruecos, para defender allí los intereses económicos de unos pocos industriales mineros deseosos de explotar las minas del Rif y satisfacer a los oficiales del ejército, favorables a esta aventura colonial, pues veían la posibilidad de conseguir ascensos fáciles y rápidos en la guerra. También se protestaba por el injusto sistema de reclutamiento.
En la base se encontraba también el continuo malestar económico del proletariado barcelonés y un anticlericalismo fuertemente arraigado y alimentado por la propaganda de Lerroux, al que se apodaba el “comecuras”.
Inicialmente se produjeron manifestaciones y luego se declaró la huelga general promovida por anarquistas, socialistas y radicales lerrouxistas, que degeneró en una violenta insurrección espontánea apoyada por toda la clase obrera barcelonesa. La ciudad quedó paralizada, las masas ocuparon las calles, se levantaron barricadas, se volcaron tranvías, quedaron cortadas todas las comunicaciones con el resto de España y fueron incendiados más de 50 conventos e iglesias ante la indignación de los aterrorizados burgueses.
El gobierno presidido por el conservador Antonio Maura proclamó el estado de guerra en Barcelona y envió al ejército para sofocar la insurrección. En los enfrentamientos callejeros murieron 75 amotinados y 9 miembros de las fuerzas de seguridad.
La durísima represión gubernamental sobre el movimiento obrero se saldó con el encarcelamiento de más de 1.000 personas y la ejecución de cinco obreros. Especial repercusión tuvo el fusilamiento de Francisco Ferrer Guardia, que tras ser juzgado por un Tribunal Militar fue acusado sin pruebas de organizar y liderar la rebelión. Ferrer era un conocido anarquista, fundador en Barcelona de las “Escuelas Modernas” para enseñar a los trabajadores los ideales revolucionarios anarquistas. El fusilamiento de Ferrer tuvo repercusiones internacionales y a los ojos de la opinión pública europea se había convertido en un sabio mártir de la barbarie inquisitorial española.
A nivel político cayó el gabinete conservador de Maura, sustituyéndose por otro del Partido Liberal. Por otro lado se inició el acercamiento entre socialistas y republicanos para hacer frente común contra el régimen monárquico, siendo el primer paso de un proceso de colaboración que acabaría en la proclamación de la Segunda República.

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