Crónica

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Crónica de una muerte anunciada, publicada en 1981, está basada en hechos reales, acontecidos muchos años antes en Colombia.La técnica del relato simula una descripción periodística, una crónica, como su título indica. Esta Crónica, no obstante, no se ajusta del todo a la periodística. Hay una base histórica, real, de los hechos, pero su tratamiento es fruto de la libre imaginación y la creatividad del autor. Se puede decir que es un texto bifronte, de dos caras, una narración objetiva, y una fabulación narrativa. Los elementos del periodismo en Crónica son: la precisión de las coordenadas temporales; la base real del suceso y sus protagonistas; las entrevistas con los testigos; los viajes del autor al lugar del suceso; y el sumario, las investigaciones.Todos estos elementos se combinan con los más novelescos: las técnicas de estructuración de la fábula narrativa, como los planos temporales, el multiperspectivismo (diferentes puntos de vista); los cambios en la onomástica (nombres); las fabulaciones y las hipérboles (exageraciones). La novela suscitó algunas controversias respecto a su definición genérica. Una de ellas es considerarla un cuento o una verdadera novela, ya que para algunos la narración tiene mínima sustancia narrativa, y se a alargado el texto mediante detalles y trucos hábilmente explotados. Otra polémica reside en el hecho de que rebaja considerablemente la presencia de lo fantástico, lo que llevaría a una obra más realista, no sólo por la base real de los hechos, sino por la vertiente de crónica que tiene la obra. También se a destacado cierta filiación con la novela policíaca, a lo que el autor respondió que era una narración policíaca vuelta del revés. Aunque muchas cosas de la novela no tienen que ver con el género, el mantenimiento del enigma de la culpabilidad o inocencia del protagonista si lo tiene.Uno de los aspectos más interesantes de la obra es el multiperspectivismo, los diferentes puntos de vista. El narrador principal es un narrador omnisciente, pero se sirve de varios elementos para reconstruir lo sucedido: el sumario (informe jurídico), la autopsia, las cartas de su madre, sus recueros incompletos, y las numerosas manifestaciones de muchos testigos.

Todos estos elementos se formalizan de la siguiente manera: el narrador cuenta la historia en forma autobiográfica; es cronista y testigo, que dialoga y recoge en estilo directo los testimonios de diversos personajes; es transmisor de un documento informativo (sumario); y habla en tercera persona, cuando recuerda o sabe cosas.

En general la voz del narrador es objetiva, pero en los más descriptivos está impregnada de subjetividad y fantasía, de lo cual surge la polifonía (varias voces). Esto ocurre debido a que el narrador, en su papel de cronista, ha de reconstruir un caso incompleto en el sumario; del que él mismo ha sido testigo y partícipe de los hechos.

Algunos casos de esta múltiple perspectiva son: no coinciden los testimonios respecto al clima del día del asesinato; existen opiniones muy diversas respecto a Santiago Nasar; la deshonra de Ángela Vicario y la identidad del culpable se perciben de distintas maneras; y la actitud de Nasar frente al crimen es también objeto de controversia (unos hablan de pánico, otros de soberbia...).

El punto de vista dominante en la novela es el narrador, especialmente en el recuerdo de la historia de los protagonistas y en la descripción de su origen y entorno familiar. No obstante, recoge, en estilo directo e indirecto, variadas perspectivas de testigos, personajes, etc. Las voces de los testigos, etc. son la única manifestación oral, en un registro expresivo conversacional. De todas formas, el narrador siempre está presente, incluso cuando se retira al diálogo de otros personajes.

El continuo entrecruzamiento de los puntos de vista del narrador, otorga a Crónica la multiplicación del foco narrativo comprándola con el cubismo pictórico.

3. FATALIDAD.

El título contiene todos los elementos básicos de la fatalidad: hay una muerte que a sido anunciada desde un tiempo atrás, y hay un relato testimonial que se limita a contar lo que ha pasado, pero sin intervenir en los sucesos. En cierto sentido, casi todas las ficciones de García Márquez (Cien años de soledad) son crónicas de sucesos determinados de antemano, y aunque hay suspense, no hay sorpresa alguna. No es de extrañar, pues, que Crónica de una muerte anunciada empiece fatalmente de manera similar. La novela se presenta como una incursión del autor en el mundo del fatalismo. Santiago Nasar está condenado de antemano, fatalmente. No tiene arreglo posible, es un elemento estructural sin el cual la obra no sería lo que es.

En la novela, también el destino, el fatum, domina la historia hasta hacer de ella una tragedia de sentido fatal. Pero a diferencia de la tragedia clásica, aquí son las torpezas humanas, y no los dioses, que confluyen todas en un mismo resultado trágico.

Las formas con que se revista en la obra la torpeza humana son variadas:

  • Contradicción. Todo el pueblo sabe que los Vicario van a matar a Santiago Nasar, menos él, que no se entera hasta el final y, desde luego no entiende nada. La contradicción se presenta como una realidad de la trama, la torpeza humana, por eso resulta convincente y contribuye a crear la atmósfera trágica del relato.

La segunda contradicción es que en una sociedad cerrada y puritana donde además todos se enteran de todo, Ángela Vicario hubiera podido perder la virginidad con un joven del pueblo, y que tal hecho no se supiera. Esto aparece como pura fatalidad del destino.

  • Ambigüedades. Son muchos los hechos que ni los personajes ni el lector, ni siquiera el narrador, consiguen despejar. La obra está organizada en la ambigüedad esencial acerca de quién cometió el crimen de honor del que es víctima Ángela Vicario. La sensación que queda al lector es la de que Santiago Nasar fue asesinado por algo que quizás no cometió. Pero cuando Ángela, muchos años después, puede desmentir su versión, la reafirma, pero nadie le cree.

Junto a estas ambigüedades básicas aparecen otras que colaboran en el ambiente fatal. Por ejemplo, las distintas versiones que se dan sobre el clima que hacía el día de los hechos, a la identidad de la persona que deja un papel debajo de la puerta de la casa del protagonista o si los hermanos Vicario, antes de asesinarlo, estaban borrachos o no.

  • Casualidades o coincidencias. Son muchas, algunas especialmente fatales. Santiago, que casi nunca entraba en su casa por la puerta del frente, ese día lo hizo... donde le esperaban los Vicario; Luisa Santiaga y la madre de Santiago, que presentían cualquier tragedia, ese día fallaron; Cristóbal Bedoya, el amigo, que era el único que podía avisarle, no lo encontró; el papel que dejaron debajo de la puerta avisándole del peligro, no es visto hasta mucho después del crimen; aunque la familia de Flora Miguel nunca se levantaban pronto, Santiago va temprano a la casa (nadie podía pensar que estuviera allí; Yamil Shaium no encontró los cartuchos para impedir el asesinato...

Todas estas casualidades son torpezas humanas que causan la fatal tragedia.

Finalmente, los habitantes del pueblo son especialmente torpes a la hora de interpretar los hechos que les rodean. Se equivocan y posibilitan la tragedia. Los carniceros no atajaron a los Vicario porque pensaron que lo que decían era cosa de borrachos...; Merme Loaiza no le advirtió del peligro porque lo vio tan contento que pensó que todo se había arreglado; Plácida Linero, no sólo no interpretó bien los sueños de su hijo, sino que en el último momento se equivocó también, cerró la puerta de la casa cuando vio a los Vicario porque pensó que querían meterse dentro para matarlo; lo que sentenció a su hijo, que no tuvo escapatoria; Cristo Bedoya no consiguió proteger a su amigo porque pensó que estaba desayunando en casa de la familia del narrador (lo cual hubiera sido lógico); el padre Carmen Amador, cuando lo ve sano piensa que todo había sido un bulo.

En conclusión, parece claro que los personajes de esta novela son esclavos indefensos del fatum, que llega a realizarse a través de las múltiples torpezas que cometen los figurantes de la tragedia. Tanta equivocación, tanta casualidad, conducen inexorablemente al mal. Pero cabe preguntarse si la fatalidad anula la moralidad. Si el crimen tenía que realizarse, ¿qué culpa tienen quienes en él participaron de una u otra manera? Parece que ninguna. Sin embargo, al principio del capítulo 5 se enumeran algunas consecuencias que sufren ciertos personajes; parece que así expían el crimen.

4. HONRA.

La acción de Crónica de una muerte anunciada se desarrolla en medio de un ambiente de casualidades, contradicciones y equivocaciones (torpezas humanas), que posibilitan, la tragedia. Puestos a recordar años más tarde los sucesos, los habitantes del pueblo tampoco tienen los mismos recuerdos. Sólo hay dos puntos claros y firmes: el asesinato de Santiago Nasar y la creencia de todo el pueblo en la validez de su código de honor. Sobre lo único que se ponen de acuerdo los vecinos del pueblo es sobre un valor, el de la honra que, visto a su manera, sólo puede ocasionarles tragedias. Ésta es para algún crítico la ironía central de la novela. Cuando Bayardo San Román devuelve la novia a sus padres por no ser virgen, se está sentenciando a alguien a muerte, pues se le va a aplicar el código de honor vigente en el pueblo: la honra sólo se restaura con la muerte. Es éste un precepto tradicional en muchos textos literarios, desde el romancero tradicional hasta García Lorca. Aunque no se puede hablar de influencias literarias que unos y otros textos tienen sus fuentes en la literatura oral de carácter popular.

Santiago Nasar tuvo la desgracia de vivir en un pueblo de valores invertidos, poco o nada razonables. El autor no describe estos valores en su obra, pero quedan expuestos en lo que dicen y hacen sus personajes. Nada más empezar la novela, el narrador confiesa que había estado con una prostituta, y que ésta había arrasado con la virginidad de su generación. No parece que el concepto moral del pueblo censure la práctica y ejercicio de la prostitución. Además, resulta ser bien considerada en el pueblo.

Otra inversión moral que se ve en los personajes del pueblo es su materialismo. Por ejemplo, Bayardo San Román, derrocha su dinero en una boda casi inverosímil, y da muestras de no entender que el viudo se niegue durante bastante tiempo a vender su casa, aunque Bayardo le ofrezca mucho dinero.

Más referencia a la honra en sentido sexual hacen las normas vigentes en la crianza de los hijos. De los Vicario el narrador dice que los hermanos fueron criados para ser hombres, y ellas habían sido educadas para casarse. Sabían coser, lavar, planchar, bordar, tejer... La educación recibida prepara el comportamiento posterior ante “un crimen de honor”. De hecho, los hermanos Vicario mataron a Santiago Nasar por cumplir con la educación que habían recibido. Si lo asesinan es por cumplir un deber que no parece gustarles mucho. Por eso se consideran inocentes, y por supuesto, no se arrepintieron nunca. ¿Por qué? Porque sabían que habían obrado de acuerdo con el código de honor reinante en su pueblo, aceptado también por las mujeres. Cuando, por ejemplo, los hermanos Vicario le dicen a la madre de Prudencia Cortes que no tienen tiempo de tomarse un café, ella responde que se lo imagina, que el honor no espera. Y su hija añade que nunca se hubiera casado con él si no cumplía como hombre.

Este código popular del honor está tan absolutamente aceptado que nadie en el pueblo se pregunta por qué no tiene importancia que una prostituta hubiera arrasado con la virginidad de toda una generación masculina, mientras que sí la tiene, y trágicamente, que Ángela Vicario la hubiera perdido con quien fuera. Dentro de este código figura, también, la idea de que si una mujer ha perdido la virginidad fuera del matrimonio es porque ha sido forzada, en contra de su voluntad.

Y también el abogado que defiende a los hermanos acepta el código popular del honor, y la mayoría de los habitantes le pueblo lo aceptan, entre otras cosas porque los exculpa pro no haber impedido el crimen.

En conclusión, se puede decir que García Márquez ha querido expresar con esta novela una crítica irónica al código de honor imperante en el pueblo de los Vicario, que es el verdadero desencadenante de la tragedia ocurrida en la novela.

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