Oratoria y historia
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La oratoria En el mundo griego la elocuencia forma parte de la vida. Grecia antigua es una cultura eminentemente oral y siempre hubo ocasiones en las que fue necesario convencer o persuadir al prójimo para cumplir un objetivo. El desarrollo de las instituciones democráticas amplió el horizonte de la oratoria: el hombre griego tuvo que convencer de sus ideas políticas en la asamblea o que defenderse con un discursos ante un jurado. El movimiento sofístico es el primer movimiento ideológico que impulsa la oratoria en Grecia. Los sofistas inventaron y difundieron teorías sobre hablar en público, dando inicio a los preceptos de la retórica. Según Aristóteles fueron Corax y Tisias los iniciadores de los preceptos retóricos y compositores de grandes discursos. El sofista Gorgias visitó Atenas como embajador de Leontinos (Sicilia) e impresionó a los atenienses con su quehacer oratorio. Marcó escuela con el uso de antítesis verbales, iteraciones, simetrías sintácticas y sintagmáticas, paralelismos. Estos procedimientos no eran nuevos en Atenas, pero impresionó la habilidad y el grado de su uso por Gorgias.
El orígen de la historiografía puede verse en las colecciones de mitos y genealogías, así como en la recopilación de hechos por parte de los llamados logógrafos. Hasta la guerra con los persas no hubo interés por escribir historia en sentido más o menos moderno Heródoto y la historiografía. Heródoto es conocido como el “padre de la historia”. Escribe para que el tiempo no borre los hechos ocurridos. Esta actitud se corresponde con el espíritu investigador desarrollado en jonia por los pensadores llamados presocráticos. Pese a su inclinación científica, su forma de narrar se acerca a formas propias de la épica: introduce el aspecto mítico, la intervención de los dioses. Heródoto es continuador de la tradición narrativa de la épica, pero escrita en prosa y aderezada del espíritu científico de los pensadores jonios. Nos da gran información de carácter etnográfico sobre las formas de vida de los fenicios, costumbres funerarias de pueblos al norte del Mar Negro. Tiene espíritu explorador pero falta en él la crítica: es un coleccionista de anécdotas y cosas que ahora las consideraríamos sin importancia para el curso de la historia. Sin embargo, da la impresión de honestidad, lo que permite tener cierta confianza sobre sus relatos. Desde la perspectiva del historiador moderno o incluso posterior a Tucídides, la obra de Heródoto conserva cierto tono de puerilidad: acepta lo milagroso, cree que los dioses tienen celos de la excesiva prosperidad humana. Considera que los motores de la historia son la vanidad, la envidia, el miedo, el orgullo, lo que convierte su obra en una historia basada más en lo subjetivo que en lo objetivo. Con todo, Heródoto es un pionero de la etnografía: en su obra incorpora comentarios sobre la raza, la lengua, las costumbres, la religión de los pueblos que investiga. Tucídides (aprox. 460 a. C.) Fue estratego ateniense en el año 424 a. C. y padeció la peste que asoló Atenas en el 430 a. C. Tras el fracaso en una campaña militar fue desterrado durante 20 años. Se refugió en Tracia, donde poseía bienes y tuvo tiempo para dedicarse a escribir su obra, según la tradición. Su obra se conoce como Historia de la Guerra del Peloponeso, aunque este es un nombre relativamente moderno. En la Antigüedad se conocía su obra como Historias. Fue dividida en 8 libros por los filólogos alejandrinos. Jenofonte Autor polifacético, se encargó de continuar la Historia de la Guerra del Peloponeso desde el punto en el que la dejó Tucídides, hasta el triunfo tebano en 362 a. C. Esta obra es conocida como las Helénicas o Historia griega. Formó parte de la expedición que Ciro comandó contra su hermano Artajerjes II, rey de Persia, aventura que dio como fruto dos obras historiográficas, como son la Expedición de Ciro o Anábasis y la Educación de Ciro, también conocida como Ciropedia, de tono biográfico. Historia Griega o Helénicas. Se inicia en el momento en que se terminó la obra de Tucídides, sin embargo la obra no comparte con su predecesor las virtudes de gran historiador. Libros I y II. Enlace con las Historias de Tucídides. Libros III y IV. Núcleo de la obra, pasando por la victoria espartana, hasta la hegemonía de Tebas. Expedición de Ciro o Anábasis. Destaca por su carácter de relato de aventuras. Cuenta la historia de los mercenarios griegos que acompañaron a Ciro en sus pretensiones al trono de Persia. Jenofonte formar parte del ejército y tiene información de primera mano sobre las vicisitudes de éste.