Abordaje Integral Hospitalario de Anorexia y Bulimia Nerviosa: Criterios y Fases de Recuperación
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Criterios de Ingreso Hospitalario para Anorexia Nerviosa
El ingreso hospitalario de una persona con anorexia nerviosa se determina por la presencia de las siguientes situaciones críticas:
- Rapidez extrema en la pérdida de peso: Un descenso ponderal acelerado que compromete la salud.
- Tendencia a la hipotensión: Presión arterial baja, que puede asociarse a bradicardia (frecuencia cardíaca por debajo de 50 latidos/minuto).
- Presencia de hipotermia mantenida: Temperatura corporal persistentemente baja.
- Hipopotasemia inferior a 2,5 mEq/L: Niveles críticamente bajos de potasio en sangre.
- Cambios en el estado de conciencia: Manifestaciones como apatía profunda y gran postración.
- Presencia de vómitos: Episodios recurrentes de emesis.
Manejo Hospitalario de la Anorexia Nerviosa
Durante la estancia hospitalaria, el paciente con anorexia nerviosa se encuentra bajo un control estricto para asegurar la ingesta de alimentos y prevenir conductas compensatorias como el vómito o el descarte de comida. Este abordaje se complementa con un complejo tratamiento psicológico y psiquiátrico. En casos de extrema gravedad, puede ser necesaria la alimentación por sonda nasogástrica.
Fases del Tratamiento Hospitalario de la Anorexia Nerviosa
El tratamiento hospitalario de la anorexia nerviosa se estructura en cuatro fases:
Fase 1: Corrección del Trastorno Agudo
En esta fase inicial, el objetivo primordial es corregir las alteraciones agudas que ponen en riesgo la vida del paciente, tales como la deshidratación, los desequilibrios electrolíticos y las alteraciones del equilibrio ácido-base.
Fase 2: Inicio de la Realimentación
Se comienza la realimentación del paciente, ajustando las necesidades calóricas al peso actual del enfermo. Generalmente, se inicia con 30-40 kcal/kg/día, lo que equivale a 1000-1200 kcal diarias. El objetivo es lograr un incremento de peso de 500 g por semana. La ingesta calórica se aumenta progresivamente cada 24 horas, según la tolerancia del paciente, hasta alcanzar las necesidades de su peso ideal en relación con su talla.
Inicialmente, se prioriza la nutrición oral mediante una dieta calóricamente adecuada, complementada con suplementos nutricionales que ofrezcan una densidad calórica de 1 kcal/ml o 1,2 kcal/ml. En casos de rechazo manifiesto a la alimentación oral o presencia de vómitos persistentes, se instaura la alimentación enteral por sonda nasogástrica o nasoduodenal, sin exceder inicialmente un volumen de 2.000 ml al día.
Fase 3: Reeducación Nutricional y Estabilización
Una vez que el paciente muestra una franca recuperación de su peso ideal, se inicia la reeducación nutricional. El propósito de esta fase es estabilizar el trastorno alimentario y consolidar los objetivos ponderales alcanzados. Una vez logrado este objetivo, se procede a la fase IV.
Fase 4: Alta Hospitalaria y Seguimiento Ambulatorio
Esta fase marca el alta hospitalaria del paciente. Se establecen controles ambulatorios regulares para monitorear su estado nutricional y reforzar la educación sobre hábitos alimentarios saludables.
En la primera visita a estos pacientes, se valora su estado nutricional. Según los datos obtenidos y el grado de colaboración del paciente, se siguen los esquemas 1, 2, 3 y 4 de la figura 1 (no incluida en este texto). Aunque existe la posibilidad de alimentación parenteral en estos enfermos, sus indicaciones son muy escasas, reservándose para aquellos con un gran deterioro nutricional y riesgo vital, o con una grave alteración psíquica que imposibilita la alimentación enteral.
Bulimia Nerviosa (BN)
La bulimia nerviosa se define como un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) distinto de la anorexia. Se caracteriza por episodios recurrentes de ingesta masiva de alimentos (atracones), seguidos de conductas compensatorias inapropiadas para evitar el aumento de peso, como el vómito autoinducido o el uso indebido de laxantes o diuréticos.
La bulimia se manifiesta a menudo en crisis, donde la angustia precede y acompaña a una necesidad incontrolada de ingerir comida. Aunque el paciente intenta resistirse, la compulsión por comer es abrumadora. Tras el atracón, sobrevienen sentimientos intensos de culpa, remordimiento y una profunda sensación de fracaso por la pérdida de control sobre la ingesta y la incapacidad de adelgazar. En respuesta a estos sentimientos, se recurre a las conductas compensatorias mencionadas.