Acontecimientos de 1968 en México: Impacto Social y Legado Histórico
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El Movimiento Estudiantil de 1968 en México
El movimiento estudiantil de 1968 fue un movimiento social trascendental en el que participaron no solo estudiantes de la UNAM y del IPN, sino también profesores, intelectuales, amas de casa, obreros y profesionistas en la Ciudad de México. Este movimiento culminó trágicamente el 2 de octubre de 1968 con la masacre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, dispersado por el gobierno mexicano.
El hecho fue perpetrado por el grupo paramilitar denominado Batallón Olimpia y el Ejército Mexicano, en contra de una manifestación convocada por el Consejo Nacional de Huelga (CNH), órgano directriz del movimiento. Según declaraciones propias de 1969[1] y las de Luis Echeverría Álvarez, el responsable de la matanza fue Gustavo Díaz Ordaz.[2]
Consecuencias y Cifras de la Represión
Debido a la acción gubernamental y al intento de ocultar información, no se ha logrado esclarecer la cantidad exacta de asesinados, heridos, desaparecidos y encarcelados. La fuente oficial reportó en su momento 20 muertos, pero las investigaciones actuales deducen que las víctimas mortales podrían ascender a varios centenares, responsabilizando directamente al Estado Mexicano.[3]
Impacto Sociopolítico del Movimiento
Politólogos e historiadores coinciden en señalar que este movimiento y su terrible desenlace incitaron a:
- Una actitud crítica y opositora permanente y más activa de la sociedad civil, principalmente en las universidades públicas.
- El desarrollo de guerrillas urbanas y rurales.
- La apertura al periodo conocido como la Guerra Sucia.
La Fiscalía Especial para los Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (FEMOSPP) incluyó el movimiento del 68 en su informe de febrero de 2006 con respecto a dicho periodo.[4]
Contexto Internacional y Denominación
Autores como Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein y Carlos Antonio Aguirre Rojas coinciden en situar el movimiento de México dentro de un contexto planetario de luchas sociales surgidas y recreadas desde las universidades, tras un periodo de bonanza económica posterior a la Posguerra. Braudel fue el primero en denominar al movimiento como Revolución cultural de 1968, caracterizado por revolucionar para siempre los tres principales espacios de recreación de la cultura: la familia, los medios de comunicación y la escuela.[5]
La Religión del Pueblo (Nota: Este subtítulo y contenido parecen ser un fragmento ajeno al tema principal del movimiento de 1968 en México y se mantienen sin alteración estructural, solo con correcciones menores de formato y gramática).
Esta caracterización de la religiosidad popular paraguaya, a pesar de su carácter fragmentario, muestra en líneas generales una religión popular distorsionada por el proceso colonial que en gran parte expolia al pueblo de su palabra y de la posibilidad de su propia inteligibilidad, estableciendo dicotomías muy propias de toda colonización. Junto a una variedad "alta" de religión oficial y jerárquica, el pueblo tiene que reinventar una expresión religiosa considerada "baja", poco formalizada, en gran parte despalabrada, sin formulaciones teológicas, lo que le da un aspecto de caos, de confusión, de sincretismo y de superstición, que las élites culturales desprecian.
El catolicismo oficial, el catolicismo de los "curas", muchas veces extranjeros y de los extranjerizados, demasiado ligado al proyecto colonial sobre todo en sus aspectos culturales, ha dejado a la religiosidad popular en gran parte librada a su propia suerte, dimisión que está en concordancia con su ausencia del proyecto popular como tal.
Y sin embargo, el pueblo ha encontrado y sigue teniendo en la religión, como lo tuvo el pueblo guaraní, una voluntad de ser comunidad y de ser fraternidad. La religión define esencialmente su modo de ser -ñande reko-. En espera de encontrar la nueva palabra que, liberando, haga caer los muros de la división.