Ajedrez y Lenguaje: Sincronía, Diacronía y Sistemas de Valor
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El ajedrez sirve como una excelente metáfora para ilustrar la autonomía y la interdependencia de lo sincrónico y lo diacrónico en el estudio del lenguaje. De todas las comparaciones posibles, el juego de la lengua y una partida de ajedrez resultan particularmente demostrativas.
Sistemas de Valor y Modificaciones
En ambos ámbitos, nos encontramos ante un sistema de valores y somos testigos de sus modificaciones:
- Un estado del juego de ajedrez se corresponde plenamente con un estado de la lengua. El valor de cada pieza depende de su posición en el tablero, al igual que en la lengua, cada término adquiere su valor por la oposición con todos los demás términos.
- El sistema, ya sea en el ajedrez o en la lengua, es intrínsecamente momentáneo y varía constantemente.
- Para transitar de un equilibrio a otro, o de una sincronía a otra, basta el movimiento y cambio de una sola pieza; no existe una mudanza general. Este es el paralelo directo del hecho diacrónico con todas sus particularidades.
El Paralelo Diacrónico en el Ajedrez y la Lengua
Analicemos las particularidades del hecho diacrónico:
Características de los Cambios
- Movimiento de una sola pieza: Cada jugada de ajedrez involucra el movimiento de una única pieza. De manera similar, en la lengua, los cambios afectan a elementos aislados.
- Repercusión en el sistema: A pesar de afectar a un solo elemento, una jugada de ajedrez tiene repercusiones en todo el sistema. El jugador no puede prever con exactitud los límites de este efecto. Los cambios de valor resultantes pueden ser nulos, muy graves o de importancia media, dependiendo de la coyuntura. Una sola jugada puede revolucionar la partida y tener consecuencias incluso para piezas que momentáneamente no están en juego. Este fenómeno es idéntico en la lengua.
- Distinción de estados: El desplazamiento de una pieza es un hecho absolutamente distinto del equilibrio precedente y del equilibrio subsiguiente. El cambio operado no pertenece a ninguno de los dos estados; sin embargo, lo verdaderamente importante son los estados en sí mismos.
El habla opera siempre sobre un estado de la lengua, y los cambios que ocurren entre los estados no tienen lugar dentro de ellos. Para que la partida de ajedrez se asemejara completamente a la lengua, sería necesario suponer un jugador inconsciente o ininteligente.