Análisis literario de "El corazón delator" de Edgar Allan Poe
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Análisis Literario de "El Corazón Delator"
La Obsesión del Narrador
En el caso del protagonista de este relato, se puede ver cómo la personalidad de este individuo tiende a reducirse al objeto de sus obsesiones. La negación de su propia locura, al hacerse tan persistente, es otro de los motivos que le obsesionan. El más destacado, el ojo del anciano, le horroriza. El porqué de ese horror no lo explica, pero probablemente pueda entenderse como símbolo de castración, viendo el narrador en el anciano al que le falta un ojo una imagen de sí mismo que no puede soportar. Es muy interesante el modo en el que el narrador habla por la boca del anciano acerca de lo que este siente. Cuando entra en su habitación y el anciano se despierta, el narrador oye los latidos de su corazón palpitar con intensidad y le oye gemir como consecuencia de un terror mortal. Dice que él mismo también había padecido exactamente ese terror. Aquí el narrador está estableciendo una identificación de su propio "yo" con el del anciano, y por eso no puede soportar ese ojo que no ve, ese sentido de la vista mermado en el anciano, y la única solución posible es la destrucción de ese elemento, matando al anciano.
El Terror y la Culpa
Pero aquí no acaba su terror ni tampoco su obsesión, porque también le horroriza el latido del corazón del anciano antes de matarle. Cuando el rayo de luz de su linterna se posa en ese ojo, hay un momento en el que el narrador duda, y es entonces cuando ese sonido de las palpitaciones del corazón le hacen actuar, con el fin de que los vecinos no lo puedan oír. Y después de muerto es ese latido otra vez lo que le lleva a perder los nervios por completo en la parte final de la historia. Es interesante observar cómo el narrador llega al punto de no poder distinguir si esos latidos están dentro de su mente o son reales. El miedo le sobrecoge cuando cree en la posibilidad de que sean los otros quienes puedan escuchar el sonido de ese corazón palpitante. Al igual que antes, esta obsesión podría ser una llamada de atención de su subconsciente por el acto perverso que ha cometido al final y sea, por tanto, una forma de castigarse a sí mismo confesando el horrible crimen. Como apunta Hoffman, podría ser el propio corazón del asesino el que oye latir, y no el de la víctima, que pide justo castigo a la policía.