Antonio Canova: Maestro de la Escultura Neoclásica
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El Artista y su Filosofía
Canova es el escultor del Neoclásico más importante y uno de los más brillantes de la historia de la escultura. Hijo y nieto de canteros, desde muy pronto rechazó la idea de que era un artesano sometido a las normas del gremio, y defendió su categoría de artista creador. Así lo acredita su obra Dédalo e Ícaro: una alegoría de la escultura, donde, bajo los pies de Dédalo, descansan las herramientas del oficio, mientras Ícaro se pega las alas de cera que le permiten volar.
Obras Tempranas y Estilo
Desarrolla cuatro obras que muestran su interés por la escultura antigua: Teseo y el Minotauro, Amor y Psiquis abrazados, Hércules y Licas, y Perseo con la cabeza de Medusa.
Otra clave de su estilo es la calidad sensorial que transmite a las estatuas, apoyada por un acabado que luego patinaba con piedra pómez. Canova demuestra que la frialdad que tradicionalmente se ha adjudicado a la estatuaria neoclásica es falsa.
Grandes Encargos y Retratos
En la Basílica de los Santos Apóstoles, realizó los sepulcros de los papas Clemente XIII y Clemente XIV. Su éxito le lleva a Viena, donde labra el Monumento funerario de María Cristina de Austria.
En 1802, es llamado por Napoleón. En París, retratará al emperador, a su madre y a su hermana Paulina Bonaparte Borghese, a la que representa recostada en un diván, imitando a una Venus victoriosa. Esta es su obra maestra, en la que aparece reflejada toda una época bajo la sensualidad del cuerpo femenino. A la caída de Napoleón, regresará a París, como enviado del Papa, para recuperar las obras de arte que había arrebatado Napoleón.
Influencia y Últimas Obras
En 1815, los ingleses lo llaman para pedirle opinión sobre los Mármoles del Partenón que recientemente habían sido trasladados al Museo Británico. Llegó a declarar que “los mármoles de Fidias son verdadera carne”. Bajo este efecto, realiza Las Tres Gracias.
El último gran encargo internacional se trata de una escultura de George Washington en 1821, poco antes de morir. El primer presidente norteamericano aparece vestido como un emperador romano, en el momento de su renuncia al poder; es un homenaje a la honestidad y virtud del pueblo americano. Un incendio destruyó la obra, que se conoce por una copia en yeso conservada en la Gipsoteca de Possagno.