Apolo y Dioniso: Dualidad en la Filosofía de Nietzsche

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Lo Apolíneo y lo Dionisíaco en la Filosofía de Nietzsche

En su primera obra, El origen de la tragedia en el espíritu de la música, Nietzsche presenta el que será el núcleo de su filosofía: **la vida como naturaleza última de toda realidad**. La vida es lo que se ama más profundamente, pero también lo que no puede definirse, lo que se escapa a los conceptos, lo que se “vive” y no lo que se “piensa”. Por eso la vida se manifiesta como instinto espontáneo, lucha permanente y continuo cambio. Siguiendo a Arthur Schopenhauer, Nietzsche considera que la vida es **voluntad de poder**, fuerza creadora, el deseo ciego de superarse presente en todos los seres vivos.

La filosofía de Nietzsche es **vitalista** en la medida en que proclama la alegría de vivir, pero aceptar la vida es asumirla en su carácter trágico, sin enmascararla, es aceptar el sufrimiento como el precio de su belleza.

La Dualidad Apolínea y Dionisíaca

Para Nietzsche, la vida se completa por la existencia de dos dimensiones: **la apolínea** y **la dionisíaca**. La apolínea, representada por el dios **Apolo**, representa la parte racional de la vida, del orden, mientras que la dionisíaca, representada por **Dionisos**, es la parte de los impulsos, de la fuerza, del poder.

La contraposición entre ambos es evidente pero necesaria, ya que en el caso de carecer de una de estas, entonces ya no viviríamos en una vida plena. La cultura griega anterior a Sócrates y Platón asumirá la lucha existencial entre ambas dimensiones llamándolo **juego trágico**. Más tarde, con Sócrates y Platón, este equilibrio que había habido entre ambos anteriormente se rompe, y da comienzo a la decadencia del hombre y de la cultura occidental, imponiéndose Apolo (la razón) sobre Dionisos (los instintos), ya que según ambos filósofos los instintos dionisíacos pueden ser aborrecibles.

La Crítica a la Cultura Occidental y la Recuperación del Equilibrio

En la crítica de Nietzsche a la cultura occidental reivindica la recuperación de este equilibrio perdido con Sócrates y Platón y para ello debe recuperarse la parte dionisíaca de la vida, es decir, debemos decir “sí” a la totalidad de la vida con sus contradicciones.

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