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6.4 NUEVOS PROBLEMAS GLOBALES: SUBDESARROLLO Y MEDIO AMBIENTE.
6.4.1 Convergencia del Norte frente a divergencia en el Sur.
Una de las paradojas de la Edad de Oro del capitalismo es que mientras que los países desarrollados experimentaron desde el final de la Segunda Guerra Mundial el mayor crecimiento económico de su historia reciente y tendieron a converger en sus niveles de riqueza, los países en vías de desarrollo incrementaron sus niveles de pobreza relativa, distanciándose de los países ricos del Norte. Entre 1950 y 1989, países como Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y Japón se acercaron a los niveles del PIB por habitante del país hegemónico durante este período.Naciones como Etiopía, Argentina, Chile, Colombia, México, Filipinas o Perú contemplaron cómo su Producto Interior Bruto disminuía año tras año alejándose de los niveles estadounidenses a los que se habían aproximado durante el conflicto bélico mundial. Es cierto que algunos países asiáticos e India tendieron a converger durante la década de 1980 hacia los niveles de riqueza del mundo desarrollado; pero en los últimos 25 años países que habían convergido durante los años 60 y 70 experimentaron situaciones de aguda depresión económica períodos de 5 o más años sin crecimiento o de reducción de la renta percápita. El mundo es más rico que nunca y su distribución es extremadamente desigual tanto entre países como dentro de un gran numero de naciones. Como ilustra el último informe de Naciones Unidas la renta media anual del país más rico del mundo, Luxemburgo, es cien veces mayor que la de la nación más pobre, Sierra Leona. Han surgido diferencias apreciables entre las regiones económicas de los países en vías de desarrollo. África se ha convertido en el continente más pobre del planeta mientras que América Latina se ha ido transformando en la región económica con mayores niveles de desigualdad dentro de sus distintas naciones. Ejemplos como Brasil o México ilustran la extrema desigualdad entre grupos sociales en los cuales las clases medias son cada día más débiles. Para hacer frente a la creciente globalización económica no parece haber sido suficiente la creencia dominante en las décadas de 1980 y 1990 según la cual una mayor liberalización e integración de los mercados necesariamente debía conducir a una progresiva reducción de las distancias entre países ricos y pobres. Con contadas excepciones se han mantenido las desigualdades a pesar de la implicación de numerosos gobiernos en la apertura de sus sistemas comerciales y financieros al mercado internacional. Son numerosas las causas que explican la presente situación en la que vive la economía de los países del Sur. Si bien algunos de ellos consiguieron crecer durante la Segunda Guerra Mundial debido a que el Norte desarrollado fue el principal afectado durante el conflicto perdieron posiciones relativas tras el episodio bélico. Después de una breve fase durante los años 50 en la que se promovió desde los gobiernos de tales países una política de sustitución de las importaciones con el fin de desarrollar industrialmente sus respectivas economías y reducir el nivel de dependencia comercial, el Sur volvió a convertirse durante la década de 1960 en región económica dependiente y exportadora fundamentalmente de materias primas. Tal situación de dependencia se ha visto agravada por los cambios operados a partir de 1955 en la estructura del comercio mundial perdiendo peso los productos primarios como las materias primas y los productos alimenticios al tiempo que crecía la presencia de productos industriales tales como maquinaria o productos químicos. Esta relación desfavorable a los países del Sur se ha visto agravada por una sistemática reducción de los precios de las materias primas y por la repercusión que
la crisis del dólar tuvo en sus economías: sus diferentes monedas nacionales perdieron valor en relación al dólar especialmente entre 1975 y 1983, hecho que afectó gravemente a los términos del intercambio internacional en naciones como Argentina, Brasil, Chile o México. En un mercado internacional aparentemente liberalizado, los países desarrollados han disfrutado de un acceso preferencial a los mercados de capital y han sido menos vulnerables a los cambios experimentados en el mercado internacional de bienes y servicios. Los inversores suelen preferir países con mayor riqueza y capital humano, así como instituciones e infraestructuras mejor desarrolladas que les aseguran menor riesgo a sus inversiones. Los países pobres tienen economías y estructuras de exportación menos diversificadas lo que les hace más vulnerables a los cambios en los precios de las mercancías y a los sobresaltos de los mercados financieros internacionales. A todo ello hay que sumar el hecho de que los países pobres han tenido escaso poder de negociación en las instituciones internacionales establecidas tras la Segunda Guerra Mundial para la regulación de los intercambios comerciales y financieros. Escasamente democráticas controladas por países industrializados instituciones como el OMC, el FMI o el BM generalmente han promovido los intereses económicos de las naciones desarrolladas. El OMC, por ejemplo, ha apostado por la reducción de los aranceles para la exportación de los productos industriales procedentes de los países desarrollados. El agravamiento de los desequilibrios en las balanzas comerciales de los países pobres ha incrementado el poder del FMI, cuya fundación originaria era poner a disposición de sus miembros recursos financieros para corregir tales desequilibrios. Dicha organización multilateral ha incrementado su poder para exigir como condición para la concesión de nuevos préstamos o la renegociación de los intereses de los préstamos en vigor que los países en vías de desarrollo limiten la intervención del Estado en sus economías y reduzcan su gasto público. A pesar de su apuesta por la liberalización de la economía mundial, el Norte desarrollado ha mantenido sus políticas económicas de apoyo a sus sectores primarios. Por el contrario, muchos países de las regiones económicas del Sur han asumido a veces tajantemente, la liberalización de sus economías reduciendo la intervención del Estado y el gasto público. Tal desregulación ha tenido consecuencias sociales en algunos casos dramáticas al disminuir la oferta de sus incipientes servicios públicos y, consiguientemente, al aumentar los niveles de pobreza y de desigualdad entre grupos. La trágica experiencia del último cuarto del siglo XX ha provocado el surgimiento de movimientos sociales antiglobalizadores o reglobalizadores algunos de los cuales puestan por democratizar las instituciones económicas multilaterales o por recuperar el consenso moral en torno a la pobreza y la desigualdad generadas por el capitalismo.
6.4.2. Agresiones medioambientales.
La actividad productiva humana a lo largo de la historia apenas ha incidido en el medio ambiente hasta la Revolución Industrial. Momento a partir del cual el hombre pasó a consumir materias primas y energía principalmente ahora de origen mineral a gran escala de manera que alteró de manera sensible su entorno natural. La alteración del medio natural no fue preocupante hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Momento a partir del cual se sumaron de un lado los efectos de la contaminación acumulada durante siglo y medio de actividad industrial con los derivados de una nueva economía basada en el consumo de masas. La nueva estructura económica se sustentó en la producción y consumo de grandes cantidades de bienes y servicios para lo cual se hizo preciso el uso de grandes cantidades de materias primas y de fuentes de energía obtenidas a bajos precios y consumidas como si fuesen inagotables. Parte del desarrollo económico se debió además a la no repercusión en los precios del coste que suponía la agresión al medio ambiente tanto por la emisión de gases derivados del consumo de energía como por el vertido de residuos. No fue hasta la primera crisis del petróleo de 1973
cuando la humanidad y en especial el mundo desarrollado tomó conciencia de un grave problema en sus tres vertientes principales:
1- Contaminación y salinización de las tierras de cultivo: por plaguicidas y pesticidas o por exceso de explotación. En especial en terrenos marginales de zonas muy pobladas y con escasez de agua del tercer mundo donde se dio una sobreexplotación de cultivos. A lo que hay que añadir la deforestación causada por la explotación maderera incontrolada o para la obtención de pastos para el ganado vacuno con destino a las cadenas de comida rápida. Problema éste íntimamente ligado a los grandes incendios, que no sólo contribuyen a la deforestación y desertificaciónsino también a la contaminación atmosférica por la emisión de gases.
2- Contaminación de las aguas marinas y terrestres. Las primeras por: a) la emisión durante siglos de residuos industriales y humanos no tratados b) por los vertidos de residuos de combustibles de los petroleros y otros barcos mercantes c) por los de crudo provenientes de la limpieza de tanques o de accidentes de los petroleros. Las aguas dulces por similares motivos se encuentran en gran medida igualmente contaminadas. A lo que hay que añadir su escasez en un planeta cada vez más poblado y con menos agua disponible.
3- Contaminación atmosférica: a) La derivada de la emisión de gases con alto contenido en partículas de carbono consecuencia de la combustión de
minerales fósiles empleados como energía en los procesos industriales en el hogar y en los medios de transporte. Se puede afirmar ya con base
científica que dicha emisión es la causante del llamado efecto invernadero y de un probable cambio climático de consecuencias todavía no del todo determinadas pero puede que pronto sean irreversibles. b) La lluvia ácida causada por la combustión de carbón y petróleo con altos contenidos de azufre, que se deposita en las nubes y quema los bosques. c) La contaminación nuclear producida por los residuos escapes y accidentes nucleares de centrales eléctricas, material médico y armamento de este tipo. d) emisión de gases con clorofluorocarburos (CFC) que atacan la capa de ozono.
6.4.1 Convergencia del Norte frente a divergencia en el Sur.
Una de las paradojas de la Edad de Oro del capitalismo es que mientras que los países desarrollados experimentaron desde el final de la Segunda Guerra Mundial el mayor crecimiento económico de su historia reciente y tendieron a converger en sus niveles de riqueza, los países en vías de desarrollo incrementaron sus niveles de pobreza relativa, distanciándose de los países ricos del Norte. Entre 1950 y 1989, países como Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia y Japón se acercaron a los niveles del PIB por habitante del país hegemónico durante este período.Naciones como Etiopía, Argentina, Chile, Colombia, México, Filipinas o Perú contemplaron cómo su Producto Interior Bruto disminuía año tras año alejándose de los niveles estadounidenses a los que se habían aproximado durante el conflicto bélico mundial. Es cierto que algunos países asiáticos e India tendieron a converger durante la década de 1980 hacia los niveles de riqueza del mundo desarrollado; pero en los últimos 25 años países que habían convergido durante los años 60 y 70 experimentaron situaciones de aguda depresión económica períodos de 5 o más años sin crecimiento o de reducción de la renta percápita. El mundo es más rico que nunca y su distribución es extremadamente desigual tanto entre países como dentro de un gran numero de naciones. Como ilustra el último informe de Naciones Unidas la renta media anual del país más rico del mundo, Luxemburgo, es cien veces mayor que la de la nación más pobre, Sierra Leona. Han surgido diferencias apreciables entre las regiones económicas de los países en vías de desarrollo. África se ha convertido en el continente más pobre del planeta mientras que América Latina se ha ido transformando en la región económica con mayores niveles de desigualdad dentro de sus distintas naciones. Ejemplos como Brasil o México ilustran la extrema desigualdad entre grupos sociales en los cuales las clases medias son cada día más débiles. Para hacer frente a la creciente globalización económica no parece haber sido suficiente la creencia dominante en las décadas de 1980 y 1990 según la cual una mayor liberalización e integración de los mercados necesariamente debía conducir a una progresiva reducción de las distancias entre países ricos y pobres. Con contadas excepciones se han mantenido las desigualdades a pesar de la implicación de numerosos gobiernos en la apertura de sus sistemas comerciales y financieros al mercado internacional. Son numerosas las causas que explican la presente situación en la que vive la economía de los países del Sur. Si bien algunos de ellos consiguieron crecer durante la Segunda Guerra Mundial debido a que el Norte desarrollado fue el principal afectado durante el conflicto perdieron posiciones relativas tras el episodio bélico. Después de una breve fase durante los años 50 en la que se promovió desde los gobiernos de tales países una política de sustitución de las importaciones con el fin de desarrollar industrialmente sus respectivas economías y reducir el nivel de dependencia comercial, el Sur volvió a convertirse durante la década de 1960 en región económica dependiente y exportadora fundamentalmente de materias primas. Tal situación de dependencia se ha visto agravada por los cambios operados a partir de 1955 en la estructura del comercio mundial perdiendo peso los productos primarios como las materias primas y los productos alimenticios al tiempo que crecía la presencia de productos industriales tales como maquinaria o productos químicos. Esta relación desfavorable a los países del Sur se ha visto agravada por una sistemática reducción de los precios de las materias primas y por la repercusión que
la crisis del dólar tuvo en sus economías: sus diferentes monedas nacionales perdieron valor en relación al dólar especialmente entre 1975 y 1983, hecho que afectó gravemente a los términos del intercambio internacional en naciones como Argentina, Brasil, Chile o México. En un mercado internacional aparentemente liberalizado, los países desarrollados han disfrutado de un acceso preferencial a los mercados de capital y han sido menos vulnerables a los cambios experimentados en el mercado internacional de bienes y servicios. Los inversores suelen preferir países con mayor riqueza y capital humano, así como instituciones e infraestructuras mejor desarrolladas que les aseguran menor riesgo a sus inversiones. Los países pobres tienen economías y estructuras de exportación menos diversificadas lo que les hace más vulnerables a los cambios en los precios de las mercancías y a los sobresaltos de los mercados financieros internacionales. A todo ello hay que sumar el hecho de que los países pobres han tenido escaso poder de negociación en las instituciones internacionales establecidas tras la Segunda Guerra Mundial para la regulación de los intercambios comerciales y financieros. Escasamente democráticas controladas por países industrializados instituciones como el OMC, el FMI o el BM generalmente han promovido los intereses económicos de las naciones desarrolladas. El OMC, por ejemplo, ha apostado por la reducción de los aranceles para la exportación de los productos industriales procedentes de los países desarrollados. El agravamiento de los desequilibrios en las balanzas comerciales de los países pobres ha incrementado el poder del FMI, cuya fundación originaria era poner a disposición de sus miembros recursos financieros para corregir tales desequilibrios. Dicha organización multilateral ha incrementado su poder para exigir como condición para la concesión de nuevos préstamos o la renegociación de los intereses de los préstamos en vigor que los países en vías de desarrollo limiten la intervención del Estado en sus economías y reduzcan su gasto público. A pesar de su apuesta por la liberalización de la economía mundial, el Norte desarrollado ha mantenido sus políticas económicas de apoyo a sus sectores primarios. Por el contrario, muchos países de las regiones económicas del Sur han asumido a veces tajantemente, la liberalización de sus economías reduciendo la intervención del Estado y el gasto público. Tal desregulación ha tenido consecuencias sociales en algunos casos dramáticas al disminuir la oferta de sus incipientes servicios públicos y, consiguientemente, al aumentar los niveles de pobreza y de desigualdad entre grupos. La trágica experiencia del último cuarto del siglo XX ha provocado el surgimiento de movimientos sociales antiglobalizadores o reglobalizadores algunos de los cuales puestan por democratizar las instituciones económicas multilaterales o por recuperar el consenso moral en torno a la pobreza y la desigualdad generadas por el capitalismo.
6.4.2. Agresiones medioambientales.
La actividad productiva humana a lo largo de la historia apenas ha incidido en el medio ambiente hasta la Revolución Industrial. Momento a partir del cual el hombre pasó a consumir materias primas y energía principalmente ahora de origen mineral a gran escala de manera que alteró de manera sensible su entorno natural. La alteración del medio natural no fue preocupante hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Momento a partir del cual se sumaron de un lado los efectos de la contaminación acumulada durante siglo y medio de actividad industrial con los derivados de una nueva economía basada en el consumo de masas. La nueva estructura económica se sustentó en la producción y consumo de grandes cantidades de bienes y servicios para lo cual se hizo preciso el uso de grandes cantidades de materias primas y de fuentes de energía obtenidas a bajos precios y consumidas como si fuesen inagotables. Parte del desarrollo económico se debió además a la no repercusión en los precios del coste que suponía la agresión al medio ambiente tanto por la emisión de gases derivados del consumo de energía como por el vertido de residuos. No fue hasta la primera crisis del petróleo de 1973
cuando la humanidad y en especial el mundo desarrollado tomó conciencia de un grave problema en sus tres vertientes principales:
1- Contaminación y salinización de las tierras de cultivo: por plaguicidas y pesticidas o por exceso de explotación. En especial en terrenos marginales de zonas muy pobladas y con escasez de agua del tercer mundo donde se dio una sobreexplotación de cultivos. A lo que hay que añadir la deforestación causada por la explotación maderera incontrolada o para la obtención de pastos para el ganado vacuno con destino a las cadenas de comida rápida. Problema éste íntimamente ligado a los grandes incendios, que no sólo contribuyen a la deforestación y desertificaciónsino también a la contaminación atmosférica por la emisión de gases.
2- Contaminación de las aguas marinas y terrestres. Las primeras por: a) la emisión durante siglos de residuos industriales y humanos no tratados b) por los vertidos de residuos de combustibles de los petroleros y otros barcos mercantes c) por los de crudo provenientes de la limpieza de tanques o de accidentes de los petroleros. Las aguas dulces por similares motivos se encuentran en gran medida igualmente contaminadas. A lo que hay que añadir su escasez en un planeta cada vez más poblado y con menos agua disponible.
3- Contaminación atmosférica: a) La derivada de la emisión de gases con alto contenido en partículas de carbono consecuencia de la combustión de
minerales fósiles empleados como energía en los procesos industriales en el hogar y en los medios de transporte. Se puede afirmar ya con base
científica que dicha emisión es la causante del llamado efecto invernadero y de un probable cambio climático de consecuencias todavía no del todo determinadas pero puede que pronto sean irreversibles. b) La lluvia ácida causada por la combustión de carbón y petróleo con altos contenidos de azufre, que se deposita en las nubes y quema los bosques. c) La contaminación nuclear producida por los residuos escapes y accidentes nucleares de centrales eléctricas, material médico y armamento de este tipo. d) emisión de gases con clorofluorocarburos (CFC) que atacan la capa de ozono.