Aristóteles: El Buen Ciudadano y la Participación en la Polis Griega

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El Concepto Aristotélico del Buen Ciudadano

El ciudadano perfecto no existe, solo el buen ciudadano. El buen ciudadano es un hombre virtuoso en el que confluyen dos virtudes esenciales:

  • La prudencia para mandar.
  • La obediencia siendo súbdito.

Este encuentra el punto justo en todas las cosas.

Definición de Ciudadano

Ciudadano es aquel hombre político, que es o puede ser dueño de ocuparse, tanto personal como colectivamente, de los intereses comunes y tiene participación activa en los asuntos públicos.

Ciudadanía por Naturaleza

Aristóteles era naturalista, por lo que para él la ciudadanía es, en cierto sentido, natural. Distinguía dos formas principales por las que se podía adquirir la ciudadanía (aunque él favorecía claramente una):

  • Ius sanguinis (derecho de sangre): Basado en la ascendencia, es decir, ser hijo de padres ciudadanos.
  • Ius terrae (derecho de tierra): Basado en el lugar de nacimiento.

Para Aristóteles, el ius terrae no era el criterio válido; sostenía que la verdadera ciudadanía se obtiene por nacimiento de ciudadanos, es decir, por sangre (ius sanguinis).

La Esclavitud en la Visión Aristotélica

Aristóteles consideraba que la única esclavitud 'natural' era la hereditaria, la por nacimiento. Por esto, no justificaba la esclavitud derivada de la guerra u otras circunstancias sobrevenidas, aunque aceptaba la institución como necesaria para el funcionamiento de la polis y el ocio ciudadano.

La Importancia del Ocio para la Ciudadanía

Para Aristóteles, la ciudadanía plena es indispensable la participación. Hay que ser un miembro activo de la sociedad, y para ello se requiere ocio (scholē). El ciudadano debe tener un 'alma liberal', no destinada únicamente al trabajo productivo. El ser humano necesita tiempo libre para dedicarse a la política, la filosofía y las artes. La existencia de esclavos, en su visión, facilitaba este ocio necesario para los ciudadanos.

El Papel Excluido de la Mujer

Aristóteles sostenía que la mujer debía ser apartada de la vida política. Argumentaba que su alma, aunque superior a la del esclavo, era comparable a la del niño en cuanto a su capacidad de deliberación racional plena, por lo que no poseía un 'alma liberal' en el sentido requerido para la ciudadanía activa. Su esfera era el hogar (oikos).

Democracia, Debate y Voto

En la sociedad ateniense que Aristóteles conoció y analizó, la democracia difería de la concepción moderna. El elemento crucial no era simplemente el voto, sino la argumentación y el debate público en la asamblea. Primero se debatía, se exponían y defendían argumentos, y luego se procedía a la votación.

La exclusión de la mujer de la política se justificaba, según esta visión, por su supuesta incapacidad para ser un ciudadano pleno en este sentido deliberativo. Incluirlas, desde esta perspectiva, distorsionaría el proceso político.

Teoría y Realidad Social

La teoría de Aristóteles sobre la ciudadanía, incluyendo sus exclusiones, no debe entenderse como 'machista' en el sentido anacrónico moderno, sino como la constatación y justificación filosófica de una serie de estructuras y prejuicios sociales profundamente arraigados en la Grecia de su tiempo.

Ciudadanía, Estado y Virtud

Los Ciudadanos como Elementos del Estado

Los ciudadanos son los elementos constitutivos del Estado (polis). El rasgo distintivo del verdadero ciudadano es el goce de las funciones judiciales y deliberativas (ser juez y magistrado, o participar en la asamblea).

Origen de la Ciudadanía

Aunque en la práctica se consideraba ciudadano al individuo nacido de padre y madre ciudadanos, Aristóteles reconoce que esta condición no se le puede exigir retroactivamente a los primeros ciudadanos, a los fundadores de la ciudad.

Virtud del Ciudadano vs. Virtud del Hombre Bueno

Los ciudadanos son miembros de una asociación política, la polis, y la virtud del ciudadano se define en relación con la contribución al bien y la estabilidad de esa comunidad y su régimen político específico. Por tanto, varía según la constitución.

Aunque idealmente todos los ciudadanos deberían aspirar a ser hombres buenos, la virtud del ciudadano no es necesariamente idéntica a la virtud del hombre bueno en un sentido absoluto y ético. Un buen ciudadano en una tiranía podría no ser un hombre bueno en términos morales universales. Además, la virtud requerida del ciudadano común no es la misma que la del magistrado que gobierna, quien necesita especialmente la virtud de la prudencia (phronesis).

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