Aristóteles y la Polis: La Perfección Humana a Través de la Vida Ciudadana y el Logos
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La Teleología Aristotélica y la Polis como Fin
Aristóteles postula que la naturaleza es finalidad y que la causa final representa lo óptimo. Esto se debe a que el ser humano más completo es aquel que ha alcanzado su meta y su perfección inherente. Esta concepción se extiende a la organización social: así como un niño evoluciona hacia la juventud y luego a la madurez plena, las familias progresan hacia aldeas, y estas, a su vez, se transforman en ciudades. De este modo, la ciudad (polis) se erige como la meta y la perfección de toda agrupación social.
De ahí se desprende la conclusión, algo retórica, del texto: aquel que se opone a la vida ciudadana, que infringe sus leyes o actúa en su contra (ya sea por anhelar un retorno a la vida aldeana o por buscar su disolución en una entidad mayor, como los imperios), es por naturaleza o un ser inferior (un animal solitario o de rebaño) o, paradójicamente, “más que un hombre”. Sin embargo, dado que un hombre no puede ser intrínsecamente “más que un hombre”, se infiere que quien es enemigo de la vida en la polis, al no poder superar su condición humana, es en realidad algo inferior, un mero animal; incluso, como Aristóteles menciona en otra parte, “el peor de los animales”. Este pasaje revela múltiples conexiones con otras ideas fundamentales de la filosofía aristotélica.
El Hombre como Zoon Politikon y el Poder del Logos
Ya hemos aludido, de forma incidental, a las conexiones de este texto con las teorías aristotélicas de la naturaleza, el acto y la potencia, y la causa final. No obstante, es crucial destacar su relación con el pasaje subsiguiente en la misma obra, la Política. En este, se afirma que el ser humano es un ser que “tiene la palabra” (logos), es decir, que se comunica con otros para establecer los valores éticos y políticos: lo justo, lo bueno, lo honesto, entre otros.
Aristóteles sostiene que el ser humano es inherentemente social y ciudadano precisamente porque posee el logos. Es a través del diálogo con otros individuos como nos constituimos en seres sociales. Además, solo el hombre que reside en la polis dispone del tiempo libre necesario para deliberar sobre los valores éticos y políticos, lo cual representa su perfección como ser humano. Únicamente cuando los hombres dialogan sobre la esencia de la vida y cómo debe ser vivida, pueden forjar una comunidad política, ya que estas se fundamentan en un conjunto compartido de valores éticos y políticos.
En síntesis, la vida ciudadana facilita la comunicación de pensamientos y el desarrollo del logos, y, recíprocamente, la existencia del logos hace posible la vida en la ciudad. Esta interdependencia se resume en la poderosa afirmación: la polis crea el logos, y el logos crea la polis.