Arquitectura Barroca en Roma: Maderno, Bernini y la Transformación de San Pedro y el Palacio Barberini

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La Basílica de San Pedro: Manierismo y Transición al Barroco

La fachada principal de la Basílica de San Pedro, con su composición típica de los palacios manieristas, presenta pilastras pareadas que enmarcan pequeños vanos abiertos en forma de hornacina.

Las ventanas del piso noble están rematadas con una alternancia de frontones triangulares y curvos, y cada una de ellas cuenta con un pequeño balcón.

En el ático, se observa una alternancia de ventanas hornacina y ventanas achatadas; las primeras están decoradas en su parte superior con un dintel.

La fachada principal, por su marcada horizontalidad, evoca un estilo excesivamente renacentista.

Estructura y Referencias Arquitectónicas

La estructura general del edificio incorpora una serliana de tramo recto y tramo curvo, complementada por pares de columnas que sostienen los tramos rectos. Esta serliana guarda relación con el Palacio del Te en Mantua, obra de Giulio Romano (1525-1535).

La serliana de San Pedro solo se llegó a construir hasta la altura de la fachada, ya que Maderno no deseaba restar importancia a la cúpula. Además, los extremos con pilastras que hubieran enmarcado la composición, enlazan con el proyecto original de Miguel Ángel, basado en pilastras.

La parte central evoca un centro tetrástilo. Maderno prosigue con la articulación iniciada por Miguel Ángel, repitiendo su modelo decorativo, aunque la cubierta mantiene la bóveda de cañón con lunetos, característica del Barroco.

Se conservan los grandes pilares que soportan la cúpula, y el muro generado por estos inmensos pilares se articula, al igual que en el exterior, con pilastras pareadas de orden gigante que crean espacios para las ventanas con hornacinas.

El Interior de la Basílica

El interior de la basílica presenta la misma articulación que el exterior, con capiteles corintios y un fuste estriado cuya parte inferior está formada por bastones. Sobre las pilastras, un entablamento clásico aprovecha el friso corrido para introducir una leyenda, y sobre la cornisa se elevan las bóvedas de cañón con casetones, cuya ornamentación varía según su ubicación en la basílica.

El pseudoábside y los tres brazos de la cruz se cubren con bóvedas de cuarto de esfera, dotadas de una decoración muy nerviada que confiere profundidad a la bóveda.

En el crucero, las pechinas actúan como anillo, y desde los pies, se despliega la perspectiva barroca.

Maderno respetó la limpieza y la visión unificada proyectada por Miguel Ángel. Posteriormente, Bernini dirigió la decoración y añadió un baldaquino de proporciones gigantescas, diseñado para guiar al fiel hacia el altar mayor, proyectándolo con un óculo de luz en la parte posterior. Todo ello conforma un espacio sumamente dinámico.

Las naves laterales presentan una compartimentación similar a la de la Iglesia del Gesú y San Andrés de Mantua.

Detrás de cada pilar, un tramo cubierto con bóveda de cañón alberga los altares con inmensos sepulcros.

Con Bernini, la basílica transita hacia un Barroco pleno, donde todo se cubre de decoración, transformándose en un verdadero museo de escultura.

En la entrada, antes de acceder a la nave, se encuentra una ventana termal: un arco o media circunferencia partida por dos pilares que enmarca una ventana rectangular y dos triangulares que se adaptan a la curva.

El resultado final es que, gracias a los tres tramos añadidos por Maderno y las pequeñas capillas coincidentes con las naves interrumpidas que rodean el crucero, se logra la planta de cruz latina con un gran pórtico de ingreso, manteniendo siempre el espíritu de espacio centralizado, el Martyrium.

Palacio Barberini, Roma (1623-1644)

Este proyecto fue encargado por el papa Urbano VIII a Maderno en el año 1628. La idea inicial de Maderno era continuar con el Palacio Urbano, relacionándolo con el Palacio Farnese, obra de Sangallo y Miguel Ángel.

Las dos grandes alas del Palacio Barberini siguen una organización similar a la del Farnese: un atrio porticado, un patio principal, escaleras que darán acceso a la parte noble, etc. Sin embargo, Maderno falleció un año más tarde, y el segundo proyecto fue presentado por Bernini, quien trabajó en él entre 1629 y 1633, contando entre sus colaboradores con Borromini.

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