El Arte de la Argumentación: Elementos y Falacias

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El Juego de la Argumentación

Con frecuencia, nos vemos obligados a justificar ante los demás o ante nosotros mismos nuestras creencias, opiniones o acciones: tenemos que argumentar. La argumentación es una actividad lingüística que consiste en dar razones. Estas razones, llamadas premisas, nos sirven para justificar la conclusión. El nexo entre las premisas y la conclusión se llama inferencia.

La conclusión es la explicación que damos, pero no siempre sirve para justificar. Por ejemplo, estar enfermo es una buena razón para justificar la falta de asistencia a clase; sin embargo, tener un examen muy difícil a tercera hora puede explicar la falta de asistencia a segunda hora, pero no justificarla.

Elementos Constructivos de un Argumento

Las premisas son las razones que se presentan para justificar la conclusión que “se sigue” de ellas. En muchos argumentos, podemos distinguir, además, los siguientes elementos constructivos:

  • Tesis: El enunciado que se quiere justificar. Generalmente, la conclusión.
  • Razones: Los hechos que se presentan para justificar la tesis.
  • Garantía: Permite a las razones prestar apoyo a la tesis.
  • Respaldo: Base última de la que depende la fiabilidad de la garantía.

Argumentación Irrelevante

Argumento Ad Hominem o Ataque Personal

Son argumentos que van en contra de una opinión atacando a la persona que la mantiene. Se produce, así, no un debate sobre la verdad de una afirmación, sino la descalificación personal del adversario.

Ejemplo: El principal partido de la oposición no está legitimado para criticar la reforma laboral de nuestro Gobierno, pues cuando él gobernó, su política de empleo fue un desastre.

Es frecuente también acudir al “tú también lo has hecho” (tu quoque), o al “todos lo hacen” (argumento del ventilador) para descalificar al interlocutor o justificar algo, evitando así dar razones para apoyar lo que se pretende defender.

Argumento Ad Autoritatem o de Autoridad

En estos argumentos se defiende una opinión sin ofrecer pruebas, solo por el hecho de ser mantenida por una autoridad. Sin embargo, apelar a un experto para apoyar lo que queremos defender puede ser razonable.

Ejemplo: Es verdad porque lo he leído en un libro.

Argumento Ad Baculum (“al Bastón”)

Estos argumentos acuden a amenazas para conseguir que el interlocutor acepte una determinada opinión. Con estos argumentos no se pretende tanto convencer como asustar.

Ejemplo: Hay que evitar la entrada de emigrantes a nuestro país si no queremos perder nuestra identidad cultural.

Argumento Ad Populum

No pretende convencer al auditorio, sino apelar a sus sentimientos para conseguir que se adhiera a una propuesta. Se incluyen en este grupo aquellos argumentos en los que se defiende una opinión por el hecho de que “todo el mundo” está de acuerdo con ella (argumento ex populo). Es frecuente también acudir a la “naturaleza”, a la “normalidad”, o a “lo que hace la mayoría” para justificar una opinión o una conducta.

Ejemplo: Esta medida política se justifica porque la han tomado todos los países de nuestro entorno.

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