El Arte Gótico: Orígenes, Evolución y Características Esenciales

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Introducción Histórica al Arte Gótico

Aunque la palabra Gótico se empleó despectivamente —para quienes así lo entendían, era el arte de los bárbaros medievales—, lo cierto es que nace y es posible gracias a una mejora en la vida de la Europa Occidental. Se originó en Francia en el siglo XII y se extendió por la Europa Occidental hasta, incluso, mediados del siglo XVI.

En el siglo XII, mejoraron las técnicas agrícolas, aumentó la población y las ciudades comenzaron a crecer. Volvió el comercio y la riqueza, que ahora se concentraría en el mundo urbano. La nueva clase burguesa demandaría de los artistas edificios grandiosos que dieran fama a sus ciudades. La maestría de los constructores permitió que esto fuera posible.

Este tipo de edificio nos habla de épocas pasadas: las Cruzadas, las reliquias, las peregrinaciones... Además, su construcción era impulsada por reyes más poderosos que los antiguos monarcas. Estas construcciones también ponían en evidencia el poder real frente a una nobleza feudal en decadencia.

Características Generales del Arte Gótico

La arquitectura sigue siendo el eje central del arte, aunque la escultura aumenta su presencia y empieza a sobresalir, tomando un protagonismo notable en los edificios. La pintura también adquiere mayor importancia: ya no solo ocupa los muros, sino que se utilizan las tablas de madera como soporte y se desarrollan nuevas técnicas, como el óleo. Aunque los edificios religiosos siguen dominando, los nuevos y ricos ciudadanos costean palacios, universidades o lonjas. También encargan sus retratos. El Gótico ya no es, pues, un arte exclusivamente religioso.

Características Arquitectónicas del Gótico

Los principales elementos góticos son el arco apuntado y la bóveda de crucería. Estos elementos permitieron una nueva distribución de fuerzas. La altura del edificio creció, logrando una gran esbeltez; los muros no tuvieron que ser tan gruesos, e incluso pudieron sustituirse por vidrieras, lo que otorgó una luminosidad inédita a sus edificios. En los ángulos de las bóvedas de crucería se colocaron unos arcos, denominados arbotantes, que trasladaban el empuje de las cubiertas a los contrafuertes exteriores. Unos pináculos ayudaban a los contrafuertes a soportar el peso, a la vez que servían de decoración y reafirmaban el aspecto ascendente de las construcciones.

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