El Barroco: Desengaño, Belleza y la Búsqueda de lo Absoluto
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El Desengaño Barroco y la Búsqueda de Sentido
El Barroco se presenta como un aprendizaje de desengaños, una purificación del alma a través de su descenso. El engaño es constante, y el narrador, sin remordimientos, nos guía por este camino. A la desilusión y al tenebrismo se contrapone la búsqueda de un absoluto humano, una intensificación del juego vital. Mientras que en el Renacimiento la poesía se tomaba con seriedad, en el Barroco se convierte en un juego, una exploración de la belleza, aunque teñida de vacío. Esta sensación se asemeja a la tristeza que sigue al placer, una paradoja existencial.
El Pensamiento Barroco: Acumulación y Contradicción
El pensamiento barroco se caracteriza por la acumulación de conocimiento, ejemplificada por los enciclopedistas de la época. Sin embargo, este conocimiento carece de un marco funcional, se basa en el pensamiento mágico, analógico y simbólico. La pérdida, con sus posibilidades de desarrollo, y el hombre como absoluto mortal, son paradojas que el Barroco explora.
La Evolución de las Ideas Estéticas en el Barroco
El siglo XVII presencia una evolución del pensamiento estético. La oscuridad barroca se intensifica, contrastando con la búsqueda de la belleza y la exaltación de la sensorialidad. Los sentidos se convierten en un refugio para el hombre inestable. La experiencia, central en la poética del Siglo de Oro, adquiere nuevos matices: se vuelve más abstracta y se opone a la autoridad renacentista, afirmando el "yo" individual. El hombre barroco conoce y goza del mundo, pero consciente de sus límites. Esta doble vía de desengaño se manifiesta en una interpretación negativa del mundo, influenciada por la Contrarreforma, y en una reacción opuesta: el disfrute pleno de la sensorialidad.
La Belleza Frágil y la Naturaleza
El Barroco se interesa por la belleza de la creación divina, como la flor, efímera y frágil. Esta temática, presente en el Renacimiento, se amplía en el Barroco. La naturaleza se convierte en objeto de contemplación, y la belleza se asocia a la armonía. Esta contemplación se transforma en una actividad inmanente y autónoma. A diferencia del paisaje idealizado del Renacimiento, el Barroco se centra en la individualización, representando el paisaje por sí mismo, como en las pinturas de jarrones de flores. El jardín, símbolo de contemplación estética y rechazo del mundo exterior, se convierte en un espacio de regodeo sensorial, contrastando con los jardines misteriosos y grotescos del Renacimiento, como el Jardín de Bomarzo.
Góngora y el Culteranismo
El estilo antivulgar de Góngora se relaciona con el conceptismo, plataforma del artificio barroco y la Contrarreforma. Góngora crea brillantes asociaciones metafóricas. Mientras que el conceptismo busca la concisión, el culteranismo desarrolla la belleza por encima de todo. El culteranismo, caracterizado por el uso de neologismos, fue utilizado despectivamente en la época de Góngora y Lope. Sin embargo, es preciso reconocer la erudición de los culteranos.