Bartolomé Esteban Murillo: Biografía, Estilo y Obras Clave del Barroco Sevillano
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Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682): El Maestro de la Dulzura Barroca
Introducción a su Obra y Legado
Bartolomé Esteban Murillo fue un gran maestro del Barroco sevillano y europeo, ampliamente reconocido por su delicadeza, su espiritualidad y su capacidad para transmitir emociones con dulzura. Aunque nunca abandonó Sevilla, supo absorber influencias de la pintura flamenca, genovesa y veneciana presentes en iglesias y colecciones privadas de la ciudad. Alcanzó enorme fama por la belleza y ternura con que representó motivos religiosos, especialmente sus Vírgenes con el Niño, sus Inmaculadas y las figuras infantiles de Jesús, todas tratadas con una dulzura inédita hasta entonces. También fue muy valorado fuera de España, particularmente por sus escenas de niños callejeros, de temática profana, que se cotizaron incluso por encima de obras de Tiziano o Van Dyck.
Biografía y Contexto Artístico
Su biografía está marcada por la tragedia: perdió a sus padres de niño y seis de sus nueve hijos murieron antes que él. Hombre profundamente religioso, fue un devoto participante de la Semana Santa sevillana y fundó en 1660 la Academia del Arte de la Pintura, tras una breve estancia en Madrid, que contribuyó a consolidar su prestigio artístico. Su estilo pasó por tres fases bien definidas.
Las Fases Estilísticas de Murillo
1. El Periodo Frío (hasta aproximadamente 1656)
La primera etapa, conocida como “periodo frío”, muestra una clara influencia de Zurbarán: tenebrismo moderado, contraste de luces, dibujo preciso y superficies pulidas. En esta etapa, sus composiciones combinan lo cotidiano con lo sagrado de forma entrañable y accesible.
2. El Periodo Cálido
Más adelante, en una etapa intermedia llamada “periodo cálido”, Murillo comenzó a alejarse del tenebrismo e introdujo efectos de contraluz y una pincelada más libre, influido por los venecianos. Sus colores ganan intensidad y se acomoda a formatos mayores y composiciones más monumentales.
3. El Periodo Vaporoso: Madurez Artística
Finalmente, en sus últimos veinte años, desarrolla su estilo más personal, el llamado “periodo vaporoso”. Las figuras se envuelven en una atmósfera luminosa, suave y etérea; los rostros son bellos, idealizados y serenos, y el uso del color se hace más difuso y transparente. Es en este momento cuando alcanza su madurez artística con imágenes que transmiten una sensación de paz, misticismo y dulzura, especialmente en sus múltiples versiones de la Inmaculada, donde la Virgen aparece como una joven vestida de azul y blanco, rodeada de ángeles y sobre una luna creciente, siguiendo la visión del Apocalipsis. Esta iconografía se convirtió en el modelo más difundido y admirado de la Inmaculada en la pintura occidental.