Baruch Spinoza: Su Filosofía sobre Dios, la Naturaleza y la Libertad

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Biografía de Baruch Spinoza

Baruch Spinoza nació en Ámsterdam en 1632, procedente de una familia de judíos sefardíes que huyeron de Portugal. Se educó en la comunidad judía de Ámsterdam, donde reinaba cierta tolerancia, y leyó a Hobbes, a Lucrecio y a Descartes. Aunque recibió una educación ortodoxa judía, se fue distanciando de ella. Tras la muerte de su padre, ya no tuvo que ocultar su descreimiento, así que en 1656 fue expulsado de la comunidad judía, excomulgado y desterrado.

Tras la expulsión, se retiró a un suburbio y publicó su Apología (su obra perdida). Para sobrevivir, se dedicó a pulir lentes. A lo largo de su vida, alcanzó hitos importantes:

  • 1660: Redactó su exposición de la filosofía cartesiana, Principia philosophiae cartesianae.
  • 1670: Se mudó a La Haya, donde vivió hasta su muerte.
  • 1675: Publicó la más famosa de sus obras, la Ética.

Le ofrecieron una cátedra de filosofía en la Universidad de Heidelberg, pero la rechazó. Murió por tuberculosis en 1677, a los 44 años. Sus amigos editaron en latín y en holandés todas las obras que encontraron.

El Sistema Filosófico de Spinoza

Spinoza creó un sistema muy original con una mezcla de elementos judíos, escolásticos y estoicos. Su pensamiento se articula en torno a una idea central: la existencia de una única sustancia.

Dios como Sustancia Única: Deus sive Natura

Spinoza reduce las tres sustancias cartesianas a una sola, que identificaba como Dios o como la Naturaleza, según su célebre expresión Deus sive Natura. Para Spinoza, la sustancia es la realidad, causa de sí misma y de todas las cosas. Por ello:

  • Todos los objetos físicos son los "modos" de Dios contenidos en el atributo de extensión.
  • Todas las ideas son los "modos" de Dios contenidos en el atributo de pensamiento.

Las cosas son naturaleza naturada (lo creado), mientras que la sustancia es naturaleza naturante (lo creador). Con Spinoza, pues, ya no existe el problema de la ruptura entre cuerpo y alma, pero se abre un tremendo problema para explicar la libertad humana.

El Determinismo y la Libertad Humana

Descartes había diferenciado el pensamiento para sustraerlo del determinismo mecánico de la extensión. Sin embargo, Spinoza, al postular una sola sustancia, afirma un determinismo riguroso que solo deja un resquicio poco alentador y paradójico.

Al postular Spinoza una sola sustancia, se acaba afirmando un determinismo riguroso en el que la libertad aparecería solo cuando el ser humano acepta que todo está determinado. El hombre se liberaría por medio del entendimiento.

La Ética: El Conatus y la Sabiduría

En su Ética demostrada según el orden geométrico, Spinoza desarrolla su visión sobre las pasiones humanas y el camino hacia la felicidad.

El Conatus y la Relatividad del Bien

El conatus, o el deseo de perseverar en el ser, es lo que determina nuestras acciones: deseamos aquello que aumenta nuestro poder, nuestro conatus, y despreciamos lo que lo disminuye.

Brevemente: no deseamos una cosa porque sea buena, sino que es buena porque la deseamos.

Así, Spinoza procede a explicar todos los sentimientos como una suma o variante de estos principios. Parecería entonces que todo es relativo: el mal debe expresarse en términos de conveniencia o inconveniencia, utilidad o mayor o menor alegría. Sostener en el siglo XVII que el pecado no existe ni su castigo fue una operación intelectual extraordinaria.

La Liberación a través del Entendimiento

En consecuencia, en la ética de Spinoza no hay lugar para la queja, ya que todo es perfecto bajo la voluntad de Dios. Quejarse de que Dios no le dio una voluntad perfecta a Adán es como quejarse de que 2+2 no sea 4. La única satisfacción para el ser humano es el amor intelectual de Dios. Así, el filósofo puede llegar a confundirse con el amor trascendente, entender que todo sucede por una razón divina y comprender las cosas que nos ocurren como han sucedido y sucederán eternamente.

Esto es lo que significa ver las cosas sub specie aeternitatis: amar lo que nos sucede teniendo en cuenta la eternidad, desde la óptica de la eternidad.

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