Baudelaire: Evasión, Belleza y Simbolismo en la Búsqueda del Ideal
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Baudelaire invita a su amante a huir lejos, a una exótica y lujosa ciudad de canales donde "todo (...) es orden y belleza". En este poema aparece ya una manifestación del modernista deseo de evasión de una sociedad burguesa rechazada por el artista, quien intenta buscar la belleza en el lujo y el refinamiento de paisajes exóticos.
El ideal al que aspira Baudelaire para escapar del spleen, el hastío vital, el tedio que siente hacia un mundo caótico y deshumanizado, aparece aquí como una ciudad innominada, aunque por su descripción recuerda a Venecia, que identifica con la figura de la amante ("un país como tú"). Es posible que tanta indefinición lo que quiera comunicarnos es que ese ideal no es concreto, no se encuentra en ningún lugar; quizá sea una manifestación más del motivo de la belleza como única manera de trascendencia, de elevar al poeta por encima del resto de los mortales, tema que recuerda al Romanticismo (Keats y su Oda a un ánfora griega).
Como los parnasianos, el poeta defiende el ideal del "arte por el arte": frente al creciente utilitarismo de la sociedad industrial del siglo XIX, el arte y la belleza están por encima del bien y del mal y son el único consuelo de la vida. Pero la belleza no se encuentra en la realidad inmediata que rodea al autor, que le repele, sino que hay que buscarla en la evasión a otros mundos exóticos y lejanos. En España, el mejor ejemplo es Rubén Darío.
Simbolismo en Baudelaire
Por otro lado, el poema también es una buena muestra del simbolismo en el que milita Baudelaire. Para los simbolistas, el lenguaje común, racional y lógico, no es suficiente para acceder al misterio de la Creación (entendida como creación poética o como sinónimo de la armonía del universo). Pero como el oficio del poeta es expresar con palabras lo que es inefable, tienen que recurrir a los símbolos para expresar todo aquello que está más allá de la razón, puesto que, como señala Valle-Inclán en La lámpara maravillosa, existe un mundo trascendente e incognoscible al que solo se puede acceder a través de la sensibilidad y la intuición, a la manera de los poetas místicos españoles.
En el texto, los objetos bellos ("muebles", "flores", "techos" y "espejos") son símbolos que establecen correspondencias con la belleza armónica del universo, solo cognoscible para el artista a través de las percepciones sensoriales de esos símbolos. De ahí la importancia de la sinestesia ("su dulce lengua", "una cálida luz"). Por eso, son las informaciones sensoriales de esos símbolos (colores: "muebles relucientes"; aromas: "vago aroma del ámbar"; texturas: "por la edad pulidos") percibidas por los sentidos las que, como en la filosofía platónica, hacen recordar al alma el mundo armónico -la Creación- de donde procede ("todo allí hablaría / en secreto al alma / su dulce lengua natal").
Pasión Erótica y Muerte
Es característico de Baudelaire, además, que la pasión erótica aparezca en sus poemas íntimamente relacionada con la corrupción y la muerte. Aquí lo observamos en el contraste entre el carácter puro y virginal ("Mi niña, mi hermana") como está presentada la amante del poeta, y la alusión al incesto y a la muerte ("Amar a placer / amar y morir"). Puede que se esté refiriendo a una dama que conoció en su juventud en la isla Mauricio, en su frustrado viaje a la India, a donde su padrastro lo envió para que se formara como diplomático. Aunque no llegó a mantener ninguna relación erótica con esta mujer, Baudelaire siempre la asociará al amor puro e inalcanzable y, por tanto, al ideal que se opone al spleen.