Berlioz y la Revolución de la Sinfonía Romántica

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Berlioz y la innovación sinfónica

Musicalmente, Hector Berlioz fue uno de los principales innovadores del siglo XIX. Con sus sinfonías, rebasó los límites del sinfonismo clásico.

La Sinfonía fantástica: consagración de la música programática

La Sinfonía fantástica (1830) es su obra principal y representa la consagración de la música programática. Se basa en una vivencia personal: en 1827, asistió en París a una representación de Hamlet, de la que salió profundamente impresionado, especialmente por la actriz irlandesa que interpretaba el papel de Ofelia, Harriet Smithson. Ella provocó en él una intensa pasión amorosa, y fue este arrebato de amor lo que le inspiró esta gran obra. La subtituló «Episodios de la vida de un artista», con claras referencias autobiográficas.

Berlioz incluso redactó un programa para seguir la obra: «Un joven músico se envenena con opio en un momento de desesperación amorosa. La dosis de narcótico, insuficiente para provocarle la muerte, lo sume en un profundo sueño acompañado por las más extrañas visiones, durante las cuales sus sensaciones, sentimientos y recuerdos se traducen en imágenes musicales. Incluso la mujer amada se convierte en una melodía».

La «idea fija» y la estructura de la obra

Precisamente, la novedad de esta obra radica en la «idea fija», un tema musical que representa a la amada y que reaparece continuamente a lo largo de la sinfonía, anticipándose al leitmotiv de Wagner. La obra está estructurada en cinco movimientos:

  1. Sueños y pasiones
  2. Un baile
  3. Escena en el campo
  4. Marcha hacia el cadalso
  5. Sueño de una noche de aquelarre

Una orquestación revolucionaria

Pero lo más sorprendente de Berlioz es su imaginativa orquestación: introdujo efectos y combinaciones orquestales desconocidas hasta entonces. Todo ello, Berlioz lo trata en su famoso Tratado de instrumentación y orquestación modernas, el primer libro sobre esta temática.

Otras grandes obras sinfónicas

Entre las restantes obras sinfónicas de Berlioz destaca Harold en Italia (1834), una serie de «cuatro escenas» que le fueron sugeridas por la lectura de Childe Harold de Lord Byron. Como en el caso de la Sinfonía fantástica, también hay un tema recurrente, una especie de idea fija confiado a la viola solista, instrumento que interviene a lo largo de la obra a la manera de un concierto. Paganini, que encargó esta obra a Berlioz, se negó a interpretarla porque no se prestaba suficientemente a su lucimiento personal.

En 1839 creó su sinfonía dramática Romeo y Julieta, basada en la obra de Shakespeare, para gran orquesta, solistas y coros en siete movimientos.

Legado e influencia

Estas tres sinfonías, especialmente la Sinfonía fantástica, convirtieron a Berlioz en el abanderado de la tendencia radical del movimiento romántico, y todos los compositores de música programática posteriores estuvieron en deuda con él.

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