El Bienestar del Menor en Centros Residenciales: Claves para su Desarrollo y Recuperación

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Necesidad de Afrontar la Separación

Los niños que han sido separados de sus familias manifiestan una fuerte sensación de pérdida, cuyas consecuencias varían en función de la edad y de las diferencias individuales:

  • Para los más pequeños, estas consecuencias están vinculadas a los trastornos de apego.
  • En el caso de los mayores, los efectos de la separación guardan cierta semejanza con el proceso de duelo derivado del fallecimiento de una figura trascendental en sus vidas.

En el momento del ingreso, el niño debe percibir que va a estar en un lugar acogedor y seguro donde se le va a cuidar. Es fundamental acompañarle en todo momento, favorecer la expresión de sus sentimientos, responder a sus dudas y hacer que se sienta comprendido.

La estancia en un centro debe ser un paréntesis lo más breve posible en la vida de un menor. Si este objetivo se cumple, pronto tendrá que afrontar otro cambio significativo: dejar el centro para incorporarse a un contexto familiar.

La preparación para la salida constituye un proceso continuo que debe tenerse presente desde el ingreso y que, además, debe quedar reflejado en el Proyecto Educativo Individualizado (PEI).

Necesidad de Normalización e Integración

El niño ha vivido una situación extraña y, a menudo, traumática: reconocimientos médicos, conversaciones con adultos desconocidos y serios, compartir habitación con niños que no conoce, comida distinta, y la rotación de los adultos que le cuidan. Todo esto puede provocarle sentimientos de inseguridad y dudas. Por ello, es crucial mantener, en la medida de lo posible, los vínculos con su vida anterior.

Necesidad Rehabilitadora y Terapéutica

Es frecuente la atención en espacios residenciales por parte de profesionales externos como psicólogos y psiquiatras infantiles, psicopedagogos, fisioterapeutas y logopedas, entre otros.

El educador infantil puede contribuir notablemente en los procesos terapéuticos como agente de apoyo y colaborador del personal especializado que se ocupa del diagnóstico y tratamiento. En muchas ocasiones, será entrenado para la aplicación de determinados ejercicios o acciones rehabilitadoras.

Para ello, el educador debe estar formado sobre el maltrato y sus consecuencias, adquirir destrezas para saber identificar signos e indicadores de posibles trastornos, contribuir a fomentar un ambiente compensador y colaborar activamente con los especialistas en los procesos de intervención.

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