El burlador de Sevilla y convidado de piedra: Temas, estructura y estilo de la obra de Tirso de Molina

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El burlador de Sevilla y convidado de piedra

El burlador de Sevilla y convidado de piedra se revela como una obra típica del Siglo de Oro, que sigue la teoría dramática de Lope de Vega. Su autor, Tirso de Molina, fue un dramaturgo, poeta y narrador español del Barroco. Tirso es, después de Lope y Calderón, la figura más importante del teatro español. Su teatro sigue al de Lope en la amplia libertad de su técnica y en su vivo dinamismo escénico, y ofrece notas peculiares, como el presentar personajes fuertemente caracterizados y el apartarse del mundo convencional.

Estructura de la obra

Se trata de una obra en tres actos:

  • Planteamiento: Isabela, Tisbea.
  • Nudo: Ana.
  • Desenlace: Aminta, Batricio.

Es una obra que rompe la regla renacentista de la unidad de acción, tiempo y espacio:

  • Acción: Doble (aventuras del protagonista y vida de la corte con sus intrigas).
  • Lugares: Muy lejanos y diversos.
  • Tiempo: No definido.

Es una obra que renuncia a la división entre tragedia y comedia, tanto por sus personajes como por sus tonos.

Temas

Presenta los típicos temas de la época: justicia, engaño, honor, valor y salvación.

Lenguaje y estilo

El tono en general es conceptual y agudo, con diálogos ágiles. Encontramos monólogos de elegante estilo, con un lenguaje rico en metáforas y símbolos. Por lo que respecta al estilo, es importante destacar el arte del diálogo, con parlamentos fluidos y momentos memorables de agudas réplicas y contrarréplicas.

Métrica

Utiliza dos tipos métricos preferentes: romance y redondilla. El romance se utiliza para las relaciones y en el desarrollo dramático. La redondilla se utiliza para el desarrollo de la historia en sus episodios generales.

El castigo de Don Juan

El burlador de Sevilla y convidado de piedra: El castigo del protagonista, que muere y se condena después del banquete macabro ofrecido por la estatua del Comendador, a quien había invitado a cenar, se presenta como el justo fin de una desenfrenada vida de placeres. El siglo XVII no podía reaccionar de otro modo ante la figura de Don Juan, encarnación típicamente barroca del ansia nunca satisfecha de goces sensuales.

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