Las Burlas de los Duques: El Viaje de Don Quijote y Sancho Panza (Capítulos 9 y 10)

Clasificado en Lengua y literatura

Escrito el en español con un tamaño de 4,69 KB

Capítulo 9: El incidente del barco y el encuentro con la Duquesa

Al llegar Don Quijote a la orilla del río Ebro, divisó un barco sin remos. Sancho y él se montaron en la barca, y una fuerte corriente los llevó hacia unos grandes molinos de agua situados en la mitad del río.

El rescate de los molineros

Los molineros, al ver cómo Don Quijote y Sancho se dirigían peligrosamente hacia las ruedas de los molinos, los sacaron de la barca con unos palos. Inmediatamente, los molineros fueron tras ellos para evitar que se ahogaran.

Después de pagar a los dueños el dinero correspondiente por el daño causado a la barca, se marcharon del río. Al día siguiente, Don Quijote y Sancho encontraron a una Duquesa con su criada, a la cual Don Quijote le presentó su intención de servirla cuando fuese necesario. La Duquesa había reconocido a Don Quijote, ya que había leído la primera parte de *El Quijote*.

Llegada al castillo y las primeras burlas

Don Quijote y Sancho acompañaron a la Duquesa a su castillo, puesto que ambos Duques eran lectores de libros de caballería y deseaban pasar unos días con Don Quijote. En cuanto llegaron, se dispusieron a cenar. Durante la cena, la Duquesa preguntó a Don Quijote sobre Dulcinea.

El cura que acompañaba a los Duques insultó a Don Quijote, tildándolo de loco. Don Quijote, en respuesta, le ofreció un elocuente discurso sobre la caballería andante.

Después de ese discurso, el cura se rió de Sancho y de su prometida ínsula. El Duque, sin embargo, le dijo a Sancho que él le concedería la ínsula que le había prometido Don Quijote, y Sancho se volvió loco de alegría.

El ritual del lavado de cara

Tras la cena, aparecieron unas doncellas que comenzaron a lavarle la cara a Don Quijote. Las doncellas fingieron quedarse sin agua, dejando al caballero con la cara enjabonada. Los Duques, al ver esto, se rieron, pero para que el caballero no se diese cuenta de la broma, el Duque también se lavó la cara.

Posteriormente, la Duquesa le preguntó a Don Quijote si Dulcinea existía o si era producto de su imaginación. Don Quijote le respondió que si Dulcinea existía o no era algo de lo que no merecía hablarse, pero que «dentro de él mismo estaba y con eso valía».

La Duquesa acordó junto con el Duque que les gastarían a Sancho y a Don Quijote otra broma.

Capítulo 10: La cacería nocturna y el desencanto de Dulcinea

Los Duques se llevaron a Don Quijote a cazar y, al caer la noche, montaron las tiendas para pernoctar. Al cabo de un rato, se dieron cuenta de que se acercaba una procesión de carros, liderada por el personaje del Diablo. Estos venían en nombre de Montesinos y prometían revelar la manera de desencantar a Dulcinea.

La aparición de Merlín y la penitencia de Sancho

En el último carro apareció un personaje llamado Merlín, el cual se conmovió al ver a Dulcinea convertida en aldeana. Merlín decidió que la única manera de que Dulcinea volviese a tener su belleza original era que Sancho se diese tres mil trescientos azotes en la espalda.

Sancho, al oír esto, le dijo a Don Quijote que no pensaba dárselos. Además, argumentó que si era Don Quijote el que tenía tanta intención en volver a ver a Dulcinea, que se diera él los azotes y que no se lo pidiera a Sancho, ya que él no tenía culpa alguna.

El Duque intervino y dijo que si Sancho no se daba los azotes, no le daría el gobierno de la ínsula, pues demostraría ser un gobernador muy duro. Sancho, al oír esto, aceptó con la condición de que él debía decidir cuándo se daría los azotes.

Y así volvieron al castillo, donde las burlas de los Duques iban a continuar.

Entradas relacionadas: