La búsqueda de la felicidad a través de la sabiduría y la virtud
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Naturaleza de la felicidad
El filósofo Pascal dice: "Todos los seres humanos, sin excepción, buscan ser felices, aunque difieran en los medios que emplean para ello. La felicidad es el motivo de todas sus acciones, incluso de las que causan la perdición".
Aristóteles pensaba que el ser humano busca un bienestar del que pueda decir que le satisface plenamente. La felicidad no nos viene dada, sino que tenemos que conquistarla.
Platón y Aristóteles consideraron que la felicidad es el bien supremo, y que los demás (dinero, placeres…) se buscan como medios para alcanzar la felicidad, la cual es un fin en sí misma.
Se distingue, por tanto, de la alegría, que es la exteriorización de la satisfacción del vivir, y de la dicha, que es el sentimiento interior de la alegría. También se distingue el placer, que es el efecto de una satisfacción puntual de un deseo o una necesidad. Mientras que el placer es instantáneo o pasajero, la felicidad debería de ser permanente.
La felicidad es una situación de riqueza interior y cultivo de la espiritualidad, de paz, porque los deseos están satisfechos, y de armonía consigo mismo y con los demás.
Sabiduría, virtud y felicidad.
El hedonismo es la doctrina filosófica que consiste en que el placer es el principal componente de la felicidad. El filósofo Epicuro afirmaba que para que esto sea así es precisa una buena dosis de sabiduría. Hay una sabiduría que de los deseos que se funda en una tarea de la razón. Por tanto, no cualquier placer hace al ser humano feliz. Esta solo la produce el placer como consecuencia de perturbaciones y de dolores.
Así pues, una búsqueda de placeres sensibles intensos y pasajeros, la concepción epicúrea de la felicidad como equilibrio corporal y ausencia del dolor y de turbación impone la moderación en lo referente a las satisfacciones. Solo los deseos y las necesidades naturales deben satisfacerse. Se impone, la prudencia en la elección del tipo de placeres de los que se va a disfrutar: lo inteligente es renunciar a los placeres que en un futuro van a causar un dolor mayor y resistir el dolor que a la larga producirá un placer mejor.
La dificultad de ser felices
J. S. Mill en el hedonismo social dice que “La mayor felicidad para un mayor número de posibles personas”. La felicidad es un ideal al que solo podemos aproximarnos parcial y temporalmente. Es imposible lograr esa estabilidad continuada del bienestar que define la felicidad, aunque, es posible la satisfacción de todos nuestros deseos.
Kant considera que la felicidad no tiene su origen en la satisfacción de los instintos, sino que, la felicidad para él es el sumo bien como síntesis de vida virtuosa y felicidad.
Razón práctica y conciencia moral.
Según Platón y Aristóteles, la felicidad se relaciona con la virtud, o sea, con la búsqueda y el cultivo del bien. Cuando hacemos el bien, nos sentimos satisfechos porque cumplimos con nuestro deber. Así pues, la moral se sitúa en in terreno intermedio entre la impulsividad pura y la racionalidad absoluta. Para vivir moralmente dice Kant, el ser humano debe superar los comportamientos impulsivos y analizar sus deseos a la luz de su razón.
Para la realización de su comportamiento moralmente bueno, los seres humanos contamos con la razón práctica o conciencia moral, que es la actividad mental por la que nos representamos la rectitud, o la ausencia de rectitud, de una decisión, acción u omisión. La razón práctica se adquiere en el proceso de socialización, es, pues, la facultad de hacer juicios o valoraciones morales y comprender la obligación incondicional que impone el sentido del deber. Se suele distinguir en:
- Conciencia moral antecedente: procede a la realización del acto, a la decisión de actuar o no actuar. Se percibe como una sugerencia de la razón a hacer el bien.
- Conciencia moral consecuente: es posterior a la acción, decisión u omisión, y consiste en una reflexión o juicio de la razón sobre lo hecho, decidido u omitido.
De los criterios morales absolutos a la conciencia moral: Llevar a cabo el propio proyecto de vida, representa el deber fundamental de todo ser humano y, en consecuencia, el criterio último para la valoración ética de lo bueno y de lo malo.