El Camino de la Salvación: Desde la Promesa Mesiánica hasta la Vida Eterna en Cristo

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La Promesa del Mesías en el Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento nos cuenta cómo el pueblo judío anhelaba la llegada de un enviado que hiciera realidad la promesa que Dios había hecho a su pueblo. En la tradición judía, a esa persona tan ansiada se le dio el nombre del Mesías (en hebreo significaba “el ungido”, “el enviado”). Este Mesías traería la paz a la humanidad, haría realidad los sueños del pueblo y supondría la libertad y la felicidad definitiva para todo ser humano. La presencia de este Mesías que habría de llegar es continua durante todo el Antiguo Testamento. Era parte de la promesa que Dios le hizo a Abraham; la libertad que él traería se vislumbró en la salida de Egipto del pueblo judío con Moisés, y la mayor parte de los profetas anunciaron su venida.

Jesús: El Mesías Anunciado y el Reino de Dios

A lo largo de su vida, Jesús se presentó como el Mesías esperado mientras anunciaba la buena noticia del Reino de Dios. Sin embargo, Jesús no es solo un mensajero, sino que es Dios mismo hecho hombre, introduciéndose en nuestra historia.

La Salvación en Cristo

Jesús mostró que Dios es la fuente de vida. La vida que Dios trae es una vida sin fin donde cada uno puede alcanzar la felicidad en unión con todos sus hermanos. De ahí que los cristianos afirmemos que Jesús vino a traer la salvación a los seres humanos, entendiéndose esta como una salvación abierta a todos, que se ofrece de manera gratuita, que necesita la colaboración humana y que debe ser aceptada por cada persona.

Jesús, Nuestro Redentor

Redimir es sinónimo de rescatar, sacar de la esclavitud o poner fin a algún tipo de dolor. Los cristianos también llaman a Jesús su Redentor porque con Cristo se sienten liberados del pecado, de la muerte y de todo aquello que esclaviza al ser humano. Cristo nos rescató de la esclavitud del pecado que impide que las personas sean felices y se relacionen con Dios como Él desea.

La Resurrección y la Promesa de Vida Eterna

Jesucristo resucitó tras su muerte en la cruz. Esta resurrección no tendrá fin. Además, la resurrección supone el triunfo definitivo sobre la muerte, es decir, la muerte no tiene la última palabra. Jesús no hizo desaparecer la muerte, pero sí le quitó el poder que tenía sobre la humanidad.

La Vida Eterna: Una Analogía

Jesús nos dio ejemplos para entender cómo será esa vida. La vida eterna aparece comparada con un fruto:

  • La semilla es la existencia de cada persona.
  • Es plantada en la tierra: una imagen para hablar de la muerte.
  • Da mucho fruto: sin embargo, pasadas las semanas, de la semilla brota una vida nueva. El fruto sigue siendo de la semilla, pero transformada. Esto sucederá en nuestra resurrección.

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