Características y Estilos de la Pintura Románica

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Características de la Pintura Románica

La pintura románica participa de las mismas características esenciales de la escultura. Esencialmente es tributaria de la arquitectura, y apenas existen ejemplos de pintura exenta, por lo que lo más característico será la pintura mural. Aunque se conservan algunos pocos ejemplares de pintura al temple, lo normal es que la pintura románica se realizara al fresco.

Sus características esenciales, además de las ya vistas para la escultura, son:

  • Se usa el temple y el fresco, con una paleta escasa, donde el color es a veces usado de manera discrecional, con un valor simbólico.
  • Se pinta sobre cualquier paramento (horror vacui), y, sobre todo, en cúpulas, ábsides y frontales de altar.
  • Las líneas se perfilan y los colores se aplican en grandes superficies, generalmente en tintas planas de gran luminosidad.
  • No suele aparecer la perspectiva, la proporcionalidad ni el movimiento, y los volúmenes se aplanan, dando lugar a una pintura antinaturalista, muy expresionista, con una fuerte tendencia a la simetría y al hieratismo simbólico.
  • La pintura adquiere un carácter narrativo y didáctico, con composiciones simples y estereotipadas, llenas de símbolos y convencionalismos (pies en “V”, isocefalia, repetición seriada de gestos y posturas, etc.), y con una fuerte jerarquización, tanto de tamaño de lo representado como en la ocupación del espacio.

Estilos de la Pintura Románica

Existen dos estilos bien definidos dentro de la pintura románica:

  • El bizantino es el que se da, por ejemplo, en las iglesias del románico gerundense. Se tiende a la monumentalidad, al estatismo y a los colores planos con fondos muy luminosos.
  • El francorrománico, extendido por toda Europa a través de los caminos de peregrinación, tendente a dejar los fondos blancos, con escenas dinámicas y temas tratados con menos severidad y con más gusto por el detalle. Es el estilo que observamos en San Isidoro de León.

Soportes y Ejemplos Destacados

En cuanto a los soportes, el principal es el muro, que se solía cubrir por completo de enlucido y éste, después, de pintura, como se puede apreciar en el interior del Panteón Real de San Isidoro de León (llamado la Capilla Sixtina del Románico), donde se puede disfrutar del mejor conjunto de pintura románica conservado en Europa.

La parte más cuidada es el ábside, en cuya bóveda de cuarto de esfera se solía representar al Pantocrátor y el Tetramorfos, como en la famosa representación de Sant Climent de Taüll.

Otras Manifestaciones Pictóricas

Las representaciones pictóricas no murales, las pocas que se conservan suelen ser frontales o antipendios de altar. Estos tienen casi siempre una estructura muy estandarizada: el panel se divide en cuatro cuadrantes y en el centro aparece la figura principal, generalmente un santo o santa o la Virgen María, y en cada cuadrante aparece una escena referida a la vida del personaje central.

Miniaturas Medievales

Mención aparte debe hacerse de las miniaturas medievales. Desde el colapso del Imperio Romano, en los monasterios europeos se llevó a cabo una excepcional labor de conservación y reproducción de códices miniados que posibilitó el que no se perdiera gran parte del escaso saber clásico que aún se conservaba en forma de libro.

Los scriptoria monacales produjeron gran cantidad de obras maestras que se siguieron copiando y reproduciendo durante el periodo románico. De hecho, de esta época tenemos los más bellos códices de confección hispana, los llamados códices mozárabes, especialmente las múltiples copias del Comentario al Apocalipsis, más conocido por el nombre de su autor, Beato de Liébana, que entronca con las corrientes milenaristas.

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