Carlos V en Mühlberg: Retrato Ecuestre y Propaganda Imperial de Tiziano
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Carlos V en la Batalla de Mühlberg: Un Retrato Ecuestre de Tiziano
Autor: Tiziano
Períodos: Renacimiento, Manierismo
Género: Retrato
Ubicación: Museo Nacional del Prado
Cronología: 1548
Nos encontramos ante un retrato, género que había comenzado a desarrollarse en el Renacimiento italiano en relación con la importancia del individuo que trajo consigo el humanismo. Sin embargo, el retrato no se concibe como una pura celebración individual, sino que su objetivo es otro: la propaganda. No interesa tan solo la imagen del personaje, sino su importancia política.
Para conseguir este efecto, Tiziano recurre a una fórmula que viene desde la Antigüedad: el retrato ecuestre como símbolo del poder (estatua ecuestre de Marco Aurelio, Roma).
Carlos V aparece sobre su caballo a punto de entrar en combate, y vestido, por tanto, con indumentaria militar. La batalla de Mühlberg tenía una especial significación política, por ser la clave de todo el problema religioso que enfrentaba la Europa del siglo XVI entre católicos y reformistas.
De esta manera, lo que pinta Tiziano es una idea política: la defensa del catolicismo, encarnado en la figura del emperador, que se convierte en una especie de nuevo héroe clásico a los ojos de sus súbditos.
Realiza esto sin renunciar a la idea de la fidelidad física ni, tampoco, al retrato psicológico, dejándonos ver a un hombre ya cansado al que solo su voluntad le hace seguir adelante.
Esta doble condición (como personaje histórico y persona real) es uno de los grandes logros del lienzo que abrirá una profunda corriente de influencias, Velázquez entre ellos, en sus retratos regios.
Tiziano utiliza el óleo y, como se irá viendo, consigue una definición del paisaje y del tratamiento del color totalmente renovador.
Las figuras del emperador y su cabalgadura se inscriben en un triángulo, forma muy normal en el Renacimiento. Sin embargo, no ocupan el espacio central del cuadro, sino que se encuentran ligeramente desplazados hacia la izquierda, cerrados por el fondo oscuro de los árboles.
Esta ligera descompensación la realiza el pintor para equilibrar el movimiento de las figuras hacia la izquierda, marcada por el paso del caballo y la lanza que apuntan hacia un fondo mucho más iluminado por el crepúsculo.
Tiziano consigue de esta manera un equilibrio sin renunciar al movimiento que debería tener el tema.
El dibujo, que era la base de las obras anteriores y contemporáneas del centro de Italia, pierde su papel fundamental a la hora de componer el cuadro. Tiziano, continuando la línea marcada por su maestro, Giorgione, realiza las figuras sin un dibujo previo sobre el lienzo. En vez de esto, utiliza el color aplicado en cortas pinceladas para definir los volúmenes, con lo que pierde algo de detalle a favor de una mejor representación del ambiente y de la relación del paisaje y los personajes.
El color es utilizado con gran maestría. En general, se puede observar la importancia de los cálidos, sobre todo en los rojos de la figura del emperador que nos llaman la atención sobre él y su montura. El fondo se compone gracias a la contraposición de zonas oscuras sobre las que sobresale el crepúsculo dorado que forma una especie de halo en torno a la figura.
Cabe destacar la maestría en el uso de la luz y sus reflejos presente en la armadura que luego podemos encontrarnos, entre otros, en el Entierro del Conde Orgaz del Greco.
Las distintas calidades de los objetos se consiguen a través de la luz y la pincelada, consiguiendo bruñidos en la armadura que contrastan con el carácter vaporoso de las plumas del yelmo o la fragilidad de las hojas de los árboles.
La perspectiva se realiza utilizando la técnica del sfumato ya realizada por Leonardo que pasó a Venecia a través de Giorgione.