La Casa de Bernarda Alba y Pedro Páramo
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La Casa de Bernarda Alba
Esta obra de Lorca escrita en 1935 pertenece al subgénero de la tragedia dentro del teatro de preguerra, caracterizado por su tendencia rompedora. El intento de reproducir las pasiones y el destino fatal del ser humano, en concreto de la mujer, se plasma en la obra de manera magistral a través del conflicto materno-filial. Inspirada en un suceso real, desarrolla la lucha entre el principio de autoridad, encarnado en Bernarda y la libertad, representada por Adela, su hija. El orden impuesto por Bernarda no puede ser discutido, prueba de ello es la palabra "silencio" que abrirá la obra y que también aparecerá al final y desencadenará el desenlace trágico del suicidio de Adela. Esta visión del poder, interiorizado en la vida privada, será premonitorio de lo que iba a pasar en España. Su ambientación sigue el canon de Lorca: es rural, andaluza y refleja la España de la época, aunque está centrada en una casa familiar que se representa como un lugar hermético. Igualmente, por un lado, respeta la regla de la existencia de pocos personajes principales, ya que el argumento pierde importancia frente a la presencia de las fuerzas naturales que imponen el dramático desenlace. Y por otro rompe con la línea de otras tragedias en el hecho de no existir coro.
Pedro Páramo - Juan Rulfo
Publicada en 1955, Pedro Páramo es la confirmación de la nueva tendencia de la literatura hispanoamericana: el realismo mágico. Presenta novedades que la convierten en punto de referencia de la nueva narrativa. En primer lugar, su estructura fragmentaria que nos presenta una superposición de datos como recuerdos o alucinaciones de los muertos, y el diálogo de Juan Preciado con Dorotea se consigue así una interrelación de historias cuyo eje es Comala y Pedro Páramo. También es significativo su desdén temporal, la historia de Juan Preciado en Comala se proyecta desde el presente hacia varios momentos del pasado e incluye saltos en un tiempo a otro creando una gran complejidad de planos narrativos. Además, el narrador aparece en primera persona de Juan Preciado o de muchos muertos. Y aparece también en tercera persona como narrador omnisciente. Es tal multiplicidad de perspectivas narrativas que contribuye a difuminar la diferenciación entre lo racional y lo mágico. Finalmente, la novela incorpora elementos de la tradición mexicana como la consideración de la muerte como algo cotidiano o creencias populares como la de las almas en pena. Este ambiente sirve para mostrar la soledad y la desesperanza de unos personajes que nunca han logrado materializar sus ilusiones ni tan siquiera a través de la religión.