Coagulación Sanguínea: Fisiología y Componentes Clave para la Hemostasia
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Introducción a la Coagulación Sanguínea
La coagulación sanguínea constituye una serie de reacciones enzimáticas que permiten la activación secuencial de los factores de coagulación con la finalidad de formar el tapón definitivo o coágulo. En la coagulación, el estado líquido de la sangre se transforma de su estado líquido a uno gelificado. Este cambio se debe a la modificación de una proteína soluble, el fibrinógeno, que se convierte en fibrina, la cual forma una red que confiere estabilidad al coágulo.
El Coágulo Sanguíneo
El coágulo se compone de una intrincada red de fibras de fibrina que se extiende en todas direcciones, atrapando células sanguíneas, plaquetas y plasma. Las fibras se adhieren, además, a la superficie de las células dañadas de los vasos sanguíneos. Por tanto, el coágulo sanguíneo se adhiere a cualquier brecha vascular, impidiendo así la pérdida de sangre.
Componentes Clave en la Coagulación
Protrombina
La protrombina es una proteína plasmática, una α2-globulina con un peso molecular de 68.700 Da. Se sintetiza en el hígado y es una proteína inestable que puede desdoblarse enzimáticamente en compuestos más pequeños, como la trombina.
Trombina
La trombina es una enzima proteica con un peso molecular de 33.700 Da, casi exactamente la mitad del peso molecular de la protrombina. No se encuentra libre en el plasma sanguíneo en condiciones normales, sino que se genera a partir de la conversión de la protrombina durante el proceso de coagulación. La trombina cataliza la hidrólisis del fibrinógeno, dando lugar a monómeros de fibrina.
Fibrinógeno
El fibrinógeno es una proteína de alto peso molecular (PM: 340.000 Da) presente en el plasma y sintetizada en el hígado. Es uno de los factores esenciales en la cascada de coagulación.
Mecanismo de la Coagulación Sanguínea
En la sangre y en los tejidos se han identificado más de 50 sustancias con roles opuestos: aquellas que promueven la coagulación sanguínea, denominadas procoagulantes, y aquellas que la inhiben, conocidas como anticoagulantes. Un equilibrio delicado entre estos dos tipos de sustancias es fundamental para que la coagulación sanguínea ocurra de manera controlada. Generalmente, los anticoagulantes predominan en el torrente sanguíneo, lo que explica por qué la sangre permanece fluida mientras circula dentro de los vasos sanguíneos intactos. Sin embargo, cuando un vaso sanguíneo se lesiona, los procoagulantes se activan localmente y superan la acción de los anticoagulantes en esa área, facilitando así la rápida formación del coágulo.