El Conde Lucanor: lecciones sobre amistad, pérdida del señorío y humildad (Cap. XLVIII–L)
Clasificado en Lengua y literatura
Escrito el en
español con un tamaño de 2,16 KB
Capítulo XLVIII. De lo que aconteció a uno que probaba a sus amigos
Hablaba otra vez el conde Lucanor: «Patronio, según mi parecer, tengo muchos amigos que me dan a entender que, ni por temor de perder sus cuerpos ni por temor de perder lo que tienen, dejarían de ser lo que a mí me conviniese. Os ruego que me digáis de qué manera podría yo saber si estos amigos míos harían por mí tanto como dicen. Para que podáis saber cuál es el amigo verdadero, me agradaría que supieseis lo que aconteció a un hombre, el cual enseñó a su hijo cómo saber quién era su verdadero amigo.»
Al terminar el relato, Don Juan, que era el conde, escribió lo siguiente: «Nunca nadie podrá tan buen amigo encontrar como Dios, que lo quiso con su sangre comprar».
Capítulo XLIX. De lo que aconteció al que echaron en la isla desnudo, cuando le quitaron la señoría
Hablaba otra vez el conde Lucanor: «Patronio, muchos me dicen que, puesto que soy tan honrado y poderoso, haga cuanto pudiere por tener gran riqueza, poder y honra, pues esto es lo que más me conviene y corresponde; y, como yo sé que siempre conviene buscar esto, os ruego que me digáis qué es lo que más me conviene. Me agradaría mucho que supieseis lo que aconteció a un hombre a quien hicieron señor de una gran tierra.»
El conde tuvo esto por buen consejo y entendió que este era buen ejemplo. Moraleja: «Por este mundo perecedero, no pierdas lo que es duradero.»
Capítulo L. De lo que aconteció a un rey cristiano que era muy poderoso y muy soberbio
Otra vez hablaba el conde Lucanor.
—Patronio, muchos hombres me dicen que una de las cosas por que el hombre más puede ganar a Dios es siendo humilde; otros me dicen que los humildes son menospreciados. Os ruego que me aconsejéis cuál de estas dos cosas me es mejor o qué debo hacer. Me agradaría que supieseis lo que aconteció a un rey que era muy poderoso y muy soberbio.
—dijo Patronio—
Al concluir, Patronio dejó la siguiente moraleja: «A los derechos y humildes, Dios mucho les ensalza; a los que son soberbios, hiéreles peor que maza».