Consenso Ambiental y Prácticas Ecológicas: Análisis Sociológico
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El Consenso Ambiental en la Sociedad Contemporánea
Descripción del amplio consenso de opiniones: En las sociedades contemporáneas, parece arraigarse un amplio consenso ambientalista. Según estudios cuantitativos, el estado del medio ambiente aparece como un asunto de interés para la opinión pública, posiblemente relacionado con el valor construido de que la protección del medio ambiente es algo positivo y deseable. Sin embargo, esta preocupación se encuentra subordinada a otras prioridades políticas como la salud, la seguridad, el desarrollo económico y la redistribución. A pesar del consenso generalizado sobre la necesidad de proteger el medio ambiente, este se va disolviendo a medida que se hacen concreciones en cambios estructurales favorables al ecologismo (uso de transporte público, tecnologías solares, pagar impuestos, cambio del modelo capitalista expansivo…).
El consenso ambientalista se ha estudiado mediante estudios sociológicos cuantitativos, teniendo en cuenta las opiniones y percepciones, el comportamiento y las actitudes, y el significado. Estas tres dimensiones resultan imprescindibles a la hora de analizar los comportamientos individuales.
Por lo que respecta a las opiniones de los individuos, se observa un consenso transversal, es decir, en todas partes, independientemente de la posición en la estructura social, de que se debe hacer algo por conservar el medio ambiente. Las conclusiones más destacadas de los estudios sobre opiniones detectan que “la mayoría de las personas se declara interesada o preocupada por dichos problemas, el estado del medio ambiente en general se considera asunto grave o muy grave, el movimiento ecologista tiene un alto grado de aceptación, aprobación y credibilidad”. Sin embargo, este hecho se muestra debido a que el término “medio ambiente” es un concepto genérico. Ahora bien, en el análisis de las actitudes o comportamientos de los individuos, el resultado no parece estar tan consensuado. Por una parte, si los comportamientos para beneficiar el medio ambiente no suponen cambios importantes (ahorrar agua y electricidad, reciclaje…) en el estilo de vida de los individuos, la tendencia de preocupación por el medio ambiente se mantiene. Pero si las actitudes se concretan e implican cambios significativos (esfuerzo económico, activismo social político…), la tendencia a actuar en beneficio del medio ambiente disminuye. La mayoría, alrededor de un 60%, aunque se declara preocupada por el estado del medio ambiente y favorable en general a medidas encaminadas a protegerlo, mantiene posiciones mucho más contradictorias en temas concretos y es poco o nada activa en la práctica.
El discurso de esa mayoría se sustenta en tres rasgos característicos: 1. La dislocación, es decir, la percepción de que los cambios y problemas ecológicos se sitúan fuera del alcance de los individuos; la capacidad de influir sobre estos a nivel local o individual es mínima. 2. El discurso se basa en la contaminación en un doble sentido, tanto en la naturaleza como en los individuos y, dado que se interpone la dislocación, se produce un sentimiento de miedo. 3. La autoinculpación referida al sentimiento de responsabilidad del deterioro social y medio ambiental, ya que se vive en una situación privilegiada, en cuenta a estilo de vida, que conlleva un deterioro medio ambiental más rápido. A partir de estos tres rasgos característicos se puede observar: 1. Que los valores medioambientales se han convertido en éticos y, por lo tanto, el grado de aceptación social es significativo y, 2. Que este consenso mueve emociones de preocupación, temor e incertidumbre de que hay problemas medioambientales y que la salida en términos emocionales se desplaza de forma contradictoria al futuro.
A pesar de que se ha comentado que el consenso es transversal y prácticamente homogéneo, es decir, aparece de forma similar en todos los grupos sociales, existen unas tendencias mínimas (matices) entre las variables sociológicas clásicas: edad, sexo, clase, ocupación socioprofesional, nivel de estudios.
- Edad: Sigue existiendo un tópico que relaciona el ecologismo con una ideología de jóvenes. Este hecho se debe a que el sector juvenil, socializado en el sistema de educación de masas, muestra más sensibilidad sobre la crisis ecológica, consume más información medioambiental y tiene un nivel de activismo más alto que el resto de grupos de edades. No obstante, los estilos de vida propios de las sociedades de consumo de masas también calan en los comportamientos de los jóvenes traduciéndose en comportamientos prácticos de “vivir el momento”, consumir y no pensar en los problemas del futuro. A pesar de este matiz, la percepción de los problemas medioambientales como serios y preocupantes está difundida en todos los grupos de edades.
- Sexo: En la dicotomía hombre y mujer, no muestra diferencias sustanciales. Sin embargo, se puede observar la influencia de la división sexual del trabajo y sus códigos de género en la opinión sobre el medio ambiente. El rasgo distintivo de esta opinión radica en la tradicional división de los espacios público/privado. Esto significa que las mujeres manifiestan actitudes de comportamientos más favorables hacia la responsabilidad ambiental en las actividades “adjudicadas” por el patriarcado (esfera privada del trabajo doméstico), mientras que los varones se declaran dispuestos a hacer y a participar en actividades medioambientales que se orientan en los espacios públicos (manifestaciones, campañas ambientalistas, afiliación a asociaciones ecologistas). Además de este cambio de mentalidad en las prácticas de consumo, resulta necesario un cambio cultural que incorpore las ventajas de los dos mundos (esfera pública/esfera privada) recogiendo de cada espacio aquellas partes que contribuyen a la preservación medioambiental.
- Clase social: Introduciendo esta variable, sí podemos observar pautas distintas en las manifestaciones de opiniones y actitudes. Las opiniones más favorables hacia el ecologismo se reflejan de forma generalizada en las nuevas clases medias (profesionales, técnicos, relativamente jóvenes, situados en mayor medida en urbanos y consumidores de mucha instrucción escolar), mientras que los estratos más altos y bajos sí ofrecen opiniones más diferenciadas.
- Nivel de estudios: Este hecho demuestra que con el acceso a más información científica y, la consecuente comprensión de los problemas ecológicos, se ensalzan las opiniones favorables hacia el medio ambiente. A pesar de esto, se presentan en términos de encuestas contradicciones importantes: a mayor nivel de estudio se ha afirmado la alta presencia y percepción de la problemática y los comportamientos pro ambientales, sin embargo, desde el punto de vista del empleo, los técnicos y profesionales formados en la organización y conservación del medio ambiente, constituyen una fuerte resistencia a que se adopten novedades orientadas a la protección ambiental.
- Ocupación socioprofesional: Tampoco comporta diferencias drásticas. La pauta de opiniones en las diferentes ocupaciones suele ser congruente con los estilos de vida que comportan. De este modo, los grupos de empresarios prefieren el beneficio y el crecimiento económico antes que la preservación del medio ambiente.
Con la incorporación de estas variables en el análisis de las opiniones y percepciones a favor del medio ambiente, se puede concluir que no hay ninguna variable que se presente como determinante a la hora de tener una opinión más o menos a favor del medio ambiente. No obstante, al aplicar las variables se observan pequeños matices y diferencias que son importantes para comprender la conformación del consenso ambientalista.
Por último, tras la explicación del amplio consenso en términos descriptivos, se debe hacer hincapié en los factores explicativos sobre las fuentes sociales que han dado pie a este fenómeno cultural (nuevos valores y preocupación por el medio ambiente). Existen, en consecuencia, tres hipótesis que explican el amplio consenso ambientalista, aunque ninguna de ellas es determinante ni concluyente y, por lo tanto, el debate sigue abierto.
- Existe un amplio consenso ambientalista porque somos más listos, es decir, la difusión de información posibilita la ampliación de los valores ambientales. Esta hipótesis sugiere que el cambio cultural hacia más sostenibilidad depende de la difusión social de la información científica acerca de la crisis medioambiental. Esta explicación correspondería a la aparición de una nueva visión del mundo englobada en el Nuevo Paradigma Ecológico. Sin embargo, esta hipótesis se puede descartar en la medida en que “ser listo” implica educación y esto supone que los países más ricos y con educación serían más proambientales.
- Se defiende que el consenso ambientalista se debe a que somos más ricos, es decir, que una vez se mantiene un bienestar material consolidado, los individuos se proponen necesidades de carácter cualitativo, como la conservación de su entorno. Esta explicación parte de la idea de que con la difusión de valores postmaterialistas se ha generado un consenso generalizado sobre la preocupación por el medio ambiente. Sin embargo, esta hipótesis también puede desmontarse.
- El consenso ambientalista parte de la concepción de que somos víctimas, es decir, el consenso se produce por un aprendizaje directo de los daños o porque tenemos miedo a que se produzcan esos daños.
Fragilidad de las Actitudes Prácticas
Describe y analiza la fragilidad de las actitudes prácticas:
Existen distintas perspectivas teóricas explicativas sobre la inconsistencia entre las opiniones y las actitudes prácticas sobre el cuidado del medio ambiente que parten de la siguiente premisa: “los valores, creencias, normas y comportamientos son categorías diferentes y que, hasta cierto punto, cada una de ellas tienen su propia lógica y, en consecuencia, no resulta extraño que muchas veces no coincidan”.
- En primer lugar, desde un punto de vista más idealista (weberiano) se necesita como punto de partida el cambio de valores para llegar al cambio de comportamientos. Esto se traduce en que la difusión del ambientalismo en las opiniones y valores de los individuos llevará a praxis. Desde esta postura se tendría una visión más optimista sobre el cambio hacia el ecologismo ya que, cada vez, emergen más valores ecologistas.
- En segundo lugar, adoptando una visión más materialista, el cambio de comportamientos es la base para un cambio de valores y opiniones. En este contexto, en cuanto el egoísmo adquisitivo de la sociedad de consumo de masas se generaliza (se llega a un cierto estilo de vida estable) los valores hacia la sostenibilidad van apareciendo. Desde esta postura, la visión sería más pesimista ya que vivimos en una sociedad individualizada movida por el afán de beneficio. Sin embargo, estas explicaciones relegan el análisis de las instituciones y estructuras sociales que resultan clave en la resolución de conflictos de valores, por este motivo, se consideran reduccionistas.
Resulta imprescindible realizar una aproximación a los elementos psicosociales que mueven a los individuos en forma de contradicciones internas ya que el cambio cultural por definición es complejo, indeterminista, se necesitan más factores que los propuestos por las posiciones anteriores. En esta línea argumentativa, se utiliza el modelo valor-creencia-norma aplicado al ecologismo propuesto por Stern. Como punto de partida, las diferentes orientaciones de valor (valores altruistas, egoístas, tradicionales y de apertura al cambio) influyen de forma diferente en la conformación de normas personales que inciden en los comportamientos. Así pues, los valores que se relacionan más a las posiciones ecológicas son el altruismo y la apertura al cambio y, los que se relacionan menos con las posiciones ecológicas son los egoístas y los tradicionales. Estas orientaciones de valor se relacionan con las creencias del nuevo paradigma ecológico, favoreciendo o no adoptar dichas creencias. Por consiguiente, aunque se tengan valores altruistas y de apertura al cambio o se adopten las creencias del NPE o se conformen normas personales proambientales, el contexto puede desactivar estos valores, ya que existe un conflicto social que enfrenta las posiciones proecológicas de algunos individuos y el contexto social en el que se desarrollan.
Existen por lo menos tres factores determinantes en la ruptura entre la norma ecológica personal y la consecución práctica de esta:
- Por lo que respecta a la tendencia a descontar la preocupación, se pueden establecer diferentes dimensiones que provocan un descuento del problema: el descuento del tiempo, el descuento de la incertidumbre, el descuento de la distancia, el descuento sensorial, el descuento interpersonal. Resulta obvia la existencia de contradicciones internas entre la preocupación que muestra la población por el medio ambiente y el hecho de llevar prácticas acordes a estas preocupaciones, ya que, la mayoría de veces, la preocupación es descontada.
- El conflicto entre valores y normas de signo contrario es, probablemente, una de las principales causas del debilitamiento de los comportamientos pro-ambientales, ya que aunque se tengan unos valores ambientalistas, existen normas individuales interiorizadas que provocan ruptura entre las preocupaciones y las prácticas. Por consiguiente, conviven valores antagónicos en un campo de guerra y conflicto “dilema de concreción” en el que toda realidad se puede entender con las separaciones entre medios y fines. Hay gente que tiene fines medio ambientales pero no están dispuestos a adaptar los medios.
- Además de los factores del tiempo, la inadecuación de las estructuras institucionales para llevar a la práctica acciones por-ambientales se considera una de las causas estructurales de la debilidad de los comportamientos pro-ambientales. Como se observa, existen multiplicidad de factores que debilitan los comportamientos pro-ambientales, además causas difíciles de solucionar ya que se encuentran interiorizadas en los individuos de la sociedad y, haría falta un cambio cultural total para evitar la ruptura entre las opiniones y los comportamientos.