El contractualismo de Rousseau y la paz perpetua de Kant: un análisis comparativo
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El contractualismo de Jean-Jacques Rousseau
Para Rousseau hay un claro contraste entre el ser humano moderno, producto de la sociedad civilizada, y el hombre primitivo que vivió en el estado de naturaleza. El primitivo era bondadoso y llevaba una vida pacífica, libre y solitaria. Pero tenía dificultades para subsistir en ese estado, y es por eso por lo que, mediante el contrato social, se decidió a unirse con otros seres humanos para vivir en sociedad, al darse cuenta de que juntos se podían conseguir más cosas que aislados. Pero la vida en sociedad, que le permite subsistir más fácilmente, es, al mismo tiempo, el origen de todos los males que padece el ser humano moderno, que ha creado una sociedad competitiva, desigual, envidiosa y rencorosa, volviendo al hombre malo y desconfiado. La instauración de la propiedad privada y la transformación del poder legítimo en poder arbitrario son los dos elementos de la sociedad que más contribuyen a este cambio.
La solución radica en “encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado y, por la cual, cada uno, uniéndose a todos, no obedezca más que a sí mismo y permanezca, de este modo, libre como antes”. Se trata de transformar e instaurar un Estado que sea la expresión de la “voluntad general” que busca siempre el bien común, defendido con leyes justas y legítimas. La voluntad general quiere el interés de todos y, por ello, cuando se obedece, no solo no se merma la libertad como individuo sino que se acrecienta en su nueva condición de ciudadano. La nueva sociedad es soberana y está regida por la voluntad general encarnada en el Estado del que emanan las leyes. El Gobierno ocupa un lugar intermedio entre los ciudadanos y el Estado y se ocupa de la ejecución de las leyes. Si un gobierno degenera, anteponiendo su voluntad a la voluntad general, será destituido, pues está para servir al pueblo, que es el verdadero soberano. Los asuntos comunes deben resolverse en la “asamblea pública” en la que cada individuo se expresa libremente, alcanzando así la voluntad general.
La paz perpetua de Kant (1724-1804)
El ideal de paz perpetua entre los hombres solo se podrá alcanzar a partir del derecho y de organismos internacionales creados a tal efecto. Para ello hay que tener en cuenta los tres puntos siguientes.
1. Autoridad supranacional
Puesto que la situación internacional normal es la guerra entre Estados, es necesario crear alguna clase de autoridad que disponga del uso de la violencia legítima en la esfera internacional. Un problema internacional solo se puede solucionar de forma internacional, aunque sea después de mucha sangre.
2. Unión universal de países
Además, a través de un proceso federativo, es necesario llegar a una unión universal de países, a un cuerpo político multinacional civitas gentium, para que cualquier conflicto se convierta en algo que afecte a la humanidad entera y que, por lo mismo, todos los hombres estén empeñados en eliminar. Además, esta ciudadanía mundial tiene su base en la naturaleza humana.
3. Instituciones republicanas
Por último, es preciso que todos los países se doten de instituciones “republicanas”, puesto que solamente en estos sistemas, al estar en manos de los ciudadanos la toma de decisiones y ser estos los que sufren las consecuencias de las guerras, existe la posibilidad de que adopten una posición negativa ante las mismas.