Convivencia Cultural: Explorando Etnocentrismo, Relativismo y Universalismo

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La diversidad cultural es interpretada de maneras diferentes según los distintos autores y escuelas antropológicas. Según Malinowski, la diversidad cultural representa las diferentes formas de respuesta para satisfacer las necesidades biológicas y psicológicas. Para Lévi-Strauss, se trata de manifestaciones de unas estructuras mentales inconscientes que subyacen en todas las culturas. Harris señala que son los factores demográficos, tecnológicos, económicos y ambientales los que explican la diversidad cultural.

No existe una cultura universal. Lo máximo que tenemos es la existencia de lo que los sociólogos llaman universales culturales, entendidos como rasgos comunes. En las sociedades actuales afloran culturas heterogéneas; por razones diferentes, se habla más del multiculturalismo como una realidad que se impone a las actuales y futuras sociedades humanas.

Etnocentrismo

Se trata de una actitud que se produce ante el hecho multiculturalista, consistente en juzgar a las demás culturas desde la propia, dando por supuesto que nuestro patrón cultural es el mejor y más natural. Si la cultura propia es superior, tiene derecho a imponerse a otras. Las llamadas culturas occidentales son proclives a descalificar las manifestaciones culturales del resto de los pueblos, considerándolas como productos de civilizaciones inferiores.

Todos tenemos una cierta tendencia etnocéntrica. Progresivamente, desde la infancia, se produce una identificación con una determinada cultura y esta acaba pareciendo natural, mientras que los aspectos no coincidentes de las otras culturas resultan raros y casi antinaturales. El peligro aparece cuando se convierte en algo absoluto: nuestros comportamientos se representan como manifestaciones inmutables de la naturaleza humana.

Relativismo Cultural

Los conceptos, ideas y valores son históricos y su génesis y relación con determinadas circunstancias. La función y significado de todo elemento cultural depende del ámbito en el que surge: no puede ser comprendido más que en su propio contexto. Franz Boas y Margaret Mead, sus estudios contribuyeron a afianzar la idea de que cada cultura tiene su historia y una serie de rasgos específicos que la hacen incomparable con otra.

Para el relativista, no hay rasgos culturales naturales ni criterios de valor que sean universales; cualquier rasgo cultural es bueno siempre que cumpla una función en la sociedad en la cual está integrado. Ninguna cultura es mejor ni peor, solo diferente.

La afirmación de que las culturas solo pueden comprenderse desde dentro aporta aspectos positivos en cuanto se distancia de posicionamientos dogmáticos y fomenta la tolerancia y el respeto hacia las características propias de las culturas diferentes. Los aspectos negativos surgen cuando se acepta el "todo vale" si es cultural. Esto puede potenciar una visión estática y cerrada, sin el más mínimo contacto, diálogo y comparación entre ellas; también posibilita la indiferencia ante prácticas contrarias a la dignidad humana.

Universalismo

Se observan dos tendencias contrapuestas. La llamada cultura occidental, que pretende extenderse por todo el planeta, implantando su modo de vivir, pero también crece en paralelo un movimiento de diversificación étnica y de intercambio cultural que sirve para mostrar la riqueza de otras culturas consideradas por muchos como subdesarrolladas.

Hay una abierta polémica entre los modernos y posmodernos sobre la conveniencia o no de fomentar la convergencia de las culturas. El universalismo no resulta de la naturaleza común ni de una cultura superior, sino del acuerdo entre los diferentes sobre un proyecto común básico a la hora de concebir el ideal de la naturaleza humana en una época determinada.

Se habla más del pensamiento intercultural, que implica:

  • Admitir que la realidad es compleja y que la diversidad es fuente de riqueza.
  • Respetar las formas culturales diferentes y los valores no compartidos.
  • Tener capacidad para ser críticos con la propia cultura.
  • Fomentar el diálogo y el encuentro entre las diferentes culturas en pie de igualdad y sin conceder relevancia a las diferencias étnicas.
  • Admitir ciertos valores éticos comunes compartibles.

En la actualidad, se cree poder encontrar un punto de confluencia, aceptable para todas las personas, pero algunos lo tacharán de etnocentrismo común para tales derechos. Sin embargo, habrá que lograr un acuerdo práctico que los presenten como convenientes y eficaces para todos, de manera que las culturas se extiendan sin que signifique su desaparición.

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