Corrientes Filosóficas sobre la Verdad y el Conocimiento: Pragmatismo, Dogmatismo y Escepticismo
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Teoría Pragmática de la Verdad
El pragmatismo parte de la consideración del sujeto cognoscente como un ser vivo que actúa. Es en relación con su práctica y sus fines vitales como se debe abordar el problema del conocimiento y la verdad. La verdad es, por lo tanto, un constructo social.
La humanidad considera verdaderas aquellas interpretaciones del mundo y creencias que funcionan en la práctica, que tienen consecuencias útiles para su supervivencia y bienestar, y que le permiten resolver los problemas y satisfacer sus necesidades. (Esto no significa que sea verdadero todo aquello que a mí me convenga creer, sino lo que convenga a la humanidad, intersubjetivamente). El criterio de la verdad lo da la acción: es un buen mapa si funciona.
El Dogmatismo
La respuesta del dogmático a la cuestión de si es posible el conocimiento es un sí rotundo. Esta suele ser la postura previa a toda reflexión epistemológica. Con un dogmatismo ingenuo o acrítico, no se plantea el conocimiento como problema.
Supone que el sujeto se representa fidedignamente el objeto, como un espejo sin distorsiones, que su saber copia el objeto tal cual es. Ignora que tenemos unos sentidos que nos llevan a percibir de determinada manera, e ignora que clasificamos lo percibido en conceptos que podrían ser distintos y, de hecho, varían en distintas lenguas.
El Escepticismo
Según el cual el conocimiento no es posible; no podemos llegar a saber ninguna verdad, manteniendo una persistente actitud de duda.
Escepticismo Absoluto o Radical
Lo encontramos ya en la antigüedad en algunos sofistas como Pirrón de Elis (s. IV-III a.C.), considerado fundador de esta postura epistemológica. También desde la antigüedad se ha evidenciado lo paradójico que resulta: el escepticismo afirma saber que nada se puede saber; la única verdad es que no hay ninguna verdad.
Escepticismo Metódico
Es un método consistente en cuestionar e incluso rechazar como falso todo juicio del cual pueda caber la menor duda, con el fin de ver si quedan juicios evidentes, indudables, verdades firmes que fundamenten el delicado edificio del conocimiento.