Corrientes Filosóficas Esenciales: De Tomás de Aquino a Immanuel Kant
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Tomás de Aquino: Síntesis Filosófica y Teológica
Tomás de Aquino (1225-1274) demostró que las teorías aristotélicas (cuya recepción y conocimiento en Occidente no fue posible hasta el siglo XII) no solo eran conciliables con el cristianismo, sino que, adaptándolas, renovándolas y prolongándolas, podría construirse el cuerpo de la doctrina filosófica cristiana. Fue fundamentalmente un teólogo, y sus preocupaciones respondieron en gran medida a los problemas teóricos propios de su época: la relación entre la razón y la fe, el tema de "Dios" y su relación con los demás seres, el conocimiento de la verdad por parte del hombre y la ética.
Metafísica y Cosmología Tomista
- La distinción entre sustancia y accidente.
- La misma clasificación de los seres.
- La teoría del movimiento.
- La concepción teleológica de la naturaleza.
- La teoría de las cuatro causas.
- La teoría hilemórfica.
Lo más importante en el estudio de la realidad que presenta Tomás de Aquino es una distinción que establecerá a partir del concepto cristiano de creación. Implica una radical diferencia entre Dios y los demás seres. Estos podrían no haber sido creados; su existencia no es necesaria, sino contingente. Frente a estos está Dios, que es el ser necesario, aquel que no puede no existir, por ser principio y causa de los demás seres. Los seres contingentes están compuestos de esencia y existencia, y su esencia no implica necesariamente su existencia; solo en Dios esencia y existencia coinciden.
Epistemología y Conocimiento Humano
Tomás de Aquino consideró, como Aristóteles, que el ser humano debe partir de los datos que le proporciona la percepción sensible para conocer; por esto, el objeto del conocimiento racional son las realidades sensibles. Todo el conocimiento racional sobre la esencia de Dios es imperfecto y basado en la analogía entre las realidades y su creador, y el que se puede tener sobre el sentido último de nuestra existencia y del universo tiene unos límites que la razón no puede traspasar; para Tomás de Aquino, este solo se puede ampliar con la fe.
Distinguía entre dos modos de conocimiento: la fe y la razón; consideró que no hay contradicción entre sus contenidos y que pueden ser comunes o diferentes. La teología y la filosofía se distinguen por el modo de conocimiento. La fe y la razón informan unas veces de parcelas distintas y otras sobre la misma; ambas son autónomas e independientes, pero existe una mutua colaboración: la razón ayuda a la fe en la teología, y la fe a la razón como criterio extrínseco del conocimiento racional.
Si en la filosofía se llega a conclusiones contradictorias con las de la fe, se revisa, ya que no puede haber una doble verdad, una humana (limitada) y otra divina (perfecta). Para Tomás, el entendimiento humano, facultad del alma inmaterial, está unido sustancialmente al cuerpo (dotado de los sentidos). El objeto de estudio del ser humano no serán todos los seres, sino solo los seres materiales que percibimos.
El conocimiento intelectual comienza con la experiencia sensible; los conceptos universales se elaboran a partir de los datos que percibimos. Tomás de Aquino se preguntó cómo es posible pasar de la percepción sensible, de lo concreto, al concepto universal, respondiendo que el entendimiento realiza la abstracción (inducción): desde lo particular es capaz de abstraer lo esencial. Distinguió dos capacidades del entendimiento:
- El entendimiento agente, donde se recogen las imágenes captadas y se abstrae lo esencial, despojando las imágenes de los elementos accidentales.
- Y el entendimiento posible, con el cual se conoce lo universal y se aplica para hacer juicios científicos y objetivos de los seres.
Tomás de Aquino: Ética y Ley Natural
Tomás de Aquino (1225-1274) demostró que las teorías aristotélicas (cuya recepción y conocimiento en Occidente no fue posible hasta el siglo XII) no solo eran conciliables con el cristianismo, sino que, adaptándolas, renovándolas y prolongándolas, podría construirse el cuerpo de la doctrina filosófica cristiana. Fue fundamentalmente un teólogo, y sus preocupaciones respondieron en gran medida a los problemas teóricos propios de su época: la relación entre la razón y la fe, el tema de "Dios" y su relación con los demás seres, el conocimiento de la verdad por parte del hombre y la ética.
Tomás de Aquino aceptó de Aristóteles: la distinción entre sustancia y accidente; la misma clasificación de los seres; la teoría del movimiento; la concepción teleológica de la naturaleza; la teoría de las cuatro causas; y la teoría hilemórfica.
Lo más importante en el estudio de la realidad que presenta Tomás de Aquino es una distinción que establecerá a partir del concepto cristiano de creación. Implica una radical diferencia entre Dios y los demás seres. Estos podrían no haber sido creados; su existencia no es necesaria, sino contingente. Frente a estos está Dios, que es el ser necesario, aquel que no puede no existir, por ser principio y causa de los demás seres. Los seres contingentes están compuestos de esencia y existencia, y su esencia no implica necesariamente su existencia; solo en Dios esencia y existencia coinciden.
Tomás de Aquino aceptó los principios básicos de la ética aristotélica, al afirmar que el fin último del hombre es la felicidad (desarrollo perfecto de nuestra esencia). Afirmó que la felicidad perfecta es la contemplación del ser supremo, por ser este el objeto más elevado del entendimiento. Las normas morales se basan en el alma; con el conocimiento que podemos obtener de esta gracias al entendimiento, podemos formular las normas que deben regir la conducta. Estos preceptos morales constituyen lo que Tomás de Aquino llamó la ley natural.
La ley natural se encuentra en el alma; es el modo en que la ley eterna impuesta por Dios sobre los seres se realiza en el hombre, respetando su libertad. Con su realización, el hombre podrá llegar al conocimiento y unión con Dios, consiguiendo —no en esta vida— el bien supremo y la felicidad perfecta.
Tomás de Aquino se preguntó si la ley natural incluye varios preceptos o se identifica con uno solo. Para responder, comparó la ley natural, que se encuentra en la razón práctica (para establecer normas), con los axiomas (para conocer la realidad). Afirmó que, al igual que los axiomas son múltiples y evidentes en sí mismos y para nosotros, los preceptos de la ley natural también lo son; de la misma forma, así como existe un axioma básico, el de no contradicción ("no se puede afirmar y negar a la vez una misma cosa"), en la ley natural existe un primer precepto, que se fundamenta en la esencia de lo humano: el bien.
Este primer precepto, del que se derivan todas las normas, es: "El bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse." El bien del ser humano ha de ser conocido por la razón. Como nuestra alma tiene tres facultades, tres serán los preceptos que componen la ley natural, los cuales se derivan del primer principio de desarrollar el bien propio:
- El deber de conservar la vida, desarrollando la facultad vegetativa, cuya tendencia natural es la supervivencia (irascible en Platón).
- El deber de procrear y educar a los hijos, desarrollando la facultad sensitiva, cuya tendencia natural es la relación sexual (concupiscible).
- El deber de buscar la verdad y respetar la justicia social, desarrollando la facultad racional del alma, cuya tendencia natural es vivir en sociedad y conocer, especialmente a Dios.
Tomás de Aquino: Demostración de la Existencia de Dios
Tomás de Aquino (1225-1274) demostró que las teorías aristotélicas (cuya recepción y conocimiento en Occidente no fue posible hasta el siglo XII) no solo eran conciliables con el cristianismo, sino que, adaptándolas, renovándolas y prolongándolas, podría construirse el cuerpo de la doctrina filosófica cristiana. Fue fundamentalmente un teólogo, y sus preocupaciones respondieron en gran medida a los problemas teóricos propios de su época: la relación entre la razón y la fe, el tema de "Dios" y su relación con los demás seres, el conocimiento de la verdad por parte del hombre y la ética.
Tomás de Aquino aceptó de Aristóteles la distinción entre sustancia y accidente, la misma clasificación de los seres, la teoría del movimiento, la concepción teleológica de la naturaleza, la teoría de las cuatro causas y la teoría hilemórfica.
Lo más importante en el estudio de la realidad que presenta Tomás de Aquino es una distinción que establecerá a partir del concepto cristiano de creación. Esta implica una radical diferencia entre Dios y los demás seres. Los seres creados podrían no haber existido, ya que su existencia no es necesaria, sino contingente. Frente a ellos está Dios, que es el ser necesario, aquel que no puede no existir, por ser principio y causa de los demás seres. Los seres contingentes están compuestos de esencia y existencia, y su esencia no implica necesariamente su existencia; solo en Dios esencia y existencia coinciden plenamente.
Tomás de Aquino aceptó de Aristóteles la demostración de la existencia de Dios, basada en el movimiento de los seres y su concepción como acto puro, inmutable, perfecto y ser autopensante. Dios, al pensarse a sí mismo, conoce el mundo, ya que este ha sido creado por Él.
Consideró importante la demostración de la existencia de Dios, y primero abordó si es necesario demostrarla. Según Tomás de Aquino, sí debe demostrarse, ya que no es evidente para nosotros. Para ello, propuso dos tipos de evidencia en las proposiciones:
- Unas son evidentes en sí mismas y para nosotros, como los axiomas, cuya verdad comprendemos de forma inmediata.
- Otras son evidentes en sí mismas pero no para nosotros, como la proposición "Dios existe", que es evidente en sí misma —porque en Dios esencia y existencia se identifican—, pero que no es evidente para la razón humana, por lo que es necesario demostrarla racionalmente.
También se preguntó si es posible demostrar la existencia de Dios, y distinguió dos formas de demostración:
- La demostración propter quid parte de la causa para demostrar el efecto, es decir, de lo anterior a lo posterior, pero esta fue rechazada por Tomás, ya que Dios es la causa primera y no es accesible directamente a partir de ella.
- En cambio, aceptó la demostración quia, que parte del efecto para llegar a la causa, es decir, de lo posterior a lo anterior, y que permite demostrar racionalmente la existencia de Dios.
Finalmente, abordó la cuestión de si Dios existe, ante la cual algunos filósofos habían respondido negativamente. Tomás de Aquino formuló cinco vías para demostrarlo:
- La primera es la vía del movimiento, que parte de la observación del movimiento para concluir en la existencia de un motor inmóvil.
- La segunda es la vía de la causalidad, que parte de las causas causadas para concluir en una causa incausada.
- La tercera es la vía de la contingencia, que parte de los seres contingentes para llegar a un ser necesario.
- La cuarta es la vía de los grados de perfección, que observa los distintos grados de perfección en los seres y llega al ser perfectísimo.
- La quinta es la vía de la inteligencia ordenadora, que parte del orden observable en el universo para concluir en la existencia de una inteligencia ordenadora.
Todas estas vías comparten una estructura similar: parten de la constatación de un hecho de experiencia; aplican el principio de causalidad al hecho observado, afirmando que todo ser tiene una causa anterior; rechazan la posibilidad de una regresión infinita de causas, concluyendo que debe existir un origen; y finalmente afirman la existencia de Dios como causa primera de los efectos constatados.
Tomás de Aquino: Teoría del Estado y Leyes
Tomás de Aquino (1225-1274) demostró que las teorías aristotélicas (cuya recepción y conocimiento en Occidente no fue posible hasta el siglo XII) no solo eran conciliables con el cristianismo, sino que, adaptándolas, renovándolas y prolongándolas, podría construirse el cuerpo de la doctrina filosófica cristiana. Fue fundamentalmente un teólogo, y sus preocupaciones respondieron en gran medida a los problemas teóricos propios de su época: la relación entre la razón y la fe, el tema de "Dios" y su relación con los demás seres, el conocimiento de la verdad por parte del hombre y la ética.
Tomás aceptó de Aristóteles: la distinción entre sustancia y accidente; la misma clasificación de los seres; la teoría del movimiento; la concepción teleológica de la naturaleza; la teoría de las cuatro causas; y la teoría hilemórfica.
Lo más importante en el estudio de la realidad que presenta Tomás es una distinción que establecerá a partir del concepto cristiano de creación. Implica una radical diferencia entre Dios y los demás seres. Estos podrían no haber sido creados; su existencia no es necesaria, sino contingente. Frente a estos está Dios, que es el ser necesario, aquel que no puede no existir, por ser principio y causa de los demás seres. Los seres contingentes están compuestos de esencia y existencia, y su esencia no implica necesariamente su existencia; solo en Dios esencia y existencia coinciden.
Los preceptos de la ley natural son muy generales y serán concretados por las leyes sociales (positivas). Solo en sociedad es posible la realización concreta de la ley natural. Vivir en sociedad es propio de la naturaleza o esencia humana, y en ella se deben establecer las leyes o normas sociales que posibiliten el cumplimiento de la ley natural por el hombre. La ley natural ofrece unos preceptos demasiado generales que, para poder ser realizados, son concretados en las leyes positivas.
Las leyes positivas son convencionales, distintas en cada época o región, pero están íntimamente unidas a la ley natural: son una exigencia y prolongación de la ley natural, y deben respetar siempre el contenido de esta.
La teoría del Estado de Tomás siguió las directrices aristotélicas. El buen gobierno es aquel que proporciona el bien común, implantando leyes adecuadas que posibiliten la realización de la ley natural y, con ella, de la justicia, punto de unión entre la moral y el derecho positivo, pues ambos buscan la realización de esta. Consideró lícita la desobediencia civil cuando lo que el gobernador pretende es la realización de fines egoístas. Sin embargo, se puede decir que la organización estamental, por la que se establece una jerarquía social, es considerada por Tomás como algo natural: la estructura social dada por Dios a los hombres para su sociabilidad.
Tomás consideró que las mejores formas de gobierno son la monarquía, la aristocracia y la democracia, y las peores, la tiranía, la oligarquía y la democracia demagógica (de igual forma que Aristóteles).
René Descartes: El Fundamento del Conocimiento
René Descartes (1596-1650), desencantado con la escolástica, propuso que ninguna verdad debería aceptarse sin verificación personal. Buscó un método infalible para alcanzar la verdad con certeza absoluta, inspirado por la claridad y precisión de las matemáticas. Pretendía aplicar este método a todos los ámbitos del conocimiento para elevarlos al nivel de ciencia. Aunque utilizó el método hipotético-deductivo en el estudio teórico de la realidad, su motivación última fue más práctica, centrándose en la felicidad y perfección humanas. Descartes exploró cómo orientar la conducta para alcanzar la plenitud y el bienestar del hombre.
Descartes propuso una epistemología basada en la razón como única fuente de conocimiento verdadero. Consideró que la razón es universal y se aplica a todas las ciencias, que forman una unidad orgánica: la metafísica es la raíz, la física y otras ciencias son el tronco, y las ramas representan las distintas disciplinas. Para Descartes, el conocimiento debe basarse en un método que garantice la certeza, y este método se compone de dos modos de conocimiento: la intuición y la deducción.
La intuición es la capacidad de captar ideas simples de manera clara y distinta, sin posibilidad de error. Estas ideas son evidentes por sí mismas y constituyen la base del conocimiento. La deducción, por otro lado, es el proceso de relacionar estas ideas simples para formar ideas complejas, juicios y leyes universales. El método cartesiano implicó dos momentos clave: el análisis, que descompone lo complejo en ideas simples, y la síntesis, que reconstruye lo complejo a partir de esas ideas simples.
Descartes estableció que la verdad es una propiedad de las ideas que se captan con claridad y distinción. El criterio de certeza consiste en aceptar como verdadero todo aquello que se presenta a la mente de manera clara y distinta, sin posibilidad de duda. Este enfoque convirtió a la filosofía cartesiana en un idealismo racionalista, donde la razón es el fundamento del conocimiento.
Para llegar a verdades indudables, Descartes aplicó la duda metódica, un proceso de cuestionamiento sistemático de todo conocimiento previo. No se trató de una duda escéptica, sino de un instrumento para alcanzar la certeza. En primer lugar, dudó de los sentidos, ya que estos a menudo nos engañan. Luego, dudó de la existencia del mundo exterior, pues no podemos distinguir con certeza entre la vigilia y el sueño. Finalmente, dudó incluso de las verdades de la razón, planteando la posibilidad de un "genio maligno" que nos engañe en nuestros razonamientos.
Sin embargo, de esta duda metódica surgió la primera verdad indudable: "Pienso, luego existo" (Cogito, ergo sum). Mientras dudo, no puedo dudar de que estoy pensando. Esta intuición simultánea del pensamiento y la existencia es clara y distinta, y se convirtió en el fundamento de todo conocimiento posterior. Descartes identificó el pensamiento con la esencia del yo, definiendo al ser humano como una sustancia pensante (res cogitans).
A partir de esta primera verdad, Descartes dedujo el criterio de certeza: todo lo que se percibe con la misma claridad y distinción que el Cogito puede considerarse verdadero. Sin embargo, hasta este punto, solo se había establecido la existencia del yo como ser pensante. Para demostrar la existencia de la realidad externa, Descartes analizó las ideas, que son actos del pensamiento con contenido mental. Distinguió entre la realidad formal (existencia real) y la realidad objetiva (contenido representado) de las ideas.
Descartes clasificó las ideas en tres tipos:
- Adventicias: Parecen provenir de la experiencia externa (ej. la idea de un caballo).
- Facticias: Construidas por la mente a partir de otras ideas (ej. la idea de un centauro).
- Innatas: Poseídas por la razón misma, como las ideas de pensamiento, existencia, infinitud y perfección.
Estas ideas innatas, especialmente la idea de un ser infinito y perfecto (Dios), jugaron un papel crucial en la filosofía cartesiana, ya que permitieron demostrar la existencia de la realidad externa y garantizar la veracidad de nuestras percepciones claras y distintas.
René Descartes: La Existencia de Dios como Garante de la Verdad
René Descartes (1596-1650), desencantado con la escolástica, propuso que ninguna verdad debería aceptarse sin verificación personal. Buscó un método infalible para alcanzar la verdad con certeza absoluta, inspirado por la claridad y precisión de las matemáticas. Pretendía aplicar este método a todos los ámbitos del conocimiento para elevarlos al nivel de ciencia. Aunque utilizó el método hipotético-deductivo en el estudio teórico de la realidad, su motivación última fue más práctica, centrándose en la felicidad y perfección humanas. Descartes exploró cómo orientar la conducta para alcanzar la plenitud y el bienestar del hombre.
Descartes abordó la existencia de Dios como parte central de su filosofía, utilizando tanto el argumento ontológico de San Anselmo como una demostración propia basada en el principio de causalidad. Para Descartes, la idea de Dios es una idea innata, es decir, no proviene de la experiencia externa (no es adventicia) ni ha sido construida por el pensamiento humano (no es facticia). La idea de Dios incluye las nociones de infinitud y perfección, que no pueden derivarse de un ser finito e imperfecto como el hombre. Por lo tanto, Descartes concluyó que esta idea debe haber sido causada por un ser que posea realidad formal (existencia real) y una realidad objetiva proporcional a la idea misma.
Descartes aplicó el principio de causalidad a la idea de Dios, afirmando que toda idea debe tener una causa que posea al menos tanta realidad objetiva como la idea misma. La idea de Dios, que representa un ser infinito, perfecto, inmutable, omnisciente, creador y veraz, requiere una causa que tenga estas mismas cualidades en su realidad formal. Dado que el ser humano es finito e imperfecto, no puede ser la causa de esta idea. Por lo tanto, la única explicación posible es que Dios, como ser infinito y perfecto, haya causado esta idea en nosotros. Esto demostró, según Descartes, la existencia de Dios.
Descartes también rechazó la posibilidad de una regresión infinita de causas. Aunque una idea puede proceder de otra, debe haber una primera causa que tenga la máxima realidad objetiva. Esta primera causa es Dios, cuya existencia formal es necesaria para explicar la presencia de la idea de infinitud y perfección en la mente humana. Dios, como ser infinito y perfecto, no puede ser malvado ni engañador, ya que esto implicaría imperfección. Por lo tanto, Dios es infinitamente bueno y veraz, lo que garantiza que nuestras percepciones claras y distintas corresponden a una realidad extramental.
En la filosofía cartesiana, Dios es el fundamento y garante último de la verdad. Su existencia asegura que las ideas relacionadas con las cualidades primarias o sustanciales de la realidad (como la extensión) y sus modos de ser (como el movimiento, la situación y la figura) corresponden a una realidad material externa. Las cualidades secundarias o accidentales, por otro lado, son consideradas inexistentes en la realidad extramental.
Dios es la sustancia infinita que crea el mundo (sustancia extensa) y el sujeto (sustancia pensante). Como ser necesario, Dios contrasta con las otras sustancias, que son contingentes. La existencia de Dios no solo resolvió la duda metódica sobre la posibilidad de un genio maligno, sino que también proporcionó una base segura para el conocimiento humano. Al garantizar la veracidad de nuestras percepciones claras y distintas, Dios aseguró que el mundo exterior existe y que nuestras ideas sobre él son verdaderas.
David Hume: Empirismo y Crítica del Conocimiento
David Hume (1711-1776) compartió con Descartes la finalidad de desarrollar una ciencia moral centrada en el estudio del hombre y sus diversos ámbitos, unificando todas las ciencias bajo la "Ciencia del hombre". Sin embargo, a diferencia de Descartes, Hume adoptó el método inductivo o experimental, inspirado en la física newtoniana, que prioriza la experiencia, el experimento y la comprobación empírica. El empirismo de Hume sostuvo que no existen ideas innatas y que la mente es como un "papel en blanco" que adquiere conocimiento a través de la experiencia. Los empiristas defendieron un idealismo empírico, afirmando que el pensamiento solo maneja ideas derivadas de la experiencia. Hume llegó a un escepticismo radical, cuestionando la posibilidad de demostrar la existencia de sustancias, el yo o Dios, lo que marcó una crítica profunda a las nociones tradicionales de la metafísica.
David Hume, al igual que Descartes, buscó fundamentar el conocimiento, pero lo hizo desde una perspectiva empirista. Su objetivo fue desarrollar una "ciencia del hombre" que unificara todas las disciplinas, utilizando un método inductivo y experimental inspirado en la física newtoniana. A diferencia del racionalismo cartesiano, Hume sostuvo que no existen ideas innatas; la mente es como un "papel en blanco" que se llena a través de la experiencia. Este enfoque llevó a Hume a un idealismo empírico cada vez más radical, donde el conocimiento se basa en las percepciones sensibles.
Hume distinguió entre dos tipos de percepciones: las impresiones y las ideas. Las impresiones son sensaciones vivas y directas, mientras que las ideas son copias menos vivas de esas impresiones, formadas a través del recuerdo. Para Hume, todo conocimiento proviene de las impresiones, y las ideas son simplemente derivaciones de estas. Esta postura llevó al fenomenismo, la idea de que solo podemos conocer las percepciones, no la realidad en sí misma, y al escepticismo, que cuestiona la posibilidad de conocer una realidad externa.
Hume también distinguió entre dos modos de conocimiento:
- El razonamiento a posteriori (conocimiento de cuestiones de hecho).
- Y el razonamiento a priori (conocimiento de relaciones entre ideas).
El conocimiento a posteriori se refiere a proposiciones sobre la realidad, cuya verdad depende de la experiencia y es siempre probable, no necesaria. Por ejemplo, la afirmación "está lloviendo" es una cuestión de hecho que solo puede verificarse a través de la experiencia. En cambio, el conocimiento a priori se refiere a proposiciones analíticas, donde el predicado está implícito en el sujeto, como en "4 = 2 + 2". Estas proposiciones son universales y necesarias, pero no nos dicen nada sobre la realidad.
Hume criticó la aplicación del principio de causalidad en los razonamientos sobre cuestiones de hecho. Tradicionalmente, se asume que existe una conexión necesaria entre causa y efecto, pero Hume argumentó que esta conexión no puede ser observada directamente. Solo percibimos una secuencia de eventos, no una relación causal necesaria. Por lo tanto, la creencia en la causalidad se basa en el hábito y la costumbre, no en una verdad universal o necesaria. Hume concluyó que las leyes de la naturaleza, basadas en la causalidad, son solo probables y no universales, lo que reforzó su escepticismo moderado.
A pesar de su escepticismo, Hume reconoció que la creencia en la causalidad y en las leyes de la naturaleza es útil para la vida práctica. Aunque no podemos demostrar la existencia de una realidad externa o de conexiones causales necesarias, estas creencias nos permiten navegar el mundo de manera efectiva. Hume también afirmó que el principio de causalidad solo es válido cuando se relacionan dos impresiones, no cuando se intenta conectar una impresión con algo que no ha sido experimentado.
Immanuel Kant: La Revolución Copernicana en el Conocimiento
Immanuel Kant (1724-1804), filósofo clave de la Ilustración, buscó promover la autonomía individual mediante el uso crítico de la razón. Influenciado por Newton y Rousseau, Kant exploró tanto el reino de la naturaleza como el del espíritu, combinando causalidad y libertad. Su filosofía crítica analizó los límites y posibilidades de la razón en sus dimensiones teórica y práctica, respondiendo a preguntas fundamentales: ¿Qué puedo conocer? (límites del conocimiento científico), ¿Qué debo hacer? (principios de la acción y libertad), y ¿Qué me cabe esperar? (destino humano). En "Crítica de la Razón Pura", Kant refutó a Hume, destacando que el conocimiento científico no se basa en la costumbre, sino en el sujeto que conoce, marcando un giro crucial en la filosofía al centrarse en el papel activo del sujeto en la construcción del conocimiento y la moral.
Immanuel Kant abordó la pregunta "¿Qué puedo conocer?" en su obra "Crítica de la Razón Pura". Su objetivo fue establecer los principios y límites del conocimiento científico de la naturaleza, y determinar si la metafísica puede ser considerada una ciencia. Para ello, Kant realizó una crítica de la razón, examinando su alcance y sus límites.
Kant rechazó tanto el empirismo como el racionalismo. Por un lado, criticó el empirismo porque afirmó que es posible alcanzar un conocimiento seguro más allá de la experiencia. Por otro lado, rechazó el racionalismo porque sostuvo que todo conocimiento comienza con la experiencia, aunque no todo conocimiento deriva de ella. Kant propuso una síntesis entre ambos enfoques, afirmando que el conocimiento tiene dos componentes: la experiencia (a posteriori) y las estructuras a priori de la mente.
Kant distinguió entre dos tipos de conocimiento:
- El conocimiento a priori, que es independiente de la experiencia y es universal y necesario.
- Y el conocimiento a posteriori, que depende de la experiencia y es particular y contingente.
Para Kant, los juicios científicos más importantes son los juicios sintéticos a priori, que combinan la extensión del conocimiento (como los juicios sintéticos) con la universalidad y necesidad (como los juicios analíticos). Ejemplos de estos juicios incluyen principios fundamentales de las matemáticas y la física.
En su análisis, Kant distinguió entre la Estética Trascendental y la Analítica Trascendental. La Estética Trascendental estudia la sensibilidad, es decir, cómo percibimos las sensaciones. Kant argumentó que las sensaciones se organizan en el espacio y el tiempo, que son formas a priori de la sensibilidad. Estas no son propiedades objetivas de las cosas, sino estructuras mentales que permiten la experiencia. La unión de las sensaciones (materia) con estas formas a priori da lugar al fenómeno, que es el objeto de nuestra experiencia.
La Analítica Trascendental estudia el entendimiento, que clasifica y comprende los fenómenos mediante las categorías, que son conceptos puros a priori. Estas categorías, como sustancia, causa y efecto, son condiciones necesarias para el conocimiento de los fenómenos. El entendimiento aplica estas categorías a las impresiones sensibles, permitiendo la comprensión de los objetos. Sin embargo, las categorías solo son válidas cuando se aplican a los fenómenos, no a realidades trascendentes como Dios o el alma.
Kant criticó a la filosofía dogmática por usar las categorías para referirse a realidades trascendentes, lo que consideró un error. En la Dialéctica Trascendental, Kant examinó las ideas de la razón, como Dios, el alma y el mundo como totalidad. Estas ideas no tienen una referencia objetiva en la experiencia, pero son útiles para guiar la búsqueda de explicaciones más profundas de la realidad. Sin embargo, Kant concluyó que la metafísica no puede ser una ciencia, ya que va más allá de los límites de la experiencia.
Kant introdujo dos conceptos fundamentales en su epistemología: el noúmeno (o cosa en sí) y el fenómeno. El noúmeno es la realidad tal como es en sí misma, independiente de nuestra experiencia, y es incognoscible. El fenómeno es la realidad tal como la experimentamos, estructurada por las formas de la sensibilidad y las categorías del entendimiento. Por lo tanto, Kant afirmó que solo conocemos fenómenos, no las cosas en sí mismas.
Immanuel Kant: La Ética del Deber y la Autonomía Moral
Immanuel Kant (1724-1804), filósofo clave de la Ilustración, buscó promover la autonomía individual mediante el uso crítico de la razón. Influenciado por Newton y Rousseau, Kant exploró tanto el reino de la naturaleza como el del espíritu, combinando causalidad y libertad. Su filosofía crítica analizó los límites y posibilidades de la razón en sus dimensiones teórica y práctica, respondiendo a preguntas fundamentales: ¿Qué puedo conocer? (límites del conocimiento científico), ¿Qué debo hacer? (principios de la acción y libertad), y ¿Qué me cabe esperar? (destino humano). En "Crítica de la Razón Pura", Kant refutó a Hume, destacando que el conocimiento científico no se basa en la costumbre, sino en el sujeto que conoce, marcando un giro crucial en la filosofía al centrarse en el papel activo del sujeto en la construcción del conocimiento y la moral.
La ética de Immanuel Kant se centró en la Razón Práctica, que se ocupa de cómo debe ser la conducta humana, a diferencia de la Razón Teórica, que se ocupa de cómo son las cosas. Kant buscó establecer las condiciones para que una acción pueda ser considerada "buena sin restricción", es decir, universalmente buena. Su ética se basó en el deber y en la autonomía moral, y rechazó las éticas materiales, que están determinadas por fines particulares.
Kant distinguió entre éticas materiales y éticas formales. Las éticas materiales están determinadas por un fin y buscan establecer los medios adecuados para alcanzarlo. Kant las rechazó porque son empíricas, se basan en la experiencia, se rigen por imperativos hipotéticos orientados a fines particulares y son heterónomas, es decir, la norma proviene de criterios ajenos a la razón, como los instintos, la tradición o la autoridad de otros. En contraste, Kant defendió una ética formal, que es objetiva y vacía de contenido particular. Esta ética se fundamenta en el deber y no en la consecución de fines específicos; las acciones que siguen el principio del deber son consideradas universalmente buenas.
El punto de partida de la ética kantiana es la buena voluntad. Para Kant, una acción es moralmente buena cuando está motivada por el deber, y no por intereses o inclinaciones particulares. La autonomía moral es fundamental en su pensamiento: la ley moral no nos viene impuesta desde fuera, como sucede en la heteronomía, sino que surge de nuestra propia razón. Este planteamiento reflejó el espíritu ilustrado de Kant, que promovió la autonomía del sujeto y la independencia del juicio y la conducta, guiados únicamente por la razón.
En su análisis de las acciones, Kant distinguió entre:
- Acciones contrarias al deber: Son inmorales, como negar ayuda a quien ha sufrido un accidente.
- Acciones conformes al deber: Cumplen externamente con la norma, pero no tienen valor moral pleno si su motivación responde a intereses particulares, como el miedo a un castigo; estas acciones siguen imperativos hipotéticos.
- Solo las acciones realizadas por deber tienen verdadero valor moral, pues obedecen exclusivamente al mandato del deber, sin atender a fines particulares, y son guiadas por el imperativo categórico.
El imperativo categórico se formuló de dos maneras principales:
- La primera dice: "Obra de tal modo que la máxima que guía tu acción pueda convertirse en norma universal", lo que significa que una acción es moral si su principio puede ser universalizado sin contradicción.
- La segunda fórmula establece: "Obra de tal forma que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca como un medio", lo que implica que las personas deben ser respetadas como fines en sí mismas, no usadas como instrumentos para alcanzar otros objetivos.
Para fundamentar su ética, Kant introdujo tres postulados de la razón práctica:
- El primer postulado es el de la libertad: sin libertad, no podría existir la moralidad, ya que la autonomía de la voluntad, es decir, la capacidad de actuar según la ley moral que dicta la razón, es indispensable.
- El segundo postulado es el de la inmortalidad del alma, pues la perfección moral, o santidad, no puede alcanzarse plenamente en esta vida, por lo que debe existir otra vida en la que tal perfección sea posible.
- El tercer postulado es el de la existencia de Dios, ya que en este mundo la felicidad no siempre coincide con la virtud; por lo tanto, es necesario postular un ser supremo que garantice la armonía final entre la realización moral y la felicidad.