Corrientes Poéticas del Siglo XVI en España

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Existen cuatro corrientes poéticas que confluyen en los inicios del siglo XVI y conviven con la implantación de la nueva poesía italianista. Estas corrientes actúan paralelas a la gran innovación de Boscán y Garcilaso y traspasan todo el siglo y gran parte del siguiente.

Poesía Lírica Tradicional

La primera de ellas es la poesía lírica tradicional, que se compone de canciones de tema amoroso. Es la poesía que conoce la calle, la familia, los no letrados, pero también los letrados. Es una poesía fragmentada, incompleta, con muchas variaciones. Estas canciones son voces de uso festivo y de carácter popular.

También constan de una selección léxica sencilla, de una alternancia del lenguaje literal y figurado y de la abundancia de símbolos, alusiones, metáforas e imágenes de la cotidianidad. Este tipo de poesía se encuentra en los poemitas de Juan del Encina y en las piezas dramáticas de Gil Vicente. También se alterna con los sonetos de Garcilaso y es reflejada en autores como Santa Teresa, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Lope de Vega, que usó las fórmulas poéticas de esta poesía en sus dramas más íntegros. En definitiva, la fuerza poética que arrancaba de la época mozárabe no quedó olvidada por la poesía italianizante y fue usada por múltiples autores con gran elegancia.

El Romancero

La segunda de ellas es el romancero, que se caracteriza por tener origen en El Cantar de Gesta y estar escrita en versos octosílabos que riman en asonante solo los pares. Es caracterizado por ser simple en su ejecución lingüística y sintáctica, el poeta es un fingido, se fuerza un poco ese arcaísmo léxico y se alternan indiscriminadamente el pasado y el presente. El conflicto amoroso es el motor de la acción, la mujer fuerte es la protagonista y pueden dividirse en romances viejos o nuevos.

También constan de un lenguaje llano, del uso del metro corto y la rima simple, de la abundancia de alegorías y alusiones a la naturaleza y de la búsqueda de la idealización de la historia. Esta corriente persiste con la aparición de las obras de Garcilaso gracias al Cancionero de Romances de Martín Nuncio. La moda romanceril se alternó con la poesía culta de Juan del Encina o Hernando del Castillo puesto que se encuentran las primeras glosas a romances. La pervivencia del género se demuestra en autores como Gutierre de Cetina, Fernando Herrera y Juan de la Cueva, que usa en sus dramas algunos versos de romances viejos como “Mensajero sois, amigo”, un tópico que resonará hasta en el Quijote. Finalmente, Lope de Vega y Góngora constituyen la base del Romancero general. También aparecen romances “a lo divino” de San Juan de la Cruz y Padilla que influyen a autores como Valdivieso. Finalmente, Quevedo crea célebres romances germanescos.

Poesía Culta

La tercera de ellas es la poesía culta, que se caracteriza por ser sentenciosa, usar el dodecasílabo y aparecer grandes alegorías a los vaivenes de la fortuna. Este tipo de poesía tiene inicio con autores como Juan de Mena, Jorge Manrique y el marqués de Santillana.

El Cancionero General

La cuarta de ellas es el cancionero general, que se caracteriza por recoger canciones de autores de novelas sentimentales, ser conceptuosa, elaborada, conceptual y alambicada. Además, esta poesía es cantada a un destinatario culto. También aparece un pasado idealizado lejano, el reflejo sublimado de los deseos de la corte, claridad, ingenio y un tono elevado. El amor deja de ser cortés y tradicional y pasa a ser neoclasicista por la influencia de Petrarca.

Este tipo de poesía cancioneril influye a Boscán, Garcilaso, Mendoza, Gutierre de Cetina, Calderón, Santa Teresa, San Juan de la Cruz y Fernando de Herrera. Además, se encuentran muestras en Cervantes, Lope de Vega… En definitiva, la presencia del Cancionero general influyó en creaciones como el Cántico Espiritual, las odas de Fray Luis, en la Fábula de Polifemo y Galatea y los sonetos de Quevedo.

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