Cortes de Cádiz y el Reinado de Fernando VII e Isabel II: Impacto y Legado

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Las Cortes de Cádiz

Las Cortes de Cádiz se convocaron en Cádiz, la única ciudad libre de la presencia de las tropas francesas. Estuvieron integradas por representantes de todas las provincias del reino de España, tanto europeas como americanas. Debido a la imposibilidad de algunos diputados electos de trasladarse a Cádiz por la ocupación francesa o la lejanía de América, se recurrió a la figura del diputado suplente: personas radicadas en Cádiz con la misma procedencia que aquellos que no podían asistir.

Los diputados eran en gran parte eclesiásticos (37%), pero también altos funcionarios del Estado, militares y personas con un nivel socioeconómico medio. Ideológicamente, se dividían en serviles (mayoritarios), reformistas, liberales y americanos (autonomistas, algunos independentistas, que generalmente votaban con los liberales, excepto en cuestiones relativas a América, donde se sentían infrarrepresentados). En total, fueron 271 representantes, de los cuales 97 eran clérigos y 8 nobles, lo que situaba a los estamentos privilegiados en minoría. Los liberales, aunque no eran mayoría, impusieron su criterio en temas como el concepto de Estado, gracias a su actividad y a grandes oradores como el conde de Toreno, el sacerdote Muñoz-Torrero y, sobre todo, Agustín Argüelles, conocido como 'el Divino'.

Según Comellas, la actividad de las Cortes de Cádiz se puede dividir en tres periodos: de 1810 a 1812 (predominan las reformas políticas), de 1812 a 1813 (las sociales) y de 1813 a 1814 (las económicas). Mediante decretos, los liberales impusieron diversas medidas para acabar con el Antiguo Régimen, como:

  • La libertad de imprenta.
  • El fin de los señoríos jurisdiccionales.
  • Derogación de los gremios.
  • Supresión de la Mesta.
  • Abolición de la Inquisición.
  • Desamortización de las tierras municipales y del clero regular (que no llegó a materializarse al regresar Fernando VII).

Consecuencias de las Cortes de Cádiz

La Constitución de Cádiz tuvo una vigencia muy limitada debido a la situación de guerra y a la posterior vuelta de Fernando VII, quien anuló toda la obra de las Cortes y restableció el absolutismo monárquico en 1814. Los liberales reaccionaron con pronunciamientos militares, destacando el de Riego, que obligó al rey a jurar la Constitución, dando inicio al Trienio Liberal (1820-23). Este periodo terminó con la intervención militar de Francia en apoyo de Fernando VII, quien recuperó la soberanía.

Tras la muerte de Fernando VII (1833), los liberales progresistas obligaron a la regente María Cristina a restablecer 'La Pepa' (1836), que en 1837 fue sustituida por una constitución menos 'radical' para obtener el apoyo de los liberales más moderados. A pesar del fracaso inicial, la Constitución de 1812 se convirtió en un referente para la doctrina liberal española y para otros países de Europa y América, que elaboraron sus constituciones basándose en ella.

El Reinado de Fernando VII

Introducción al Reinado de Fernando VII

Los sucesos de 1807-1808 (tropas francesas en España, conjura de El Escorial, motín de Aranjuez, abdicaciones de Bayona y José I como nuevo rey) provocaron la Guerra de la Independencia Española (1808-1814), durante la cual tuvieron lugar las Cortes de Cádiz, que promulgaron la Constitución de 1812. Derrotado en España, Napoleón reconoció a Fernando VII como rey (Tratado de Valençay, 1813). La vigencia de la Constitución de Cádiz fue muy limitada debido a la situación de guerra y a la posterior vuelta de Fernando VII, quien, con el apoyo de la nobleza, el clero, parte del ejército y la adhesión de la mayor parte de las clases populares, anuló toda la obra de las Cortes de Cádiz y restableció el absolutismo monárquico (1814).

Los liberales reaccionaron con una serie de pronunciamientos militares, entre los cuales sólo tuvo éxito el protagonizado por Riego, que obligó al rey a jurar la Constitución, lo que inició el Trienio Liberal (1820-23), etapa clausurada violentamente con la intervención militar de Francia, recobrando así Fernando VII toda la soberanía.

Conclusión del Reinado de Fernando VII

El regreso a España de Fernando VII cortó de raíz la obra de las Cortes de Cádiz e implicó que la única manera de reinstaurar un régimen liberal fuese por la fuerza, mediante un pronunciamiento, como lo hizo Riego, práctica que fue una constante para cambiar de régimen en nuestra historia y la de Hispanoamérica a lo largo del siglo XIX. Los numerosos problemas internos y externos a los que se enfrentaron los liberales durante el Trienio, provocaron el fin del experimento liberal con la intervención de Francia. Durante la última etapa de Fernando VII como monarca absoluto, la abolición de la Ley Sálica, que modificó el orden sucesorio, y la nueva política de acercamiento a los liberales, provocaron la ruptura con los absolutistas, que en adelante se apoyarían en el hermano del rey, Carlos María Isidro.

La muerte del rey en 1833 abrió una nueva etapa marcada por la minoría de edad de Isabel II y el inicio de las guerras carlistas. La pérdida de las colonias americanas, la persecución, el odio, la conspiración, los enfrentamientos entre españoles y los pronunciamientos y una Hacienda al borde de la quiebra son la triste herencia del reinado de Fernando VII.

El Reinado de Isabel II

Introducción al Reinado de Isabel II

Al morir Fernando VII en 1833, su hija Isabel II fue proclamada reina, a lo que se opuso su tío, Carlos María Isidro, apoyado por los absolutistas más reaccionarios. Ante esta situación, la necesidad mutua condujo a la alianza entre isabelinos y liberales, y al estallido de la primera guerra carlista. Paralelamente se inició la construcción de un Estado liberal en España, que osciló entre dos tendencias: la moderada, defensora de mantener la posición social adquirida, y la progresista, deseosa de ampliar las conquistas políticas y sociales. Como veremos, el apoyo de Isabel II a los moderados se tradujo en numerosos levantamientos y en la creación de un partido intermedio, la Unión Liberal.

Conclusión del Reinado de Isabel II

El sistema isabelino entró en crisis a mediados de los años 60 debido a factores económicos, como la crisis europea de 1866, que afectó a España con la quiebra de bancos, empresas de ferrocarriles e industrias siderúrgicas y textiles, lo que aumentó el malestar social. Y a factores políticos, como la escasa representatividad del sistema y la represión de la oposición. El brusco enriquecimiento de las clases dirigentes con la Bolsa y el ferrocarril y la existencia de camarillas alrededor de la reina generaron la oposición del pueblo al régimen isabelino. Todo ello llevó a progresistas y demócratas a constituir el Pacto de Ostende (1866), al que se sumaron los unionistas (1868), derribando a Isabel II del poder mediante la Revolución de 1868: La Gloriosa.

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