La Crisis de 1640: Rebeliones y Desintegración en la Monarquía Hispánica
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La Crisis de 1640 en la Monarquía Hispánica
La crisis de 1640, acaecida durante el reinado de Felipe IV, se vio exacerbada por la participación de España en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). Un ambiente de rebelión se gestaba debido a las continuas guerras europeas, que exigían recursos y esfuerzos para mantener la hegemonía española. Castilla, la principal contribuyente a través de impuestos, soportaba la carga financiera.
La Unión de Armas y el Descontento
Para hacer frente a la crisis, el Conde Duque de Olivares implementó la Unión de Armas en 1626, buscando un ejército común para toda la monarquía. Sin embargo, esta medida, junto con la intención de centralizar el poder al estilo castellano, generó rechazo en otros territorios que veían amenazados sus fueros y costumbres. Castilla, además, afrontaba los gastos internos y externos, así como la explotación de América.
Rebelión en Cataluña
El primer conflicto estalló en Cataluña, que se oponía a la política de Olivares y a la Guerra de los Treinta Años. En 1645, Cataluña se convirtió en frente de batalla, obligando a los catalanes a alojar y mantener a las tropas, lo que intensificó el descontento. La revuelta, conocida como la Revuelta de los Segadores, se desencadenó tras la muerte de un alguacil y del virrey de Santa Coloma. En 1640, el Corpus de Sangre, una revuelta campesina, se extendió por Barcelona, donde se unieron los segadores.
Ante la respuesta de la corona, que envió 30.000 hombres, los catalanes buscaron ayuda de Francia. Pau Claris, líder catalán, pactó con Francia, declarando la independencia de Cataluña bajo tutela francesa. Esta situación duró 12 años, hasta que Cataluña se percató de las intenciones anexionistas de Francia. Felipe IV aprovechó la situación y envió un ejército en 1651, liderado por Juan José de Austria. Felipe fue reconocido como rey y Juan como virrey de Cataluña. En 1659, se firmó el Tratado de los Pirineos con Francia, donde España perdió Cerdeña, Rosellón y Artois.
La Independencia de Portugal
Portugal, parte de la monarquía hispánica desde 1580, también rechazaba la política de Olivares y la unificación. Aprovechando la escasez de tropas españolas debido a la situación en Cataluña, Portugal se rebeló. Las cortes nombraron rey a Juan IV, y la guerra culminó con la independencia de Portugal en 1668, tras la firma del Tratado de Lisboa.
Otras Rebeliones
En 1641, el duque de Medina Sidonia intentó crear un reino andaluz independiente, y en 1648, el duque de Híjar hizo lo propio en Aragón. Estas rebeliones, motivadas por la falta de beneficios de la unión con Castilla, fracasaron debido a la crisis interna de la monarquía hispánica, que finalmente cambió su estructura con la llegada de la dinastía Borbón.