La Crisis de 1917 en España: Desestabilización de la Restauración

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La Crisis General de 1917 en España

En 1917 se produjo una crisis general que ayudó a desestabilizar el sistema de la Restauración.

Contexto: España y la Primera Guerra Mundial

En 1914, con Eduardo Dato en el gobierno, estalló la Primera Guerra Mundial. Dato declaró de inmediato la neutralidad, manteniendo al país fuera del conflicto y evitando el grave desastre que hubiera supuesto para la población. Esta situación supuso, además, una extraordinaria oportunidad para la economía del país. La guerra permitió exportar productos industriales y agrarios a precios muy altos a los países en guerra. Sin embargo, los precios interiores experimentaron alzas desorbitadas que no fueron acompañadas de subidas de salarios. La carestía de vida se convirtió en un problema para las clases populares, debido a la inflación de precios exacerbada por la Primera Guerra Mundial; se encarecieron productos básicos como el pan, el arroz y los combustibles. Se produjo también un miedo procedente de la Revolución Rusa y de sus consecuencias.

Los Tres Problemas de 1917

El Problema Militar

El ejército español, como consecuencia de las guerras coloniales, presentaba muchos cuadros militares, un número excesivo de oficiales en relación con los soldados. Existía un decreto para primar los ascensos por méritos de guerra. Aquellos que querían ascender por antigüedad tenían que sortear una excesiva burocracia en los despachos, lo que suponía un proceso muy lento y engorroso.

El fuerte descontento entre oficiales de baja y media graduación desembocó en las llamadas Juntas de Defensa, asociaciones de militares que defendían sus reclamaciones profesionales y político-económicas (se oponían a los ascensos por méritos de guerra, reclamaban la antigüedad como único criterio y pedían un aumento salarial). Las juntas culpaban al gobierno de los males del ejército y del país, por lo que le dieron un ultimátum a través de un manifiesto en junio de 1917. En este manifiesto solicitaban la formación de un gobierno provisional para regenerar el país. El nuevo gobierno conservador de Eduardo Dato, temiendo un golpe de estado militar, las legalizó, con lo que incrementó el poder del ejército, que pronto se convertiría en árbitro de la vida política.

El Problema Político

El gobierno de Romanones había continuado con las viejas prácticas de corrupción política y, ante las críticas, había decidido clausurar las Cortes en febrero. En abril llegó al gobierno Eduardo Dato y, dos meses más tarde, una representación de diputados reclamó al nuevo presidente del gobierno la apertura de las Cortes. El gobierno de Dato se negó y, ante la situación de crisis, declaró el Estado de excepción y aumentó la censura de prensa.

Como respuesta, Cambó, líder del partido Liga Regionalista, convocó a todos los diputados y senadores españoles a una Asamblea de Parlamentarios para el 19 de julio, con la idea de que se destituyese el gobierno para sustituirlo por otro provisional y se celebrasen Cortes constituyentes para crear una nueva Constitución. El Gobierno, pese a la poca asistencia de parlamentarios y las profundas discrepancias que había entre ellos, optó por disolver la Asamblea por la fuerza y, como resultado, varios fueron encarcelados.

El Problema Obrero

En marzo de 1917, la CNT y la UGT acordaron firmar un manifiesto en el que se instaba al gobierno a intervenir para contener los precios bajo la amenaza de convocar una huelga general en la que pedían acabar con la Restauración. La tensión estalló en agosto a raíz de un conflicto de ferroviarios valencianos que fueron a la huelga y la UGT, con el apoyo del PSOE, llamaron a una huelga general.

Consecuencias y Soluciones Fallidas

La reacción del gobierno fue básicamente represiva, con un balance de 70 muertos, 200 heridos y 2000 detenidos.

Los partidos dinásticos, sin líderes claros, se fragmentaron en grupos, haciendo imposible reunir mayorías parlamentarias suficientes para construir gobiernos estables. Desde 1917, como solución a la crisis, se recurrió con frecuencia al ejército y a los gobiernos de concentración, donde todos los partidos se unieron por una causa común, pero fracasaron por la dificultad de llegar a acuerdos entre los coaligados. Tras los fracasos de los gobiernos de coalición, se volvió al turno dinástico (1918-1923), periodo en el que se sucedieron 10 cambios de gobierno y ninguno de ellos llegó al año de vida.

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