La Crisis del Antiguo Régimen y la Guerra de Independencia Española (1808-1813)
La Crisis del Antiguo Régimen en España y el Estallido de la Guerra de Independencia (1808-1813)
A finales del siglo XVIII, Europa experimentaba una crisis general del Antiguo Régimen. Los motivos eran diversos y profundos:
- Crisis financiera de los estados: Las monarquías se enfrentaban a enormes deudas y gastos, a menudo derivados de conflictos militares.
- Crisis económica y social: Periodos de malas cosechas, hambrunas y el aumento de la población generaban descontento.
- Rechazo a la sociedad estamental: Comenzaba a gestarse un fuerte rechazo hacia la estructura social rígida y desigual del Antiguo Régimen, que privilegiaba a la nobleza y el clero.
España: La Crisis del Antiguo Régimen bajo Carlos IV
En España, la crisis del Antiguo Régimen se manifestó con particular intensidad durante el reinado de Carlos IV, marcada por tres problemas fundamentales:
Bancarrota financiera
La Hacienda Real estaba en una situación crítica, motivada principalmente por el aumento de la deuda y los elevados gastos militares. Para hacer frente a este problema, el gobierno intentó recurrir a préstamos extranjeros, lo que solo agravó la situación.
Desconfianza en los gobernantes
La llegada al poder de Manuel Godoy en 1792, un teniente de la guardia real que dirigía los asuntos del gobierno y era ampliamente recompensado por los reyes, generó una profunda desconfianza y odio en la corte y entre la población. Su figura era percibida como un símbolo de la decadencia monárquica.
Enfrentamiento por el trono
El desprestigio de la monarquía se aceleró por el abierto enfrentamiento entre Carlos IV y su hijo, el príncipe Fernando VII. Este último participó activamente en complots contra Godoy y con el objetivo de destronar a su propio padre. El primer complot, en 1807 en El Escorial, fue descubierto. Sin embargo, en marzo de 1808, el segundo complot, conocido como el Motín de Aranjuez, supuso el arresto de Godoy y obligó a Carlos IV a ceder el trono a Fernando VII.
Las Abdicaciones de Bayona y el Levantamiento del 2 de Mayo
Mientras tanto, Napoleón Bonaparte observaba la situación en España e intentaba aprovecharse de la debilidad de la monarquía española. Utilizó el Tratado de Fontainebleau de 1807, en el que España y Francia acordaban repartirse Portugal e invadirlo. La verdadera intención de Napoleón, al introducir soldados franceses en la península bajo el pretexto de invadir Portugal, era trazar un plan para acabar con la familia real española y obligar a Fernando VII y Carlos IV a renunciar al trono.
Con este objetivo, Napoleón convocó a ambos monarcas a Bayona en abril de 1808. Allí, Fernando VII abdicó en Carlos IV, y este, a su vez, cedió en junio sus derechos a Napoleón. Este acto se conoce como las Abdicaciones de Bayona. Napoleón nombró entonces a su hermano, José I Bonaparte, como nuevo rey de España.
Sin embargo, la imposición de un rey extranjero y la presencia de tropas francesas provocaron una reacción popular. El 2 de mayo de 1808 se produjo un levantamiento popular en Madrid. Al frente del ejército francés en la capital estaba el general Murat, quien reprimió la revuelta con extrema violencia. Los trágicos sucesos del 3 de mayo, con los fusilamientos en la Moncloa, se convirtieron en un símbolo de la resistencia. Cabe destacar que figuras como Leandro Fernández de Moratín eran "afrancesados", intelectuales que apoyaban las ideas ilustradas que Napoleón pretendía traer a España.
El Estatuto de Bayona y el Inicio de la Guerra de Independencia
Napoleón intentó establecer un nuevo sistema político en España a través del Estatuto de Bayona de 1808, una "carta otorgada" que pretendía modernizar el país. Aunque el Estatuto no llegó a aplicarse plenamente debido a la guerra, promulgaba importantes derechos y reformas, como la abolición de la Inquisición y de los derechos señoriales.
El levantamiento del 2 de mayo marcó el inicio de la Guerra de Independencia Española (1808-1813), un conflicto que se puede dividir en tres fases principales:
Primera Fase (1808): La Resistencia Inicial
Desde el levantamiento, los franceses intentaron ocupar toda España y desplegaron un gran ejército en la península. Sin embargo, fueron sorprendidos por la resistencia española. Una victoria crucial para los españoles fue la Batalla de Bailén, donde el ejército francés sufrió una importante derrota.
Segunda Fase (1808-1811): La Hegemonía Francesa y la Guerra de Guerrillas
Ante las dificultades, Napoleón decidió venir personalmente a España al frente de la Grande Armée y consiguió importantes victorias. A pesar de ello, los franceses nunca lograron un control completo del territorio, debido a la constante hostilidad y los ataques de las guerrillas españolas. Figuras como Juan Martín Díez "El Empecinado" o Francisco Espoz y Mina se convirtieron en símbolos de esta resistencia popular.
Tercera Fase (1812-1813): El Retroceso Francés y la Victoria Aliada
A partir de 1812, la situación comenzó a cambiar. La campaña de Napoleón en Rusia debilitó sus fuerzas en España, permitiendo el avance de las tropas anglo-españolas. Los franceses iniciaron su retroceso tras importantes victorias aliadas como la de Arapiles (1812). Las derrotas francesas en Vitoria (1813) y San Marcial (1813) marcaron el fin de la ocupación.
Consecuencias de la Guerra
En 1813, la guerra terminó con la derrota francesa y enormes pérdidas humanas para ambos bandos. Este conflicto supuso el hundimiento definitivo del Antiguo Régimen en España y el inicio de un proceso revolucionario liberal. Durante la ocupación, la organización de la resistencia ciudadana se realizó a través de juntas locales y provinciales. Posteriormente, se creó una Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino, presidida por el conde de Floridablanca. Esta Junta, que estuvo en Aranjuez y se trasladó a Sevilla y Cádiz, asumió las decisiones de gobierno hasta enero de 1810, cuando se disolvió y sus poderes pasaron a una Regencia de cinco miembros, que convocaría las Cortes de Cádiz.