Crisis de la Baja Edad Media: Demografía, Revueltas y Política

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La Crisis de la Baja Edad Media

La Crisis Demográfica y Agrícola

Una sucesión de malas cosechas desnutrió a muchos campesinos, debilitándolos ante la llegada de la peste negra, que causó una gran mortalidad. La disminución de la población campesina provocó una menor explotación agrícola y, en Castilla, numerosos despoblados. La escasez de mano de obra redujo la producción agrícola, elevando los precios y, en consecuencia, reduciendo las rentas señoriales. Para compensar estas pérdidas, los señores expandieron sus dominios e impusieron nuevos impuestos. En las ciudades, la escasez de productos también provocó un aumento de precios, lo que a su vez generó un descenso de la demanda y el colapso del comercio internacional.

Las Revueltas Sociales

El descontento del campesinado por el aumento de precios y la opresión de la nobleza se manifestó en diversas revueltas. En Cataluña, los remensas se organizaron para abolir el régimen señorial, un conflicto que duró más de 50 años y se entrelazó con la guerra civil. En Galicia, la revolución campesina contra los abusos señoriales desembocó en una guerra contra la nobleza, que finalmente sometió a los rebeldes. El malestar social también llegó a las ciudades, donde se produjeron ataques a las juderías, a las que se culpaba de la peste negra.

La Crisis Política en los Diferentes Reinos

La crisis económica y social afectó a todos los reinos, generando enfrentamientos políticos y guerras civiles.

En la Corona de Castilla

Los nobles impusieron su voluntad a los monarcas. La nobleza y la iglesia se opusieron a Pedro I de Castilla y apoyaron a su hermanastro. Tras años de guerra civil, los nobles vencieron y proclamaron rey a Enrique II, de la dinastía Trastámara, quien intentó crear un núcleo de fieles. Buscando la centralización política, limitó las funciones de las Cortes, que solo votaban subsidios, creó la Audiencia y reformó el Consejo Real. Sin embargo, los conflictos nobiliarios continuaron, con la formación de bandos que se enfrentaban entre sí. Los campesinos, buscando protección y la defensa de sus intereses, se unieron a estos bandos. Las ciudades y villas crearon la Hermandad General. Jaime II inició una guerra civil que enfrentó a los partidarios de la monarquía, los infantes de Aragón y la alta nobleza castellana, lo que favoreció a la nobleza. Con Enrique IV, la autoridad real se debilitó y la anarquía se extendió por el reino. A su muerte, su hermana Isabel se proclamó reina con el apoyo de la nobleza.

En la Corona de Aragón

Las dificultades económicas y financieras coincidieron con la muerte de Martín el Humano sin descendencia directa. La unión de Aragón, Valencia y Cataluña eligió a Fernando de Antequera, de la rama Trastámara. Los Trastámara reforzaron la autoridad monárquica, a lo que se opusieron las clases privilegiadas. Cuando Juan II de Aragón accedió al trono, los enfrentamientos con la monarquía provocaron una guerra civil que entrelazó distintos intereses: el conflicto político entre la Generalitat y el monarca, que quería acabar con el pactismo; el conflicto social, con el problema de los campesinos remensas, apoyados por la monarquía; y el conflicto urbano, con los enfrentamientos por el poder municipal en Barcelona, donde se habían formado dos grupos: la Busca (artesanos y comerciantes) y la Biga (la oligarquía). Juan II se impuso y optó por la reconciliación, sin resolver los problemas de fondo. La Sentencia Arbitral de Guadalupe, promulgada por Fernando el Católico, abolió la remensa y confirmó el régimen señorial. El conflicto político entre la monarquía y las instituciones no se resolvió hasta las Cortes de Barcelona, donde se obligó al rey a jurar fidelidad.

Reino de Navarra

Navarra, con una evolución política propia, no participó en las expansiones peninsulares. Su unión con Francia a través del matrimonio de la reina Juana con el rey Felipe IV la mantuvo bajo dinastías francesas, aunque conservó su independencia. La separación de Francia se estabilizó con Carlos II. Afectó por la crisis demográfica y económica, Navarra sufrió enfrentamientos que culminaron en una guerra civil tras la muerte de la reina. El trono pertenecía a Carlos, pero la ambición de su padre, Juan II, impidió la sucesión. Los navarros se dividieron en dos bandos: beamonteses (partidarios de Carlos) y agramonteses (seguidores de Juan).

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