Cristianismo y Moral: Una Relación Asimétrica
Clasificado en Filosofía y ética
Escrito el en español con un tamaño de 4,97 KB
Cristianismo o Moral: Una Pregunta Asimétrica
La moral no forma parte del credo; el cristianismo no tiene en su esencia una moral, tampoco una fuente trascendente de la moral. Es una fe, no una ley. En su centro proclama una salvación y pretende adherirse a ella; no exige la justicia, pero promete perdón; no condena una falta, pero confiesa el pecado. Todo el discurso de la moral cristiana no puede ser sino un discurso del creyente sobre el bien, sobre su deuda para con Dios, para con los otros y para consigo mismo. No podría ser un discurso político que se sirviera del rostro de Dios para imponer ideológicamente reglas morales.
El cristianismo es un orden distinto de la moral, aunque no deja de interesarse en ella; el cristianismo se preocupa por ella en cuestión secundaria. Este enmaraña la moral, pero no depende de ella; la integra, pero no la transforma.
El horizonte de la pregunta aquí será el de la modernidad. La moral por la que se inspira se caracteriza por la apoteosis, después por la caída de la idea de valor. No puede ser una meta para mi acción sino aquello que vale para mí.
El valor no es más que la ilusión de una norma que el sujeto se da a sí mismo, o que una instancia le hace desear: una superchería.
En cuanto al contenido, el cristianismo no propone una moral completamente distinta de aquella que los pensadores paganos conocen en la misma época. La continuidad entre la moral y el pensamiento pagano.
El cristianismo que establece las opciones fundamentales de existencia no tiene necesidad de interrogarse sobre su fundamento; se conforma con Cristo o lo que de él conoce, admitiendo que ha asumido de antemano sus angustias, sus dudas y sus faltas, pero no se remonta a los principios sino en segundo lugar.
Para el cristianismo, la moral es ante todo un conjunto de prácticas, de instituciones, más que un asunto de discurso.
El problema de la relación entre cristianismo y moral no es precisamente la búsqueda de un fundamento moral cristiano, sino de la relación que ambos guardan, no de la manera en que el cristianismo se sitúa en la moral, sino sobre el lugar de la moral para el cristianismo.
La moral es segunda, ocupa un lugar intermedio y provisional, un lugar que no es ni fundamental (el sentido literal) ni último (la analogía). La moral tiene un segundo lugar pero indispensable.
El sentido moral designa el segundo advenimiento de Cristo: el cumplimiento de las Sagradas Escrituras por nosotros. El cristiano tiende hacia el fin de los tiempos, se esfuerza por superar lo que en sí mismo pertenece a los estados anteriores, para pasar a su ser definitivo.
La Vida Nueva y las Figuras de la Moral
Desde el comienzo de la era cristiana, el creyente se piensa como partícipe de una nueva vida, la verdadera vida, liberada del pecado y del mal por el advenimiento de Cristo. Por esto, el cristianismo hace la síntesis entre innumerables formas de moral: la moral fundada en la comunidad social y que culmina en la norma universal; la moral fundada en una ley de origen divino; la moral como búsqueda de la felicidad; la moral fundada en la ascesis y el cuidado de sí mismo:
La Regla Universal
La comunidad de los cristianos se piensa como un cuerpo social, no como una entidad política, sino como participante del cuerpo invisible de Cristo. La regla de la moral universal será “todo cuanto quisiereis que los hombres hagan por vosotros, hacedlo vosotros por ellos” y “no le hagas a los otros lo que no te gustaría que te hagan”. Es una regla de reciprocidad universal de los deberes y de igualdad de trato. La moral del evangelio retoma, pues, todo el vocabulario de la predicación de los estoicos, centrada en la conciencia. Cuando Cristo graba su ley en el interior de los corazones, con este precepto (La ley y los profetas), porque el don divino abarca de antemano todo lo que los cristianos pueden esperar los unos de los otros y se prometen mutuamente. Supera la simple fraternidad humana para englobar el don de la vida divina.
La Ley Divina
Hay una armonía entre el hecho de vivir en la naturaleza y bajo la ley de Dios. Es Dios mismo quien ha creado al hombre, quien le ha dado la ley y quien le ha otorgado el don de su salvación. Cristo, norma de todo actuar moral. El actuar cristiano es el ejercicio de una libertad y no la obediencia a una obligación. Así, la existencia concreta de Cristo, como modelo y fuente de la existencia del cristiano, es anterior y más fundamental que todos los sistemas morales.
La Felicidad
La felicidad se alcanza superando la simple mutualidad de dones, la justicia conmutativa o distributiva. Culmina en el consentimiento de la voluntad divina, y no en las exigencias de la voluntad propia. Imitación de Dios: se trata de ser bueno y misericordioso como Él. La generosidad divina es todo lo que un cristiano puede esperar de los otros y lo que debe dar a cambio.