Crítica de Hume a los Conceptos Metafísicos Clave: Causalidad, Sustancia y el Yo
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Crítica de Hume a los Conceptos Metafísicos Clave
Hume lleva a cabo una crítica de los conceptos más importantes de la metafísica tradicional. Los conceptos que critica Hume son los siguientes: causalidad, sustancia, el yo (o alma) y Dios.
Causalidad
Nuestro conocimiento de hechos queda limitado a las impresiones actuales y a nuestros recuerdos de impresiones pasadas. Pero no puede haber conocimiento cierto del futuro porque no tenemos impresión alguna de lo que sucederá en el futuro. Por tanto, la idea de causa es la base de todas nuestras conclusiones acerca de hechos de los que no tenemos impresión alguna. Hume señala que creemos que las relaciones causales son conexiones necesarias, y dice que estas deben de ocurrir en el futuro. Dicho efecto se seguirá necesariamente de su causa. Sin embargo, nuestra experiencia no justifica el establecimiento de conexiones necesarias entre fenómenos. Por tanto, nuestro pretendido conocimiento del futuro es resultado del hábito y la costumbre, las cuales siempre han sido así en el pasado.
Sustancia
Aristóteles describe la idea de sustancia como el soporte de las cualidades de los objetos. Los empiristas piensan que todas las ideas que tenemos sobre los objetos son complejas, es decir, están compuestas de una serie de cualidades. También se dice que solo tenemos impresiones de cualidades sueltas, pero no podemos tener una impresión de la sustancia. Por tanto, según Locke, no podemos conocer o tener idea alguna de la sustancia, aunque debemos suponer que existe en el mundo.
Hume rechaza la teoría de Locke. La creencia en la existencia de cuerpos y objetos exteriores supone admitir que existen de forma continua. La imaginación produce en nosotros la sensación de unidad. Por tanto, no podemos demostrar que existe una realidad física distinta de nuestras impresiones; en todo caso, solo podemos imaginarlo o creerlo.
El Yo o el Alma
Tanto los racionalistas (Descartes) como los empiristas (Locke) habían considerado indudable la existencia de un yo o sustancia pensante, origen de las acciones que atribuimos a los seres humanos. Su existencia resultaba evidente por medio de la intuición inmediata, no por inferencia causal. Pero no existen impresiones constantes e invariables: unas se suceden a otras y no se dan todas al mismo tiempo. Y todos experimentamos cambios constantes. No existe un yo como sustancia distinta de nuestras impresiones e ideas, como sujeto de nuestros actos psíquicos.
La identidad personal no es más que un efecto de la memoria: una ficción de la imaginación en coordinación con la memoria, que nos permite recordar la conexión existente entre las múltiples impresiones pasadas y presentes.