Crítica de Nietzsche a la Cultura Occidental: Dionisio contra Apolo

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Antes de ser influenciado por Wagner y Schopenhauer, Nietzsche estudió la filología clásica, desde Homero o la filosofía del devenir de Heráclito, donde veía reflejada una espléndida forma de vida, trágica y heroica al mismo tiempo, caracterizada por su intensidad. De esta forma, en su obra El nacimiento de la tragedia, identifica dos principios contrapuestos que permiten entender la cultura griega: lo apolíneo y lo dionisíaco, y era en la tragedia clásica griega donde ambos se unían en una armonía perfecta.

Sin embargo, esta síntesis se fue quebrando a partir del siglo V a.C., cuando los griegos empezaron a dar una mayor importancia a los elementos racionales y apolíneos por influencia de Sócrates. Estas dos fuerzas se manifiestan en el arte, de forma que, si la pintura o la escultura ejemplifican lo apolíneo, la música es una forma de arte dionisíaca. Por esto, Nietzsche creyó ver la posibilidad de una reconciliación entre lo apolíneo y lo dionisíaco en Wagner.

Desde un planteamiento vitalista, su pensamiento lanza una crítica contra la tradición cultural de Occidente, que rechazaba el valor de la vida. Esta crítica se centra en tres aspectos:

1. Crítica al Conocimiento y la Metafísica

En primer lugar, Nietzsche rechaza el modo en que se ha interpretado el conocimiento, unido a su metafísica. Desde Platón, que divide el mundo en dos, conocer consiste en alcanzar mediante la razón la realidad verdadera detrás de las apariencias. Así, el conocimiento se interpreta como una búsqueda de conceptos que nos permitan expresar la esencia inmutable de la realidad, que Nietzsche considera residuos de metáforas que una vez sirvieron para referirse de manera creativa a la realidad. De ahí su desconfianza en el modo en que los filósofos y científicos utilizan el lenguaje. Especialmente la ciencia positivista, que sostiene que la ciencia ha encontrado el único camino de acceso a la verdad. Un punto de vista que Nietzsche considera insostenible, porque no existe una única verdad universal. Por tanto, era partidario de un perspectivismo gnoseológico, esto es, resulta imposible encontrar una verdad absoluta porque el conocimiento depende del punto de vista desde el que se exprese el perpetuo devenir de la realidad.

Si la gnoseología occidental estaba empeñada en la búsqueda del concepto, el gran error de la metafísica ha sido dividir la realidad en un mundo sensible, sólo aparente, y un mundo trascendente, identificado con la auténtica realidad. Es la ontología que ha predominado en Occidente basada en el dualismo platónico.

Frente a ello, Nietzsche defiende el valor de una forma alternativa de conocimiento que no niegue el devenir y que preste atención a las cosas en su individualidad singular e irrepetible. Para él existe un solo mundo, percibido con los sentidos y de forma directa por la intuición (y no por la razón), que en efecto, es múltiple y cambiante, tal y como afirmaba Heráclito en su filosofía del devenir.

2. Crítica a la Religión, en especial al Cristianismo

En segundo lugar, la crítica se extiende a la religión, sobre todo al cristianismo. El ataque que Nietzsche lanza contra el cristianismo está relacionado con su crítica a la metafísica. Detestaba el cristianismo porque veía en él un profundo desprecio por el valor de la vida. Nietzsche desarrolló el método genealógico para encontrar los motivos ocultos tras las palabras del cristianismo y que explican el origen de nuestros valores. Sospechaba que el trasfondo de lo real no coincide con la imagen que solemos hacernos de ella.

3. Crítica a la Moral Occidental

Por último, Nietzsche denuncia la moral, inaceptable y perjudicial por el modo en que condena y rechaza la vida. Según su interpretación sobre el origen de los valores morales, la manera de entender la vida en la antigua Grecia es la “moral de señores”, según la cual lo bueno es lo noble, fuerte y vigoroso, mientras que lo malo es lo débil, mediocre o cobarde. Para Nietzsche resultaba evidente la diferencia entre la minoría de los señores y la mayoría de los débiles. De ahí su rechazo de la democracia, que trata a todos los seres humanos igual, cuando existe una diferencia entre quienes se atreven a vivir intensamente y quienes son demasiado débiles para hacerlo.

El análisis genealógico revela que los valores dominantes en Occidente son producto de una inversión de los valores, acentuada por el cristianismo, debido al resentimiento de los débiles ante el predominio de una minoría de individuos fuertes. De esta forma, prevalece la ética de esclavos, moral decadente que somete y niega la vida.

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